ENTREVISTA
NORBERTO FUENTES: EL CONFIDENTE DE FIDEL
Leonardo Padrón
Entrevista a Norberto Fuentes
El Nacional
Venezuela
Infosearch:
Félix José Hernández
Jefe de Buró
Francia
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Junio 18, 2006
El confidente de Fidel
¿Cuán amigo era Norberto Fuentes de Fidel Castro?
Yo no puedo decir que era el más amigo de Fidel Castro. No sé si está correctamente dicha la oración.
Lo que cuentan es que fueron amigos íntimos, en todo caso.
Pues yo no creo que eso exista, no por mí, sino por él. Es decir, Fidel por encima de todo, es un hombre del poder. No lo estoy diciendo peyorativamente. Ese es él. Y yo creo que una de sus grandes virtudes es ser él siempre, en todo momento. Y un hombre del poder, como es Fidel Castro, no puede darse el lujo de tener amigos, porque una amistad significa inmediatamente una resquebrajadura, una limadura en ese poder.
Es otra condición. El vive en otro espacio.
Yo lo que más disfruto en el mundo es la amistad. Por mis amigos yo hago, y he hecho, cualquier cosa.
¿Pero entonces qué fue Norberto Fuentes de Fidel?
Para mí él fue uno de mis jefes, un jefe que además yo respetaba y lo sigo respetando.
Creía que reunía todas las condiciones para ser mi jefe, el único jefe que he tenido en mi vida, y del que uno puede aprender ciertas cosas. Pero esa fue una elección voluntaria mía. Después tuve la oportunidad de conocerlo, de compartir con él, de que simpatizáramos mutuamente, de que habláramos, de que él me contara cosas, de que yo le contara menos, por supuesto. Y teníamos esa relación, en ese nivel. Yo no creo que exista otro escritor cubano que haya tenido con Fidel la relación que tuve yo, por lo memos como escritor.
Y no creo que otros combatientes de la Revolución hayan tenido la relación que yo tuve con Fidel ¿Qué me permitía eso? En primer lugar, que yo no pertenecía a nada, yo era un escritor. No era un funcionario, no era un militar, no era militante. Yo era un escritor y esa era la relación que establecíamos.
Además, yo tenía esa rara virtud hemingwayana de ser escritor, porque suelo ser un hombre de acción y me gustan muchísimo las aventuras. Y eso, yo sé, que a Fidel le simpatizaba y le atraía, y me hacía un poco distinto a los demás escritores cubanos. El me lisonjeaba, me elogiaba, me cuidaba y, bueno, estoy vivo. Estoy vivo. Yo pasé por varios procesos muy difíciles de superar en Cuba, procesos a los que casi nadie ha sobrevivido, y yo sobreviví. Pienso que eso fue una muestra máxima de la amistad que pudo profesar Fidel Castro por mí. Aunque al final supe, esto me lo han dicho, no lo sé, que él dijo estando yo en el exilio: “Tengo a Norberto Fuentes hasta aquí”. Y se señaló la frente dos o tres veces.
Pero bueno, esto me lo dijeron. Yo no te puedo garantizar.
¿Cuántos años duró tu idilio con la Revolución Cubana?
Mi idilio no. Mi participación consciente en la Revolución Cubana duró desde el triunfo en 1959 hasta que mi vida comenzó a peligrar y yo decidí que, bueno, tenía que escoger entre eso que tú llamas el idilio y la posibilidad de escribir una obra literaria antes de morirme. Eso fue sobre todo después de la causa que le siguieron al General Ochoa.
Justamente en esa época.
Sí, justamente cuando comenzó la causa a Ochoa. Yo me di cuenta de que el mundo se había acabado para mí y que a partir de entonces me iba a ser muy difícil continuar en ese proceso.
Balas que acabaron la disidencia
¿Por qué ocurrió lo que llamas el Caso Ochoa, aquel fusilamiento del General Arnaldo Ochoa Sánchez, un héroe de la Revolución?
Eso fue en 1989. Fue un proceso seguido contra altos oficiales del Ministerio de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior de Cuba, que terminó con el fusilamiento del General de División Arnaldo Ochoa Sánchez, de su ayudante el Capitán Jorge Martínez, del Coronel Antonio De La Guardia, que era mi hermano; y del ayudante de Tony, que era el Capitán Mayor Amado Padrón. Se les acusó de narcotráfico, una actividad que ellos efectivamente hacían. No Arnaldo Ochoa, pero sí Tony cuando estaba al frente del Departamento MC, del Ministerio del Interior. Desde allí ellos se dedicaba a romper el bloqueo, esa era su misión. Ochoa no hacía nada de esto, pero acusaron a todos. La realidad de este proceso es que los americanos capturaron a Fidel y a la Revolución con las manos en la masa realizando operaciones de narcotráfico frente a las costas norteamericanas, o sea, transbordando cocaína y marihuana desde Colombia a los Estados Unidos, y Cuba servía de trampolín. Los americanos filmaron esto y lo documentaron. Así que la única forma que tuvo la Revolución de salir de eso fue cogiendo a Tony y a Ochoa de cabeza de turco.
¿Cuál era la razón para que Fidel Castro se involucrara con el narcotráfico?
No, él no se involucraba, se involucraba el país.
¿Y él estaba consciente de lo que estaba pasando?
¡Hombre! Ahí Fidel Castro está consciente de todo lo que pasa en el país al milímetro.
Eso es matemático. Ahí no puede pasar nada que él no sepa. De pronto, surgió en Cuba un discurso mediante el cual Fidel Castro no sabía lo que estaba pasando. Y yo dije: “Bueno ¿Qué hacemos?” Y entonces eso le costó la cabeza a mis dos amigos. Te digo que, además, ellos aceptaron la condena.
O sea, ellos actuaron como revolucionarios hasta el final. Pero yo fui incapaz de hacer eso. Pero ellos sí aceptaron dar la vida por la Revolución porque era lo que la Revolución necesitaba y requería.
Norberto, ¿tú estabas de acuerdo con los fusilamientos como método disciplinario de la Revolución?
Yo no estoy de acuerdo y sí estoy de acuerdo. Es decir, yo no soy quién para juzgar esas cosas.. Son cosas que pasan en los procesos. Como decía García Márquez: “Yo no solamente estoy en contra de la pena de muerte. Estoy en contra de la muerte”. Eso es una frase. En realidad la historia se desarrolla en base a todas las cosas que ocurren, y yo estoy allí para ver. No soy un jurisconsulto.
Podemos ampliar la misma pregunta:
¿Estoy a favor o no de la pena de muerte en los Estados Unidos y en China?
Me parece que la pena de muerte debe se erradicada.
Claro, pero cuando hablamos de que fusilaron a amigos tuyos, me imagino que eso provocó un quiebre en ti, ¿no?
No. Es una cosa muy difícil porque Antonio De La Guardia, que era mi hermano del alma, aceptó la decisión de Fidel. Cuando lo fue a ver a la cárcel y le dijo: “Mira, Antonio, hay que fusilarte”, él lo aceptó. Entonces fue una decisión que él tomó.
Había que fusilarlo para tener un chivo expiatorio ante Estados Unidos.
Eso está dentro de las reglas del juego.
... Dentro de las reglas del juego.
Lo sabes cuando tú te metes en ese mundo, que es un mundo de gente muy dura. Es la dureza máxima. Es lo que algunos pueden describir como el estalinismo, llámalo como tu quieras. Lo cierto es que cuando tú te metes en ese mundo, que es un mundo de guerra permanente, de violencia permanente, esos hombres que viven en ese estado tienen claras las reglas del juego.
Ellos lo sabían y además habían participado en eso. Ellos también habían fusilado y habían matado en su momento. Entonces un día les tocó a ellos. Ese momento también estaba dentro de las reglas del juego de lo que es el comunismo. El comunismo es conspiración. El comunismo es eso. Ahora han cambiado las tácticas. Uno de los grandes problemas de la historia es analizarla a partir del futuro, porque lo que hay que tomar en cuenta es lo que está pasando en ese momento. Es decir, si tú estás en una trinchera y te están tirando una barrera de morteros, tienes que tomar la decisión y le metes un tiro en la cabeza al hombre que se te acobarda; eso pasa en todas las guerras.
Ahora, ¿yo debo juzgar esa acción? Me cuesta mucho trabajo porque voy a ser un fariseo y te voy a decir una mentira. Mira.
Lo que pasó, pasó. Yo no he tenido que hacer eso nunca en mi vida, porque además, te repito, soy un escritor, y la escritura siempre ha sido mi última trinchera. Pero son cosas que sé que pasan.
La balsa interruptus de Norberto Fuentes
¿Cuándo decidiste escapar en una balsa?
A ti que te encantan las fechas, fue exactamente el día 13 de junio de 1989, martes, hacia las 7 de la mañana. Fue cuando me enteré por una llamada telefónica que Tony estaba preso. Me di cuenta de que ya había dado demasiadas vueltas en la Revolución y tuve la intuición de que yo podía salir vivo de esa, pero de la próxima, no. Me di cuenta de que me iban a matar.
¿Tú sentiste que, después de eso, venían por ti?
No, no. Yo me había metido en muchos líos en la Revolución. Había tenido problemas políticos, después de que hice Condenados de Condado siempre había tenido problemas. De alguna manera, había logrado tener una buena estrella y salir con dignidad de esa espiral ascendente de los acontecimientos, de problemas. Es decir, yo nunca había denunciado a nadie, yo nunca me hice la autocrítica de Heberto Padilla, yo nunca pasé por lo que pasó Reinaldo Arenas, pero yo como escritor realmente libré una serie de humillaciones y de indignidades.
Yo recuerdo que vivía en un piso 13, y me quedé mirando así por unas persianas, mirando el cristal, mirando hacia la calle, y me dije: “Bueno, la espiral ascendente en mi vida ya llegó a su límite. Yo sé que me voy a librar de esto, pero no me libro de la próxima... El próximo problema que yo tenga en Cuba, me van a matar”. Me di cuenta de eso al caer preso Tony, al saber que Ochoa también estaba en la cárcel.
Entiendo que cuando te montaste en la balsa para huir de Cuba lo hiciste acompañado por seis amigos, un italiano borracho, una brújula, la foto de tus hijas y la licencia de conducir, porque tú querías tener los papeles para manejar en Miami. ¿Eso es verdad, o es leyenda?
Mira, hay parte de verdad. La otra parte yo la he hecho correr porque es divertida...
El italiano no era borracho.
Tú sabes que John Ford, el director de cine, decía que entre la historia y la leyenda, mejor era imprimir la leyenda.
Claro, claro, la leyenda es mucho más bonita. El italiano, Lucca Marinelli, era un fotógrafo. Cuando yo empecé a preparar la balsa con un amigo mío, a quien ahora puedo nombrar porque ya está aquí y que se llama Guillermo Julio Couli. Le digo a Willy: “Bueno, vamos a irnos”. El tenía un carrito en muy malas condiciones. El mío estaba mejor. Y le digo: “Comienza a irte a Varadero como si estuvieras alquilando el carro, o llevando turistas, y busca a alguien que nos pueda servir para yo enviar al exterior a buscar dinero para comprar la balsa, el motor”. Todo eso se compra en Cuba clandestinamente. Y entonces Julio localiza a Lucca Marinelli, un excelente oficial apuntador que venía de estar en la guerra de Somalia. Allá había hecho una fotografía que le había costado un gran problema, porque era un italiano asustado, con la boca abierta, en medio de un ataque. Lo habían tronado, lo habían hecho polvo y estaba en Varadero buscando mulatas cubanas, cuando Julio lo localizó. Le plantea la idea, me lo lleva a La Habana, y yo le digo: “Tú eres el hombre. Mira. Vete para Italia. De Italia te vas para los Estados Unidos y en Estados Unidos contactas a tal persona y vete a un periódico y véndeles un reportaje que se llame Balseros. Entonces tú haces la fotografía y yo hago los textos. Para tener algún dinero cuando lleguemos a los Estados Unidos”. Fue al Washington Times que le ofreció 10 mil dólares, que en aquella época era una maravilla para nosotros. Se buscó tres cámaras Nikon y regresó a La Habana otra vez a buscar, supuestamente, mulatas. Compramos una balsa soviética, porque no encontramos la Zodiac que queríamos, y un motor Yamaha muy bueno de 200 ó 400 caballos. Preparamos todo aquello y resulta que los motores Yamaha encajan perfectamente en una Zodiac, así que se la instalamos en un segundo. Pero la balsa de desembarco torpedo soviética era incompatible con el motor Yamaha. Entonces, en esa incompatibilidad de la guerra fría, resolvimos y le hicimos un espejo de popa, una estructura para encajar el motor entre la lancha soviética y el motor. Esa pieza, que era cubana porque la hicimos allí, fue lo que se rompió y cuando se la pusimos al motor, inmediatamente aquello hizo crack y el motor se murió.
Pero entonces no habían avanzado ni cincuenta metros fuera de la costa.
No, caminamos como unas tres millas.
Lucca había hecho las fotos de la salida.
Antes de salir, yo me casé con mi mujer y Willy se casó con la suya, no sé porqué, parece que por la herencia y entonces...
¿Tu familia se había quedado en Cuba?
... No, yo me iba con mi mujer, Willy se iba con la suya y Lucca iba con nosotros. Al final nos faltaba un dinero para la gasolina del motor. Entonces buscamos a un personaje, yo no recuerdo el nombre, al que le decían en la zona pesquera “El Boumerang” porque cada vez que se iba lo volvían a capturar. Tenía mala suerte. Había tratado de salir de Cuba como diez veces y siempre lo cogían. Salimos en nuestra balsa y yo cojo una botella de ron. Yo hago dos planes: Uno, cojo todos los diskettes de mi computadora, les pongo unos plomos de linotipo, una liga y me digo que si nos capturaban, yo tiraría toda mi información, todos mis reportajes, al mar. Y luego cojo una botella de ron y le digo a Lucca: “Mira, Lucca, si nos capturan, te metes esta botella sin respirar, completa, y te emborrachas, y dices que tú eres un aventurero italiano, que tú eres un mafioso, que lo tuyo es la aventura”.
Pero en esa aventura tú estabas haciendo literatura.
Le digo: “Tu dices que tú eres Marco Polo y que, nada, que tu viste una balsa y te metiste allí. Así no te vinculan y no tendrás problemas”. Efectivamente, nos capturaron.
Yo recuerdo que veía las luces de La Habana y la balsa, moviéndose. Lucca, el italiano, nos había oído a Willy y a mí hablar de cosas de inteligencia, de operaciones, de infiltraciones, de rendez vous, y de pronto oigo en medio de la noche al Boumerang diciendo: “Otra noche buena en la cárcel” ; y oigo al italiano que le dice a Willy:
“Willy ¿y por qué no nos exfiltramos?”.
Quizás no fue buena idea integrar en ese escape a alguien como Boumerang, cuyo gag fatal es que siempre lo agarren preso.
Nos cogieron y nos llevaron presos.
Cuando llegamos a la Base Guardafrontera yo estaba vestido con un mono Adidas azul, un Rolex, unos Rayban y el porte de ministro que tenía en Cuba, que no me lo quitaba nadie. Bueno, ni Nelson Rockefeller.
No había forma de disimular quién yo era. Lo primero que sacan es el título de Médico de mi mujer. ¿Qué llevaba yo? La cartera, la licencia de conducir porque sabía que ahí mismito, en Miami, me serviría durante algunos meses; todos mis anteojos Rayban, que eran 12 porque me daba lástima dejarlos... En serio; llevaba también un paquete de hilo dental y un cortaúñas. Esas eran las propiedades que yo me llevaba de Cuba. Cuando nos cogen, sacan el título de Niurka y de pronto el tipo ve un pasaporte que no es cubano.
Eso nunca lo había visto el guardafrontera.
Saca el pasaporte italiano chorreando agua, con un pasaje de regreso para Italia adentro, y dice: “¿Aquí hay un extranjero?” Y entonces responde Lucca:
“E, io... La aventura... Marco Polo”.
Los imposibles. Conversaciones al borde de un micrófono es el nombre del más reciente libro que el poeta y guionista Leonardo Padrón (1949), presentará el próximo 13 de junio. Bajo el criterio de la diversidad, Padrón entrevistó para el programa radial que conduce en Onda FM, a personajes como Laura Restrepo, Pedro León Zapata, Miguel Bosé, Carlos Cruz Diez, Lila Morillo o Carlos Andrés Pérez. De esos encuentros proviene esta recopilación que la Editorial Aguilar lanzará al mercado. A continuación Papel Literario presenta un fragmento de la entrevista con Norberto Fuentes, escritor cubano y autor de la impresionante La Autobiografía de Fidel Castro
LA NUEVA CUBA