LOS OSCUROS MOTIVOS DEL JUICIO SUMARISIMO CONTRA JUAN CARLOS ROBINSON
Aleaga Pesant
La Habana
Cubanet.org
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Máximo Tomás
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Junio 28, 2006
El ex miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba Juan Carlos Robinson fue condenado el pasado 16 de junio a 12 años de privación de libertad, acusado por un delito de tráfico de influencias de carácter continuado.
Según el periódico Granma, en una nota del Buró Político, durante la vista oral declararon dieciséis testigos y fue analizada una amplia prueba documental.
Lamentablemente, estas evidencias no se han presentado a la opinión pública nacional, como debiera ser, por la alta responsabilidad pública del encartado.
Según la nota de prensa, y como es normal en estos casos desde que existe la inquisición y las purgas estalinistas, "el acusado se declaró responsable de los hechos imputados y agradeció el tratamiento recibido durante la instrucción del expediente de fase preparatoria".
Al incriminado se le impuso una sanción de doce años de privación de libertad, con unas llamativas "accesorias de privación de derechos públicos", consistentes en la pérdida del derecho al sufragio activo y pasivo, así como a ocupar cargos de dirección en los órganos correspondientes a la actividad administrativa del estado, en unidades económicas y en organizaciones sociales y de masas.
Según la sentencia dictada, quedó demostrado que el procesado, en franco proceso de debilitamiento ideológico, con abuso de su cargo, olvido de sus altas responsabilidades y de la probidad exigida a un cuadro revolucionario, hizo uso de sus influencias con el propósito de obtener beneficios.
La nota del Buró Político señala que "durante el proceso se cumplieron los términos procesales y se actuó con estricto respeto de los derechos y las garantías establecidas en la ley de procedimiento penal".
Sin embargo, llama la atención que el condenado es el primer miembro del Comité Central y el Buró político del Partido Comunista llevado a la cárcel. Además, no se ha dicho una palabra sobre la acusación; y definitivamente no es clara la figura delictiva que maneja la nota de prensa.
Si en Cuba las encuestas se dedicaran a medir los rangos de popularidad de los políticos y fueran fiables, éstas reportarían que el relevado, ni en la cumbre de su carrera política, gozó del afecto de sus conciudadanos. Su manera autoritaria, poco inteligente de dirigir, apegada a la mayor ortodoxia, lo hacían impopular en cualquier escenario.
Sin embargo, su destitución y envío a prisión no tiene que ver con su impopularidad y rechazo de la población, sino con el fin de la confianza política que la élite gobernante depositó en él. Quizás no seguir al pie de la letra las instrucciones emanadas del liderazgo revolucionario pudo ser un motivo para su defenestración.
Ejemplos anteriores de este tipo fueron las destituciones de Diocles Torralba (ministro de Transporte, 1989) y Gary González (director de Publicitur, 1986). Ambos fueron separados de sus funciones debido a su manera poco ortodoxa de asumir las orientaciones.
Como en la historia reciente de la isla la corrupción existe a todos los niveles es difícil que se incrimine a unos comunistas y a otros no. Es posible que Robinson obtuviera y lucrara con algunos beneficios que le daba el cargo, al igual que lo hace la mayoría de sus correligionarios que se mueven en las alturas del poder.
Producto de esta misma forma autocrática de organizar la sociedad, los líderes (directores de empresas, ministros, primeros secretarios del Partido Comunista y el mismo Comandante en Jefe) tienen cuentas bancarias a discreción. Pero, ¿por qué acusar a Robinson?
Algunos consideran que al encarcelar a Robinson no sólo lo golpeaban a él, sino que se estaba golpeando a la cúpula gobernante, para imponer disciplina, de cara a la transición. Esta percepción convertiría al convicto en el chivo expiatorio del momento, como lo fueron Portales, Robaina, Ochoa, La Guardia, Aldana, Luis Orlando Domínguez, Borrego.
La expulsión del Partido y la condena a Robinson puede ser un mecanismo dentro de las más altas esferas de la administración para sembrar el miedo en los hombres del estado, amenazar a los líderes comunistas del gobierno y a la burocracia socialista, y someterlos a la misma situación de indefensión e inseguridad a la que se enfrentan los vecinos de un disidente cuando le orquestan un mitin de repudio.
El juicio y condena a prisión de Juan Carlos Robinson, basados en un delito poco entendible y no claramente tipificado en el código penal, les recuerda a los partidarios del actual régimen que la bota de la represión está dispuesta a pisar a sus acólitos con total impunidad, y que los opositores pacíficos no son las únicas victimas del régimen.
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