domenica, gennaio 15, 2006

ANALISIS: ¿Y después de Fidel, qué?

¿Y después de Fidel, qué?

Alentados por el propio presidente, los cubanos comienzan a prepararse para el día en que éste desaparezca
MAURICIO VICENT - La Habana
EL PAÍS (España)

"¿Y después de Fidel, qué?". Si uno introduce esta pregunta ahora mismo en el buscador Google de Internet, encontrará 1.300.000 resultados. Hace un año, los enlaces en la red para esta inquietud eran 290.000. El próximo mes de agosto Fidel Castro cumplirá 80 años, y cada vez es mayor el interés internacional sobre el futuro político de Cuba cuando él desaparezca. Hasta ahora, éste era un tema tabú dentro de la isla. Hoy, sin embargo, es el propio Castro quien alienta el debate sobre cómo garantizar la supervivencia del socialismo cubano tras su muerte.

"Los únicos que podemos destruir esta revolución somos nosotros mismos", afirmó Castro en la Universidad de La Habana el 17 de noviembre, en un discurso en el que admitió por primera vez que la revolución cubana no era invencible y advirtió de que la corrupción, la desidia general y los errores de los dirigentes podían provocar su derrumbe, como sucedió en la Unión Soviética.

"O derrotamos estas desviaciones, o vencemos estos problemas, o morimos", admitió ante un auditorio compuesto por figuras históricas, ministros y estudiantes. Fue una intervención desgarrada, de inusitado realismo, con ecos de testamento político que ya ha pasado al imaginario oficial como el discurso de la Universidad.

Castro se dirigió a los jóvenes; para ellos era el mensaje: "¿Creen ustedes que este proceso revolucionario, socialista, puede o no derrumbarse? ¿Lo han pensado alguna vez?". El mandatario les invitó a que "aportaran" ideas sobre cómo hacer "irreversible" la revolución cuando la generación histórica no esté. Planteó la necesidad de hacer una revolución dentro de la revolución, y para ello anunció una gran cruzada contra la corrupción, el robo al Estado y los errores políticos y económicos del pasado; una campaña más ética que política, a la vez antivirus ideológico y banderín de enganche para las nuevas generaciones.

Fue uno de los dirigentes más jóvenes, el canciller Felipe Pérez Roque, de 40 años, quién recogió el testigo de Castro a finales de diciembre en el Parlamento, al referirse explícitamente a la muerte del líder como un momento clave, "cuando esté el hueco que nadie puede llenar y que tendremos que llenar entre todos como pueblo".

Y fue aún más allá en el diagnóstico de los males que hacen "peligrar" la supervivencia de la revolución: "No debemos subestimar que también hay entre nuestras filas, en las filas de nuestro pueblo, simulación y apatía. Y hay modorra", señaló.

Roque expuso tres principios para garantizar el futuro de la revolución sin Fidel: primero, "un liderazgo basado en el ejemplo, en la autoridad que emana de la conducta austera, de la dedicación al trabajo, de que nuestro pueblo sepa que los que dirigen no tienen privilegios"; en segundo lugar, "mantener el apoyo" de la mayoría de la población, pero "no sobre la base del consumo material, sino sobre la base de las ideas y las convicciones", pues, señaló, algunos países socialistas se desplomaron en condiciones de bienestar económico; por último, impedir que resurja una clase propietaria, ya que, dijo sería "proyanqui, protrasnacional".

La semana pasada, el discurso de la Universidad comenzó a debatirse en los 19.000 Comités de Defensa de la Revolución de La Habana, y su discusión se extenderá en los próximos meses a todo el país. "¿Estará dispuesta la gente a participar en serio? ¿O la mayoría ya está apática, cansada, paralizada, esperando sólo a que ocurra lo que tenga que ocurrir?", se pregunta un sociólogo cubano.

Desde la izquierda, voces incondicionales de la revolución como la del profesor de la Universidad Autónoma de México Heinz Dietrich, sí están dispuestas a contribuir a este inédito debate sobre el poscastrismo. Aunque advierte Dietrich: "La pregunta política de vida o muerte para el Partido Comunista es: ¿cuál será el sistema de dialéctica institucional que sustituirá el papel de dialéctica personal de Fidel?".

Al explicar en su intervención ante el Parlamento por qué Cuba no ha sucumbido como la URSS, Pérez Roque citó a García Márquez: "La explicación de Cuba es que Fidel es al mismo tiempo el jefe del Gobierno y el líder de la oposición". Hoy, muchos funcionarios admiten en privado que en Cuba no hay socialismo sino fidelismo. Y de nuevo vuelve la pregunta: ¿es posible el fidelismo sin Fidel?".
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