giovedì, giugno 15, 2006

¿Puede usted hacer un buen verso con la palabra 'tráquea'? - CubaNet

¿Puede usted hacer un buen verso con la palabra 'tráquea'?

La delicadeza literaria de Baldomero Fernández Moreno mereció el elogio de Jorge Luis Borges y Leopoldo Lugones, pero América lo recuerda por su carnal 'Soneto a tus vísceras'. Por algo era médico

Raúl Rivero. El Mundo, España, 3 de junio de 2006.

El soneto de Baldomero

Conozco varios médicos que escriben poesía. Uno de ellos, que tiene un apellido relacionado con el ganado vacuno, vive en un limbo delicioso. Se dice que sus colegas de profesión le dispensan su mediocridad como galeno porque tienen la esperanza de que sea un buen poeta. Los poetas, en cambio, le perdonan sus ripios porque consideran que debe ser un buen cirujano.

William Carlos William fue un gran poeta. Parece que había recibido de su abuela, Emily Dickinson, la voluntad del verso limpio y el desprecio por el adjetivo. Sólo buscaba "comprender algo con sus formas y colores propios". Fue, hasta su muerte en 1963, un médico sencillo y afable, dueño de una consulta en el pueblo de Rutherfor. No sé en qué categoría lo tuvieron sus compañeros en el complejo universo de la medicina.

Estoy ante la misma situación con el argentino Baldomero Fernández Moreno. Un doctor, un poeta, un hijo de comerciantes españoles que nació en Buenos Aires en 1886 y murió allí mismo en 1950.Pasó, sin embargo, gran parte de su infancia en Santander y Barcelona después de realizar sus estudios secundarios en Madrid. Volvió a la capital de Argentina para hacerse médico.

Vivió y trabajó después en Chascomús, una ciudad que está al sur de Buenos Aires. Se instaló también, por un tiempo, en Catriló, en Las Pampas. Regresó a la capital y en 1924 viajó otra vez a Chascomús. Su obra es espiritual y erótica y nadie ha podido saber nunca quiénes fueron las dos mujeres a las que dedicó toda su poesía amatoria.

Publicó varios libros de versos: Las iniciales del misal, Ciudad, Por el amor y por ella y Canto de amor, de luz, de agua. Escribió también prosa: La patria desconocida y Parva.
Sus poemas están en todas las antologías de Argentina y de Hispanoamérica. Se recuerdan, se incluyen, se recitan estos textos del poeta Fernández Moreno: Setenta balcones y ninguna flor, Los amantes, La torre más alta, Acabo de pasar, amor, por el correo, Contemplación del beso, Dulce amor de pasillos y Mudable como el viento en tu mejilla.

Era un renovador, un creador a tiempo completo que tenía, según Jorge Luis Borges, "una percepción genial del mundo exterior" y, a juicio de Leopoldo Lugones, "el don sutilísimo de la observación instantánea".

Conocí a su hijo, César Fernández Moreno. Poeta y diplomático, un hombre culto y agradable que murió en París a los 65 años, hace ya mucho tiempo. Desde luego, hablamos en extenso sobre su padre, de la poesía y de la importancia de su trabajo.
Nunca le pregunté qué pensaba el viejo poeta realmente del soneto suyo que más se reconoce en Hispanoamérica y que tiene que ver tanto con el médico como con el escritor. Pensé, pienso, que Baldomero Fernández Moreno, que escribió tantos sonetos de amor, tanto verso delicado, intenso y terso a esas dos mujeres misteriosas, no iba a recibir con agrado la noticia de que su pieza más popular en la posteridad sería el Soneto a tus vísceras.

Esa canción a una mujer por dentro, esos 14 versos que recorren el interior de un cuerpo femenino y ofrecen al lector un panorama húmedo, ensangrentado y sobrecogedor.
Aunque nadie sabe. Yo lo percibo, en mis relecturas, muy a gusto en el viaje a la matriz profunda y renovada y a la linfa que embebe esos tejidos.

Aquí está la entrada del soneto: Harto ya de alabar tu piel dorada, / tus externas y muchas perfecciones / canto al jardín azul de tus pulmones / y a tu tráquea elegante y anillada.

Jueves
Los cuchillos extraños

La poesía que ampara a los presos, la que duerme con ellos en sus camas de hierro, entre los harapos grises y las pesadillas, tiene que ver con los desengaños, los abandonos, la soledad, la lejanía y los imposibles.

Son poemas rimados que pasan, copiados y vueltos a copiar a lápiz, de celda en celda para hacer luego pequeños viajes en sobres ajados hasta las mujeres que se sueñan en las cárceles de Cuba.Allí van corasón y astío como consonantes de pasión y río con un mensaje desesperado, un reclamo de compañía y la propuesta de resucitar un amor o de inventar otro que sea ilusión y alivio.

En ese mundo desapacible triunfa José Angel Buesa, un poeta que murió exiliado en Santo Domingo y negado en su país, mientras las nuevas generaciones de muchachas enamoradas se aprendían de memoria sus versos que circulaban en libretas escolares en hojas con dibujos de flores sobre inscripciones como ésta: "Marta y Robertico se quieren todavía".

En las prisiones, en esa atmósfera de violencia, de cuchillos extraños y punzones de plástico, formica y alambrón, la gente se sabe, como se saben los himnos y los bolerones, el Poema del renunciamiento, El collar de perlas, La vejez de Don Juan, Carta a usted, Balada del loco amor y Los cuartetos del transeúnte.

Se saben La lágrima infinita, de Hilarión Cabrisas y declaman a toda voz en la alta noche aquellos versos iniciales de El duelo: "¿Que cómo fue, señora? Como son las cosas cuando son del alma".

Entonces llegan los presos políticos. Ellos traen las mismas angustias y el mismo desasosiego por el amor y las separaciones, pero traen también otros dolores, otros versos y otros poetas.

A veces, los que llegan son los poetas. Los papeles que se unen al flujo de poemas de amor y de delirio, hablan y cantan y llaman a la libertad, describen escenarios diferentes y los textos dicen también patria y humanidad y familia y la esperanza que describen es un poco más universal.

Un grupo de esos poetas, que llegó a las cárceles cubanas en la primavera del 2003, aparece ahora en una antología que acaba de publicar en Italia ediciones Il Foglio.

William Navarrete, el escritor y periodista cubano exiliado en París, hizo la selección de los textos y escribió el prólogo.La traducción es de Elisa Montanelli.

Versos tras las rejas se llama el libro que incluye poemas de Ricardo González Regis Iglesias, Jorge Olivera, Mario Enrique Mayo y Omar Moisés Ruiz, entre otros.

Navarrete explica que los escritores antologados trabajan en registros poéticos muy distintos, pero que un denominador común da a la antología un carácter excepcional: "Los poetas aquí reunidos han sufrido en carne propia el ensañamiento de un régimen contra la libertad de expresión y ninguno de ellos ha vacilado un instante en hacer valer sus derechos de hombres libres contra todo dictamen de oposición".

Estos poetas cautivos y en peligro, allá dentro, donde la verdadera poesía que es sinónimo de libertad está prohibida, reciben un recado secreto cada vez que alguien lee sus versos y pronuncia sus nombres.



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