LAS HEREJIAS DE CELIA HART
Desde Cuba -Por Luis Cino
Trostky vino al rescate de la revolución de Fidel Castro del brazo de
Celia Hart.
Era un viejo amigo que la salvó de la decepción, allá por Alemania Oriental, en sus años estudiantiles. Ella estaba desilusionada con el socialismo real. Cuando cayó el Muro de Berlín, Lev Davidovich le susurró al oído que no se apesadumbrara demasiado.
Era un buen punto de partida para recomenzar. Quién dijo que todo
había terminado. Sólo había que volver a poner el samovar en el fuego.
Atraen mi morbo las herejías. Aún más si la hereje es una mujer inteligente y bella. Son atributos que me reblandecen. Me hacen perdonar hogueras de pirotecnia, espurios sambenitos, inquisidores de peluche y olores de chamusquina falsa.
En La Habana, con pasión y rigor teórico, la hija de Haydée Santamaría y Armando Hart cifra la salvación del socialismo cubano luego de Fidel Castro en la revolución mundial y permanente.
De nuevo toma la palabra el camarada Lev Bronstein para disertar por
boca de sus mediums habaneros, sobre la imposibilidad de la
construcción socialista en un solo país. Apuestan fuerte por la oportuna vicaría caraqueña y cualquier otro golpe de suerte que venga de la izquierda.
Para reforzar sus rejuegos teóricos, toman prestado de Che Guevara para convencer de que el guerrillero argentino, además de todo lo demás, era empíricamente un trostkista que no sabía que lo era.
Qué más da que Celia Hart se defina como trostkera en vez de trostkista. ¿Será por rockera? En torno a ella y al escritor Desiderio Navarro, los gurús, se nuclea una pequeña secta de iluminados. Es suficiente para que se disparen mis temores por ellos.
Confieso que soy algo paranoico, pero siempre el régimen con su
represión suele superar mis más locos temores. ¿Sectas e iluminados? En Cuba, para secta, la gobernante, iluminado hay uno solo. Sin embargo, el exótico y hermoso fruto de una heroína revolucionaria y un intelectual orgánico del castrismo, sigue en sus trece con sus herejías y no pasa nada.
Celia Hart dirige el Museo Abel Santamaría y escribe las heterodoxias
que defiende. Públicamente trostkera, nadie la molesta en el apogeo
stalinero -por lo del bolero. Sus críticos la acusan de contrarrevolucionaria y revisionista. Sus ácidos son inocuos. Son empedernidos fidelistas foráneos y alguna que otra ciber voz, desconcertada y anónima, que vaga por las esquinas
del patio. Por lo demás, sin novedad en el frente.
Maravilla de estos días. Al parecer, la bella Celia y los segurosos firmaron su paz por separado de Brest Litovsk. Fumaron la pipa, enterraron el tomahawk y se fueron de vacaciones a Caracas. Qué pena tantos trotskistas tronados y encarcelados en el pasado por no descubrir a tiempo la importancia de seguir a Lev Davidovich, pero proclamarse trostkeros.
A fuerza de que me lo repitieran en los sitios zurdos de la Internet,
comenzaba a tragarme el anzuelo de que en Cuba también se puede
debatir sobre el día después. Digo comenzaba, porque el debate se
esfumó de la red. Sólo por variar, resulta interesante leer a Celia Hart. Aún con
improvisación trucada, un poco de jazz le viene de perillas al tedioso discurso oficial. Después de todo, también el totalitarismo precisa de fantasías.
Quiero darme el lujo de ser crédulo e ingenuo con las herejías de Celia Hart.Sólo por el placer de discrepar. Cruzando los dedos para que tampoco esta vez funcionen las recetas de Trostky. Me defraudaría descubrir que no son más que las majaderías de otra hija de papá. O lo que es peor, una maniobra aperturista con destino al exterior.
En cualquiera de los dos casos, ya vi la película. Lo único nuevo sería la protagonista y sus encantos. Tal vez por ella valga la pena brindar con vodka y acomodarse en la butaca.
Nuevo Acción