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Sitio Oficial de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil en Cuba
La religione dell'odio. Il Castrianesimo e' la religione, la dottrina e la prassi create da Fidel Castro. Blog anticastrista in italiano.
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First of all, I’ve to admit that I’m impressed by the courage and determination of the Cuban freedom fighters to keep fighting against the regime despite an increase in repression. Friends in Cuba tell me they’re convinced that the regime uses intimidation against dissidents because it knows its days are numbered.
The more the regime harasses and persecutes the freedom fighters, the more determined they’re.
Yesterday, several opposition groups in Banes, province of Holguin, held new peaceful activities to condemn the repression and Castro.
The groups that participated are: the Cuban Liberal Movement; the Civic Resistance Movement “Pedro Luis Boitel”, the Cuban Foundation for Human Rights and the Human Right Movement “Claridad”, affiliated to the Oriental Democratic Alliance. They all announced that this kind of non-violent protest will be held on a daily basis.
In Havana, a new independent library, named after “Josè Martì”, has been founded and there has already been an activity on the occasion of the 153th anniversary of Martì’s birth.
On Saturday, January 28, a Castroite mob beaten a peaceful dissident who were accompaining the Lady in White Dolia Leal, to her house. The fascists started shouting at Dolia : “You’re a CIA agent. You’re a counter-revolutionary”. Leal, with strong determination and courage, shouted at the mob : “You’re fascists! You’re fascists! You’re worse than Hitler! You turned Cuba into a concentration camp!” . Listen to her report here .
Finally, members of the Independent Union of Bicycle-Taxi drivers have been detained for hours for participating to an opposition meeting.
A December 2005 photo of some members of the Independent Union:
Normalmentre el cinismo destacado es obra de algún funcionario del gobierno venezolano, pero cuando un miembro de la dictadura comunista de Cuba habla de democracia, ciertamente vale la pena señalarlo como lo que es: un vulgar y descarado cínico.
El presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular de la República de Cuba, Ricardo Alarcón, aseveró que hoy, más que nunca, es importante levantar la lucha por la democracia como reivindicación de todos los seres humanos (...)
Esto no sólo se hará dentro de las cuatro paredes de un Parlamento, sino en una sociedad, en un mundo que cada vez más trata de imponer que sean las fuerzas ciegas, desconocidas u ocultas las que decidan el destino de la gente, expresó.
Comentó que en un mundo así es muy importante exigir lo contrario. ¡Abajo las fuerzas ciegas y ocultas! ¡Que vivan la democracia, la apertura y la transparencia!, expresó. (...)
Concluyó sus palabras insistiendo en que por esa reivindicación y esa exigencia por la democracia, por el ejercicio parlamentario cabal de unos y de otros, es posible unirnos para hacer un esfuerzo parlamentario global.
Esas son las palabras del presidente del mal llamado parlamento cubano, para cuyas elecciones se presentan candidatos únicos en todas las circunscripciones que rutinariamente son electos con más del 90% de los votos.
Noticia completa en la ABN.
Publicado por Larry a las 13:57:39"Médico sin empleo y en condiciones de miseria". |
Por Dr. Darsi Ferrer Ramírez, Dir. del Centro de Salud y Derechos Humanos "Juan Bruno Zayas" |
Bitácora Cubana, 28 de enero de 2006, La Habana, |
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La Vanguardia
Infosearch:
José F. Sánchez
Jefe de Buró
Cuba
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Enero 29, 2006
Tengo 44 años Nací en São Paulo, crecí en Barcelona y trabajo en Estados Unidos desde hace 20 años. Soy periodista, reportero de la cadena hispana Telemundo. Estoy divorciado y sin hijos. ¿Mis ideas políticas? Mi ideal es jubilarme sin que mis espectadores las conozcan: yo informo, no opino. ¿Dios? No estoy seguro. Mi pasión es viajar. Publico la novela ´El plan Hatuey´ (Verbigracia)
- Por qué se fue a Estados Unidos?
- Había acabado aquí la carrera de Periodismo y tenía curiosidad por conocer la televisión de allí.
- ¿Cuándo fue eso?
- En 1986. Iba sólo a pasar una temporada... y llevo allí 20 años.
- ¿Qué pasó?
- Me presenté en Telemundo y me dejaron quedarme en prácticas.
- ¿Así de fácil?
- Así. A mí también me sorprendió. El tópico es cierto: es el país de las oportunidades.
- ¿Aprovechó la suya?
- Estuve un año trabajando gratis: hacía de todo, ¡aprendí muchísimo sobre el medio televisivo!
- ¿Cómo subsistió un año?
- Había trabajado los dos años anteriores en una cadena de campings de l´Empordà, tenía cargo y buen sueldo: ahorré para dedicarlo a mi sueño. Y así lo hice.
- ¿Y qué hizo al cabo de un año?
- Se me acabó el dinero y tenía que regresar. El día antes de irme llegó un nuevo director de noticias, fui a despedirme. Le dije que mi sueño era ser reportero, ¡y me fichó!
- ¿Qué ha hecho cómo reportero?
- Contar miles de historias para los noticiarios nacionales de la cadena.
- Una cadena hispana, ¿no?
- La ven millones de hispanos en todo el país e Hispanoamérica, sí.
- ¿Qué tipo de información piden?
- Todo lo que pasa en Estados Unidos. Los hispanos son ya la primera minoría del país, hay ya tres senadores hispanos.
- ¿Cuántos hispanos viven allí?
- Oficialmente, 35 millones. Pero en realidad deben de ser unos 50.
- ¿Veremos un presidente hispano?
- Seguramente esa persona ya ha nacido. Por ahora, todos los políticos se esfuerzan en hablar español.
- ¿También Bush?
- En la foto anual que los periodistas nos hacemos con él se esmera en saludarme en español.
- ¿Qué opina usted de la política del presidente Bush?
- Yo soy informador y reportero: no quiero que mi opinión contamine mi trabajo. Quiero jubilarme sin que mis espectadores sepan qué opino.
- ¿Existe el periodismo puro?
- Quiero que la gente, después de ver mi trabajo, sepa algo que no sabía media hora antes.
- ¿Qué aprende usted haciéndolo?
- He estado en muchas guerras, y ahí he visto cómo aflora lo mejor y lo más diabólico del ser humano.
- ¿Qué guerras?
- Sarajevo, Croacia, Macedonia, invasiones de Panamá y Haití, Nicaragua, El Salvador, Perú-Ecuador, Afganistán, Iraq...
- ¿Iraq durante la invasión?
- Sí. Los iraquíes aceptaban los muertos como el precio por librarse de Saddam, pero acto seguido añadían: "Y, ahora, ¡váyanse!".
- ¿Se lo decían a usted?
- Sobre todo cuando sabían que era español, por el envío de tropas.
- Aznar.
- ¡Ha sido la única vez que me han mirado mal por ser español!
- ¿En qué anda ahora?
- La "guerra contra el terrorismo" es el argumento informativo constante en Estados Unidos. Desde el 11-S, el miedo se ha instalado en la psicología estadounidense.
- ¿Y en la suya?
- No. Cuando te toca, te toca.
- ¿Ha corrido peligro su vida?
- Me han apuntado con armas de fuego varias veces. Será que mi apellido me regala varias vidas.
- ¿De qué sirve el miedo?
- De poco, aunque me asombra que se desdeñen ciertas amenazas.
- ¿A qué se refiere?
- Antes del 11-S, los servicios secretos advirtieron al gobierno de que Bin Laden planeaba atentar en Estados Unidos con aviones comerciales ¡y no se hizo nada! Lo mismo puede pasar ahora con el plan Hatuey.
- ¿Qué es el plan Hatuey?
- He inventado ese nombre en una novela, pero el plan existe. Lo reveló el general cubano Rafael del Río, el militar de más alto rango que haya desertado nunca de Cuba.
- ¿Pasó a Estados Unidos?
- Sí, con un avioneta Cesna, en 1987. Y declaró que el gobierno castrista tenía un plan para bombardear la central nuclear de Turkey Point, a 25 millas al sur de Miami.
- ¿Usted cree que es verdad?
- Lo investigué, asombrado de que nadie hiciera caso de esa revelación. El plan existe: Cuba dispone de aviones MIG-29 que pueden situarse en nueve minutos sobre la central. Puede destruir Miami.
- ¿Por qué querría Cuba hacer eso?
- Cuba está impregnada del mensaje apocalíptico de Castro. "¡Prefiero ver hundida a Cuba en el océano antes que verla en el capitalismo!", proclama. Con esta filosofía, ¿qué harán los que detentan el poder en Cuba cuándo Castro muera?
- Pasarse al enemigo.
- O actuar como kamikazes y "morir como el Che, dándole la última batalla al capitalismo, dándole una lección que no olvidará", como ha dicho Fidel Castro.
El cambio ya ha comenzado en Cuba, según el Jefe de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, Michael Parmly, quien, en una entrevista con EFE, afirmó que serán los cubanos quienes decidan el ``cómo y cuándo''.
Parmly rechazó las denuncias del gobierno de Fidel Castro sobre supuestos planes de Washington para forzar una ruptura en las relaciones diplomáticas bilaterales y atribuyó este tipo de acusaciones al ``miedo al cambio''.
''Por parte nuestra (de EEUU) no hay ninguna intención'' de romper relaciones y cerrar la Oficina de Intereses de Cuba en Washington, señaló el diplomático estadounidense.
En los últimos días, Castro ha acusado insistentemente a Washington de buscar una ruptura en las relaciones diplomáticas, tras la instalación de unas pantallas electrónicas para la transmisión de mensajes políticos en la Sección de Intereses de EEUU en La Habana (Sina).
Según el gobierno cubano, el objetivo de esta ''grosera provocación'' no es otro que forzar la ruptura.
A juicio de Parmly, con el cierre de las Secciones de Intereses abiertas en las capitales de ambos países en 1977, ''Estados Unidos perdería y ellos (Cuba) también'', además de que ``el pueblo cubano perdería una apertura al mundo''.
''Si el gobierno cubano está empujando hacia eso es porque tiene miedo al cambio. Para que no haya cambio tiene que provocar una crisis'', opinó.
El diplomático estadounidense se mostró convencido de que ''el cambio ya ha comenzado en Cuba'', aunque agregó que ``será el pueblo cubano quien determine finalmente el cómo y el cuándo''.
Parmly insistió en negar que la emisión de mensajes políticos desde la Oficina estadounidense en La Habana tenga el objetivo de ''provocar'', tal como han denunciado las autoridades de la isla.
''No es una provocación'', dijo, sino ''el principio de un diálogo'' y ``una línea continua de lo que venimos haciendo desde hace años en Cuba con la meta de llegar al pueblo''.
En respuesta a la emisión de mensajes desde la Sina, el gobierno de la isla ha iniciado obras frente al edificio para levantar ''una sorpresa'', en palabras de Fidel Castro.
''No me importa lo que puedan decir los líderes del país, sino lo que dice el pueblo'', agregó el diplomático estadounidense, que insistió en que la proyección de mensajes se mantendrá en el futuro.
Pese a este nuevo capítulo en la llamada ''Guerra de los carteles'' y a las denuncias del gobierno cubano, Parmly explicó que los contactos habituales entre ambos países sobre temas clave, como asuntos migratorios, se han mantenido ininterrumpidamente.
El diplomático estadounidense rechazó que Washington pretenda romper los acuerdos migratorios firmados en 1994 con La Habana, en los que EEUU se comprometió a conceder un mínimo de 20,000 visas anuales a ciudadanos cubanos, y adelantó que este año se superará esta cifra.
Sí reconoció, sin embargo, que su gobierno ''presiona'' a los empresarios estadounidenses que negocian con Cuba para que se ajusten a la legislación que permite las ventas de alimentos y productos agropecuarios a la isla desde diciembre del 2001.
''El hecho de que se haga presión sobre los hombres de negocio y las empresas para cumplir con la ley no debe ser ninguna sorpresa para nadie'', apuntó.
Parmly, que ocupa la jefatura de la Sección de Intereses de EEUU en La Habana desde el pasado septiembre, se ha convertido en blanco de las críticas del gobierno cubano por la proyección de los mensajes políticos.
Su antecesor, James Cason, inició la ''Guerra de los carteles'' en las navidades del 2004 y protagonizó varios desencuentros con las autoridades cubanas, que le bautizaron como el ``cabo Cason''.
Andres Oppenheimer
Considering the Bush administration's poor handling of Latin American affairs in recent years, and its rusty Cuba policy in particular, U.S. officials deserve credit for an unusually imaginative idea -- counterattacking Cuban dictator Fidel Castro with humor.
Last week, when the Castro regime shepherded nearly one million government employees, workers and students to a ''March of the People'' against Uncle Sam in front of the U.S. Interests Section in Havana, the U.S. diplomatic mission responded by displaying an electronic billboard reading, ``To those who wanted to be here, we respect your protest. To those who didn't want to be here, we're sorry for the inconvenience.''
The electronic billboard, a five-foot-tall sign that stretches across the U.S. Interests Section building, had been inaugurated Jan. 16, on the occasion of Martin Luther King Jr. Day. Since then, it has been lit several times, broadcasting news headlines from international wire agencies -- including stories critical of U.S. policies, in an effort to show that Americans can read bad news about their government -- and quotes from the United Nations Declaration of Human Rights, or world figures such as Winston Churchill, Indira Gandhi and Lech Walesa.
U.S. officials say the billboard is perfectly legal under international law, whereby diplomatic missions' grounds are considered foreign territory. To make it even safer from a legal point of view, the electronic billboard was placed inside the building, behind a top floor's glass windows, rather than on the outside grounds.
''It's a way of breaking the dictatorship's information blockade,'' said Caleb McCarry, the top U.S. State Department official in charge of Cuban affairs.
CUBA'S RESPONSE
Predictably, Castro exploded in anger, calling it a ''provocation.'' Late last week, the Cuban regime was hurriedly building a big structure in front of the U.S. Interests Section, presumably to block the billboard from people's view.
A statement by the U.S. Interests Section said, ''The regime's reaction is not surprising: building walls to isolate Cubans from the rest of the world is what this regime does best.'' Senior U.S. officials tell me there are no plans to interrupt the billboard's news ticker, nor its messages.
Claudio Grossman, dean of American University's Washington School of Law and an expert on freedom of expression issues, says the billboard is a good idea.
''If Cuba doesn't like it, they should put up a similar billboard at their diplomatic mission in Washington,'' Grossman said. ``Anything that contributes to the free discussion of ideas should be welcome by the human rights community.''
José Miguel Vivanco, a top official of Human Rights Watch, the advocacy group that last week put out a devastating report accusing the Bush administration of deliberately using torture as part of its counterterrorism strategy, told me that ``it's a creative, legitimate and valid option that deserves applause.''
Vivanco added, ``I wish the U.S. government would use the same creativity to reach an international consensus to seek policies that would be more effective in putting pressure on the Cuban regime.''
WHY STOP NOW?
My conclusion: I agree. A regime that bans independent newspapers, doesn't allow anybody who criticizes the government to appear on radio or TV and sentences peaceful opponents to 25 years in prison for crimes such as possessing a typewriter should be exposed around the world for freaking out about one billboard.
Why don't European and Latin American democracies follow suit, and begin broadcasting their respective countries' evening news from billboards atop their embassies in Havana?
Governments could perfectly well do this without giving up their criticism of the U.S. commercial embargo on Cuba. (And left-of-center democracies would help themselves a lot, because it seems the international left is gradually abandoning the cause of universal human rights, and ceding it to the right.)
And why doesn't the Bush administration use the same creativity to open up -- rather than block -- travel by Americans to Havana, as a way to help spread new ideas on the island? Or put Castro even more on the spot by offering to partially lift U.S. economic sanctions if Castro allowed publication of one independent newspaper?
The billboard is a great idea. Now, the Bush administration should turn that creativity into finding common ground with other democracies around the world, as a way to help the Cuban people recover their most basic civil and human rights.
LA HABANA, Cuba - 26 de enero (Leonel Pérez Belette / www.cubanet.org) - Fidel Castro manifestó ante la prensa extranjera y la televisión nacional este miércoles que pretende acabar con lo que él denomina el puesto de mando de la oposición cubana, la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba. Además, formuló amenazas de romper las relaciones con el gobierno americano. Como pretexto, en esta ocasión trajo a colación la posibilidad de que el sistema judicial estadounidense pudiera liberar a posada Carriles, quien se encuentra detenido en ese país por presunta entrada ilegal.
En relación con la construcción de carácter secreto que se ha comenzado frente a la SINA, Castro dijo que se trataba de una ampliación de la Tribuna Antiimperialista, a la cual los cubanos denominan jocosamente Protestódromo. El mandatario no especificó más nada respecto a la construcción, para la cual ha congregado cuantiosos recursos y hombres que trabajan velozmente.
Muchas personas creen que se trata de un muro. Esto son rumores, basados en que muchos ciudadanos dan por seguro que lo que verdaderamente ha molestado a Castro es que la SINA, en días pasados, colocó una pantalla que transmite noticias internacionales al pueblo. Esto es considerado un pecado en una Isla donde se censura y limita toda información que venga desde el exterior, ya sea Internet, prensa plana, escrita, televisiva, o radial, entre otras formas de comunicación. Para estas personas, la liberación de Posada Carriles sólo viene a ser un pretexto para el show político.
Un arquitecto que pasaba por el lugar notó que los cimientos no son lo suficientemente profundos como para un muro, y agregó que se trata de una zona donde el mar penetra con bastante fuerza; por lo que se inclina a pensar que se trata de la zapata de una pantalla gigante. Esta teoría se avendría bien al concepto de guerra de los carteles que se ha puesto de moda.
En realidad ni muchos de los obreros que laboran en el lugar saben de qué se trata.
Una de las personas que pasaba me hizo notar que los carteles colocados por el gobierno hablan de las victimas de la voladura del avión cubano procedente de Barbados, pero que para nada mencionan las miles de personas que han muerto en el mar mientras escapaban del régimen. Tampoco hablan de los juicios sumarísimos, del cobarde hundimiento de un remolcador donde murieron niños y mujeres. Menos del sufrimiento diario del pueblo cubano.
Para concluir otra persona señaló que la estatua de José Martí colocada en el lugar se ha puesto verde a consecuencia del salitre, y que curiosamente esto ocurrió luego de que el gobierno calificara a las Damas de Blanco como "damas de verde".
Opinión
Carlos Alberto Montaner, Madrid
lunes 23 de enero de 2006
El 23 de diciembre de 2005, el señor Felipe Pérez Roque, ingeniero de cuarenta años de edad, ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, pronunció ante la Asamblea Nacional del Poder Popular un discurso importante. Era importante por el contenido, y, sobre todo, era importante para él, que —según el usualmente bien informado Financial Times— quedaba, de facto, consagrado como el heredero político de un Fidel Castro viejo y enfermo, a punto de cumplir los ochenta años, y, por consiguiente, próximo a la muerte, circunstancia muy delicada y amarga que no eludió el conferenciante.
Unánimemente, como suelen ocurrir las cosas en esa disciplinada institución —conocida sotto voce como el "Coro de los niños cantores de La Habana"—, todos los asistentes (entre los que no estaba Raúl Castro, por cierto), se pusieron de pie y aplaudieron enfervorizadamente en señal de aprobación.
A fin de cuentas, Pérez Roque había sido elegido como canciller, según nota oficial que en su día divulgó el gobierno, por ser la persona que con mayor fidelidad interpretaba el pensamiento del Máximo Líder. Por consiguiente, y sin la menor duda, el discurso por él leído reflejaba con una fidelidad clónica las ideas y razonamientos que Fidel Castro, ya con un pie en el estribo, mantiene tercamente instalados en su cabeza.
Obviamente, cuando los diputados aplaudían a Pérez Roque sabían que estaban aplaudiendo a Fidel Castro, como era su deber, y tampoco desconocían que la liturgia que adornaba al acontecimiento indicaba la consagración del canciller como delfín del viejo dictador.
A la mayoría no era algo que seguramente le agradaba, dado que Pérez Roque tiene fama de ser una persona dogmática e inflexible, sin legitimidad histórica por su corta edad, que no proviene del Ejército ni de la Seguridad, sino de ese irritante gobierno paralelo conocido como "Grupo de apoyo al Comandante", por el que pasó fugazmente, pero tampoco nadie podía oponerse a su designación sin ser inmediatamente arrollado y estigmatizado por el aparato de difamación y castigo del Estado.
Puestos a elegir a un diplomático en calidad de sucesor del Comandante, los diputados seguramente hubieran preferido a ese trágico personaje que es Ricardo Alarcón, pero quienes conocen a Castro saben que jamás ha confiado del todo en el contradictorio presidente del parlamento cubano.
Es verdad que los demócratas de la oposición son quienes sufren con mayor saña la intolerancia del régimen, pero no es menos cierto que la clase dirigente cubana tampoco posee el menor espacio dentro del sistema para manifestar sus preferencias, dudas, convicciones reales o contradicciones.
Si en el Partido o en el gobierno —no digamos en el seno de las Fuerzas Armadas— alguien intenta alzar su voz para manifestar la menor discrepancia con la línea oficial dictada por Fidel Castro, es inmediatamente barrido del escenario, como quedó muy claro hace ya muchos años con el viejo PSP, y como luego se reiteró en el caso del general Ochoa, o, de forma más benigna, como les sucediera más recientemente, por ejemplo, a Carlos Aldana y a Robertico Robaina, convertidos en unas asustadizas no-personas, permanentemente colocadas bajo la lupa de la Seguridad del Estado.
Talibanes contra pragmáticos
Por otra parte, la selección de Pérez Roque y el contenido del discurso parecen revelar el triunfo (provisional) de los jóvenes talibanes frente a los elementos más pragmáticos, presumiblemente reunidos en torno al raulismo.
Según todos los síntomas, tras la muerte de Fidel, su hermano Raúl, acompañado de los tecnócratas militares convertidos en empresarios desde hace casi veinte años, a los que se sumaba un buen puñado de familiares próximos, se proponían iniciar una tímida versión cubana de las reformas chinas, con cierto espacio para la pequeña empresa privada y una mayor atención para las apremiantes y olvidadas necesidades de consumo de los cubanos.
El raulismo, pues, con personas como el general Julio Casas Regueiro a bordo, tal vez hoy en desgracia, iba a dedicar menos importancia a los enfrentamientos ideológicos, como esa necia "batalla de ideas" —que no es más que una tertulia de amiguetes extremistas que repiten consignas machaconamente para desesperación de los aburridos telespectadores—, en beneficio de un más alto nivel de eficiencia, mayor tranquilidad en la esfera internacional y cierta prosperidad material para la población.
No es que los raulistas se plantearan la democratización de la Isla a la Gorbachov —lejos de ellos cualquier inclinación democrática—, sino que, tras medio siglo de locuras, estaban dispuestos a inyectar un poco de racionalidad y orden en la gerencia de la dictadura.
Aparentemente, Fidel Castro, aunque contrariado con esa previsible deriva ideológica, estaba más o menos resignado a que ocurriera esa "desviación burguesa" tras su inevitable desaparición física. No tenía forma de controlar el futuro de la revolución, una vez que Raúl y sus militares de confianza se apoderaran de todos los resortes del poder; pero ese panorama comenzó a cambiar en la medida en que Hugo Chávez emergía como el candidato ideal para recoger el testigo de las fantasías revolucionarias del viejo Comandante, trasformándose en el gran mecenas del radicalismo revolucionario internacional dentro de un mapa político latinoamericano que se escoraba a babor notablemente.
Fidel, pues, disponía de caja, heredero y doctrina para amarrar su cadáver al caballo y seguir combatiendo después de muerto, como cuenta la leyenda que sucedió con el Cid Campeador. Sólo le faltaba escoger a sus herederos y albaceas dentro de la Isla, y estos no podían ser los tibios revolucionarios de los primeros tiempos, biológicamente envejecidos y psicológicamente fatigados por casi medio siglo de fracasos y sobresaltos inútiles.
La doctrina la anunció Felipe Pérez Roque en Caracas, poco antes de su discurso del 23 de diciembre. Allí dejó establecidos varios principios que enunció con la certeza de quien formula una retahíla de silogismos: primero, el socialismo ya se había restablecido tras la traición moscovita y era posible continuar luchando por el triunfo de las ideas comunistas; segundo, el foco central de esa renovada revolución comunista planetaria se trasladaba al eje La Habana-Caracas; tercero, Estados Unidos entraba en un periodo de franca decadencia y se vislumbraba su derrota final; y cuarto, Hugo Chávez, ungido por el propio Fidel Castro, era el guía espiritual y material de esta nueva batalla librada para lograr un destino glorioso para la humanidad.
Poco después, también en Caracas, como para que no hubiera duda de por dónde iban los tiros, Carlos Lage anunció que Cuba tenía dos presidentes: Fidel Castro y Hugo Chávez. A lo que ahora se agrega que, muerto Fidel Castro, Pérez Roque será el virrey chavista de la Isla y administrador póstumo de la herencia política del Comandante hasta el hundimiento final del imperialismo yanqui.
El discurso de Pérez Roque
Es dentro de ese contexto, en fin, donde debe colocarse la designación de Felipe Pérez Roque. Estamos, insisto, frente a la derrota de la corriente pragmática a manos de la voluntarista, acaudillada por el propio Fidel.
Acerquémonos ahora al discurso del joven canciller y veamos qué quiso decir y por qué. Como se trata de un texto farragoso lleno de los habituales teques revolucionarios, démosle un poco de orden lógico acudiendo a los elementos de la estructura tradicional del llamado método DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades), aunque con un orden diferente.
1. El título revelador
El discurso tiene un título que resume la intención de su autor: Las premisas de una revolución irreversible. Así aparece en las publicaciones oficiales del gobierno. En realidad lo que quiere decir no es que la revolución sea necesariamente irreversible, sino que, para que efectivamente prevalezca y no se desintegre, la clase dirigente y el pueblo revolucionario tienen que ceñirse a tres premisas que Pérez Roque, como si fuera un escritor de suspense, mencionará al final del discurso. Ya llegaremos a eso.
2. Fortaleza: los logros de la política exterior
Tratándose del canciller, no es extraño que comience por un inventario de los logros de la diplomacia cubana y de cómo ha conseguido burlar el aislamiento internacional y ganar batallas diplomáticas contra el "bloqueo" norteamericano. Anuncia que Castro vuelve a la presidencia del fantasmal "Movimiento de los Países No Alineados" —una extraña reliquia de la Guerra Fría carente de significación— y esquiva la derrota sufrida en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra enterrándola en medio de una catarata de dicterios contra Estados Unidos.
Ni por asomo se le ocurre cuestionar la racionalidad de mantener como leit motiv de la revolución una costosa y estridente política exterior, consagrada desde hace medio siglo a una inútil cruzada antiyanqui, cuando lo sensato hubiera sido buscar alguna suerte de entendimiento con un vecino que ya aloja a dos millones de personas de origen cubano, anualmente le proporciona veinte mil visas de residente a los cubanos más desesperados, autoriza el envío de más de mil millones de dólares en remesas, y es, simultáneamente, el primer vendedor de productos agrícolas de la Isla a precios generalmente subsidiados dentro del territorio de Estados Unidos.
Es verdad que la dictadura cubana ha sobrevivido a 10 presidentes norteamericanos, pero ese dato sólo indica dos cosas: primero, que Washington, en realidad, desde la muerte de Kennedy en 1963 no se ha esforzado seriamente en desalojar a la revolución del poder, simplemente porque se trata de una incomodidad menor perfectamente llevadera que se disolverá con el paso del tiempo.
¿Duda alguien de que, a partir de 1992, desaparecida la URSS, si Estados Unidos hubiera tenido la voluntad de invadir la Isla nadie hubiera podido impedirlo?
En segundo lugar, demuestra la infinita terquedad del Comandante para negociar flexible e inteligentemente. Entre esos 10 presidentes, por ejemplo, estuvo el pragmático Richard Nixon, que se retiró de Vietnam e hizo las paces con China: ¿por qué Castro no pactó con Nixon, flexiblemente, el levantamiento del embargo y el fin del enfrentamiento entre los dos países?
Pero después de Nixon la oportunidad fue aún mayor: Jimmy Carter —el mismo Jimmy Carter que Pérez Roque llenó de elogios en su discurso— llegó a la Casa Blanca pletórico de buenas intenciones y sin el menor compromiso con los cubanos exiliados, que en aquella época (fines de los setenta, principios de los ochenta) ni siquiera contaban con una oficina de lobby en Washington.
¿Por qué Castro no quiso forjar una suerte de razonable modus vivendi con su poderoso vecino que le permitiera a su gobierno dedicar sus energías a una causa menos absurda que combatir incesantemente a la primera potencia del planeta?
¿Sería que no le interesaba el levantamiento del embargo y una relación estable y madura con Estados Unidos, como le confesó a José María Aznar, el ex presidente del gobierno español?
¿O será que Castro, eterno camorrista, convirtió su personal obsesión antinorteamericana en la causa artificial de todo un pueblo que, lejos de odiar a Estados Unidos, ya ha trasladado a ese país al veinte por ciento de la población, y, si se lo permitieran, instalaría allí al ochenta?
¿Se le preguntó alguna vez al pueblo cubano si quería dedicar tanta energía y tantos recursos a una ocupación tan absurda y empobrecedora como combatir sin tregua a un vecino riquísimo, con el que otras naciones (como China, por ejemplo) mantienen buenas relaciones, pese a las diferencias políticas que las separan de Washington?
3. Fortalezas: la solidaridad y el altruismo
Como muestra de la superioridad moral de la revolución —que para Pérez Roque es una prueba de su fortaleza—, el canciller detalla las muestras de solidaridad dadas por el gobierno a lo largo de su prolongada historia. Ahí comparecen 208.000 pacientes operados de la vista, 45.000 extranjeros procedentes de 120 países graduados en las universidades, 2.000 combatientes muertos en Angola (no menciona los de Etiopía) y 25.000 médicos, dentistas y técnicos de salud que hoy prestan sus servicios en diferentes partes del mundo.
A este cuadro de generosidad y desinterés, Pérez Roque, que súbitamente se trasforma en un gandhiano defensor de las víctimas de la represión, contrapone el repugnante espectáculo norteamericano: un gobierno de torturadores y asesinos que se atreve a maltratar a los prisioneros, que no respeta el medio ambiente, invade otros países, viola los derechos humanos y se hace algo tan deleznable como escuchar ilegalmente las conversaciones de los ciudadanos, actos, seguramente, que no suceden en Cuba, ese modelo de respeto por la dignidad y la intimidad de las personas, como pueden atestiguar, por ejemplo, las docenas de detenidos durante la "primavera cubana" de 2003 o las admirables Damas de Blanco.
¿Para qué establece Pérez Roque ese contraste o contrapunteo? Muy sencillo: para explicar por qué Estados Unidos supuestamente desea la destrucción de la revolución. Según Pérez Roque, "Cuba es un peligro [para Estados Unidos] por su ejemplo, es un peligro de tipo moral, ético, porque Cuba encarna que se puede construir un mundo mejor".
Ahí está, pues, redondeado el teorema y localizado el origen de todo este despropósito: la revolución cubana, o sea, Fidel Castro, es el Bien, mientras Estados Unidos es casi la idea platónica del Mal. Estados Unidos, pues, como Príncipe de las Tinieblas, pretende destruir a la revolución, que es la encarnación del Bien, dado que su líder, Fidel Castro, es el Príncipe de la Luz.
Aquí estamos ante una de las claves del mesianismo de Fidel Castro. Para Fidel Castro el antiyanquismo es una misión religiosa y su combate se inscribe dentro de esa clave teológica. Como gran narcisista, el Comandante, que habla por boca de Pérez Roque, se siente dotado de una irreprimible pulsión altruista. Siente que está hecho de la madera de los grandes santos puestos sobre la tierra para cambiar el destino de la humanidad.
Más aún: él sabe lo que hay que hacer para que cada hombre y mujer sean felices y dichosos. Lo sabe mejor, además, que todos los hombres y mujeres a los que desea hacer felices según sus infalibles criterios.
Él es el Bien. Pero tiene un enemigo, el Lucifer americano, que lo adversa, como siempre ocurre, y debe dedicar toda su vida a combatirlo en una épica batalla cósmica, ya sea en el terreno de las guerrillas y el terrorismo, o en el de las operaciones de catarata, porque todas estas acciones son escaramuzas de una guerra universal e interminable a la que consagra todos los segundos de su ajetreada vida.
El problema es que la personalidad mesiánica y narcisista de Fidel Castro no tiene nada que ver con la realidad de Cuba, y mucho menos con la circunstancia de cada cubano individualmente.
Es cierto que vivimos en un mundo imperfecto en el que nunca sobran la solidaridad y el altruismo, pero si las operaciones de la vista que hacen en Cuba sirvieran para curar la ceguera psicológica que sufre el Comandante, en vez de un ejército de heroicos combatientes siempre dispuestos al sacrificio, vería a una sociedad empobrecida y molesta, hambreada e incómoda, que no desea servir de carne de cañón en guerras africanas, que no puede entender por qué su gobierno gasta fabulosas cantidades de recursos en educar extranjeros, mientras en medio siglo de planes quinquenales y otras ensoñaciones no ha podido solucionar problemas tan elementales y básicos como el agua potable, la electricidad, el transporte, la alimentación y la vivienda.
El santo Castro, siempre dedicado a las grandes hazañas de la historia, o Pérez Roque, el muñeco de ventrílocuo que en estos días sienta en sus magulladas rodillas, no comprenden (porque el narcisismo es una patología que nubla el entendimiento y borra al otro del campo de visión) la infinita tristeza de los ingenieros, maestros, médicos, oficiales del ejército o abogados que, mientras en todo el planeta alcanzan con su trabajo formas dignas de existencia, en Cuba viven como unos miserables, esperando autobuses destartalados durante horas, para poder llegar a unos hogares descascarados, agrietados y mal iluminados —cuando hay iluminación— en los que los van a recibir unos alimentos escasos y aburridos.
Y así durante, semanas, meses, años y décadas, porque los cubanos ya han aprendido la peor lección que puede transmitir un sistema: la convicción de que no hay esperanzas porque siempre estaremos igual o peor.
4. Debilidades y peligros: el desgaste de las revoluciones
A partir de este punto, cuando Pérez Roque ya ha dado el do de pecho triunfalista, comienza a anotar las debilidades y peligros: las revoluciones se debilitan con el paso del tiempo. Le ocurrió a la francesa y a la soviética. No menciona la norteamericana, porque ahí está la primera república moderna todavía invicta y triunfante, más vigorosa que nunca, y Pérez Roque esquiva el ejemplo.
Lo que intenta decir es que la revolución cubana mantiene toda su fuerza original. ¿Por qué? La respuesta a este curioso fenómeno de conservación de energía la encuentra en una frase de García Márquez: "La explicación de Cuba es que Fidel es al mismo tiempo el jefe del gobierno y el líder de la oposición".
Obviamente, si la fuerza oculta que mantiene la tensión revolucionaria es la actuación dialéctica (¿bipolar?) de Fidel Castro, ora desde el gobierno, ora desde la oposición, lo presumible es que, una vez desaparecido Castro, esa tensión decaiga.
En realidad, hay algo de cierto en la observación de García Márquez y Pérez Roque, pero no es exactamente lo que ellos perciben. Fidel Castro le ha impuesto su sello personal a la revolución y la ha dotado de un estilo, pero no por su condición de Gran Opositor Único, sino por las incesantes crisis que provoca y soluciona.
Castro, que emocionalmente jamás ha rebasado la etapa juvenil de la protesta callejera, más que el Máximo Líder, es un cheerleader, un Máximo Agitador que se alimenta de las polémicas y las confrontaciones, mientras dedica una parte sustancial de su vida a pelear con medio mundo y a derrotar adversarios reales o fingidos, persuadido de que gobernar sabiamente es mantener al "pueblo combatiente" desfilando frente a una tribuna con unas banderitas en las manos mientras corea consignas estúpidas.
¿Es eso lo que hará Pérez Roque cuando le toque dirigir a la revolución en el terreno político? ¿Será el suyo otro sudoroso gobierno mitinero, sembrado de pancartas y consignas huecas? ¿Pondrá metas económicas irreales, como la zafra de los 10 millones para sacudir al pueblo? ¿Creará unos crueles conflictos migratorios, como los balserazos de 1965 (Camarioca), 1980 (Mariel) y de 1994, saldados con cientos de ahogados?
¿Buscará una anécdota dolorosa —el horror por el que pasó el pobre niño Elián— para construir una causa vibrante que supuestamente vertebre la fibra nacionalista de los cubanos? ¿Se va a dedicar a esas idioteces, como su maestro, mentor y guía? ¿Se ha dado cuenta Pérez Roque que entre los aproximadamente 200 gobiernos que en el planeta regulan la vida de más de seis mil millones de personas, ninguno tiene un comportamiento tan extravagante y banal como el cubano?
5. Debilidades y peligros: el distanciamiento de la juventud
Pérez Roque y Castro ven también signos de debilidad revolucionaria entre la juventud. Y es cierto: los jóvenes cubanos son apáticos, no están interesados en que les cuenten otra vez la historia del cuartel Moncada y del desembarco del Granma. Esas son unas referencias antiguas y pesadas que no quieren oír. ¿Por qué extrañarse? Es como si a la generación que presenció el fin del batistato la hubieran mortificado sin tregua con la remota anécdota de la guerrita de agosto de 1906. El destino de todo ritornello es ése: pasar inadvertido después del segundo compás.
Pero lo asombroso es el argumento con que Pérez Roque explica este fenómeno: según su texto, las carencias extrema del período especial fomentaron en los más jóvenes una actitud individualista de sálvese el que pueda. Según él, lo que separa a los jóvenes de la revolución es el odiado consumismo, esa tentación, por lo visto inmoral, de vivir mejor rodeado de objetos agradables y desear una existencia cómoda.
Esos jóvenes son tan ciegos, según Pérez Roque, que ni siquiera pueden valorar la vida maravillosa que les otorga la revolución, con la educación, la salud y el techo precariamente resueltos, y comienzan a soñar con un sistema más eficiente y productivo, como el capitalismo, cuando lo que los yanquis impondrían en Cuba a sangre y fuego es un modelo de vida como el haitiano.
Pérez Roque no explica por qué los cubanos laboriosos y emprendedores no pueden aspirar a tener una casa cómoda, con piscina, gimnasio y jardín, como la que posee Ramiro Valdés en Santa Fe, o un yate magnífico como el que siempre aguarda a Raúl Castro en Varadero. Porque es verdad que los cubanos de a pie reciben atención médica, pero en hospitales destartalados y sin medicamentos, mientras la cúpula dirigente disfruta de buenas y exclusivas instalaciones en donde no faltan los últimos equipos tecnológicos.
También es cierto que los cubanos tienen acceso a escuelas, y, si no se muestran rebeldes, a la universidad, pero ellos saben que en el loco sistema económico impuesto al país, un título universitario vale mucho menos que un empleo de camarero en un hotel para turistas.
Esos muchachos que hoy desprecian a la revolución y ansían otra forma de organizar la economía y el Estado, más rica, racional y libre, hablan con los turistas y se sorprenden (y avergüenzan) cuando un sencillo enfermero italiano o una maestra española de bachillerato, de visita en la Isla, les cuentan que ellos tienen automóviles, computadoras y viviendas bien acondicionadas, porque con sus estudios y el esfuerzo que realizan forman parte de las clases medias de esas naciones.
Pero cuando esa sorpresa llega a la estupefacción, es cuando les oyen decir que en sus países leen lo que les da la gana, escuchan la música que se les antoja, piensan y dicen lo que les parece, critican sin límites ni consecuencia al gobierno, militan en el partido político que más les gusta, viajan al extranjero sin pedirle permiso a nadie, y deciden con total autonomía qué quieren hacer con sus vidas.
Y si esos muchachos son avispados, no tardan en descubrir que en 1959, cuando comenzó la revolución, España era bastante más pobre que Cuba, mientras Italia tenía un per cápita similar, aunque menos oportunidades de trabajo, como se demuestra en el signo migratorio de aquellos tiempos. Cuando comenzó la revolución, en el consulado de Cuba en Roma había más de diez mil solicitudes de italianos que querían marchar a la Isla a abrirse paso, mientras entonces eran muy pocos los cubano dispuestos a viajar en la otra dirección.
Los jóvenes cubanos, sencillamente, no son idiotas, y saben que el pretendido imperialismo yanqui no le impone a ningún pueblo la miseria, y, por el contrario, como Washington ha anunciado a bombo y platillo, tanto durante el gobierno de Bill Clinton como en el de George W. Bush, el pueblo americano se dispone a ayudar generosamente a la transición cubana con miles de millones de dólares, con el objeto, entre otros fines, de estabilizar la situación económica en la Isla y así evitar el posible éxodo masivo de hacia Estados Unidos.
Si Estados Unidos deseara imponerles la pobreza a sus vecinos, idea obviamente absurda, ¿por qué le presta a México veinte mil millones de dólares en un momento de crisis, en lugar de zampárselo de un bocado imperial? Y, ¿por qué, además, admite y hasta fomenta con sus propias inversiones una balanza comercial inmensamente favorable a los mexicanos?
Los jóvenes cubanos conocen el ejemplo de España, el de Chile, el de los cuatro dragones de Asia, el de Irlanda, últimamente, el de Islandia. Aprendieron por Radio Martí, por lecturas clandestinas y por conversaciones ilustradas, que los países que han abandonado el subdesarrollo y hoy tienen un envidiable nivel de prosperidad han forjado esos triunfos con una combinación de libertades económicas y políticas, apertura comercial, buenas relaciones con el primer mundo, y un modelo democrático liberal en el que se potencian la existencia de propiedad privada y el fuego creador de los individuos.
Ellos saben que un país como Cuba, con ochocientos mil graduados universitarios y una población alerta y trabajadora, como han demostrado los exiliados, en el curso de una generación se pondría, junto a Chile, a la cabeza del desarrollo de América Latina, y no en la cola al costado de Haití.
6. Debilidades y peligros: blindarse para cuando falte Fidel
¿Cómo conjurar los peligros cuando falte Castro y salvar a la revolución? Es aquí, al final de su alocución, donde Pérez Roque formula las tres premisas que deben cumplirse para lograr la permanencia sin cambios del régimen. La primera de esas premisas es mantener firmemente el liderazgo moral sobre la población. Hay que predicar con el ejemplo.
Pérez Roque comienza el asedio a su propuesta regresando al tema de la detectada alienación de los jóvenes. Este peligro del desencanto juvenil aumenta en la medida en que se acerca la hora de la muerte de Fidel Castro, incluso de Raúl, a quien Pérez Roque, sin gran convicción, también introduce fugazmente en el panteón de los próceres.
¿Qué propone Pérez Roque para cuando llegue ese aciago día del desamparo? Algo que, en principio, no parece descabellado: contar con una dirigencia que dé el ejemplo con la austeridad, la ausencia de privilegios y la honradez, porque (supuestamente) la columna de fuste sobre la que descansa el apoyo a la revolución es de carácter moral.
No, no es Abelardo Colomé Ibarra con su implacable aparato represivo el sostén básico del gobierno y del sistema. No, no son los Comités de Defensa de la Revolución, siempre vigilantes y dispuestos a la delación y al acoso a los desafectos. No, no son las Brigadas de Respuesta Rápida y los actos de repudio contra los disidentes. Tampoco los expeditos tribunales revolucionarios y el infinito poder de la Seguridad tienen nada que ver con la sumisión bovina de ese pobre pueblo.
Según el ingenuo Pérez Roque, el pueblo obedece y ama a los líderes porque le seduce el maravilloso influjo ético de la abnegada clase dirigente encabezada por Fidel Castro, un hombre que vive modestamente en las veinte casas que se auto-asignó, y que siempre paseó humildemente en el lujoso yate que le regaló el Parlamento o en los dos aviones repletos con su séquito con que se traslada al extranjero en sus infinitamente costosas giras internacionales.
La segunda premisa de Castro-Pérez Roque se deriva de la primera: como consecuencia del liderazgo ético de la clase dirigente, las masas mantendrán su supuesta adhesión al sistema producto de la admiración moral, porque los estímulos materiales siguen siendo despreciables y contraproducentes.
Castro no se ve a sí mismo como un tirano temido, como Trujillo o Franco, sino se ve y se juzga como un inspirador modelo moral. Es increíble que Pérez Roque, que ni siquiera se atreve a hablar con su cuñada exiliada, ni permite que su esposa la llame —una médico decente y trabajadora, hija de Jaime Crombet—, no quiera entender (o no pueda admitir) que el principal factor de cohesión que mantiene la autoridad en manos de Castro, y por delegación en el gobierno, como ocurre en toda dictadura totalitaria, es el miedo.
Y es aún, más increíble que suponga que el sentimiento que Fidel Castro inspira en la clase dirigente y en la sociedad cubana es la admiración por su conducta ejemplar, y no lo que realmente ocurre: lo que los mantiene unidos es el pavor que Castro les inspira a sus subordinados inmediatos y mediatos, como en voz muy baja a veces confiesan a amigos muy íntimos algunos de los diputados reunidos para oír y aplaudir su discurso.
Ese terror profundo que hace que hasta Raúl Castro a veces tenga que servirse de García Márquez para darle a Fidel un mensaje o una opinión, porque ni siquiera el (supuestamente) segundo de a bordo se atreve a decirle lo que piensa por temor a sus explosivas represalias.
Cumplidas las dos premisas previamente descritas (el ejemplo moral y el consiguiente apoyo popular que éste generaría), queda la tercera: no ceder en el tema de la propiedad privada. Insistir en el colectivismo y en el capitalismo de Estado. ¿Por qué se aferran Castro y Pérez Roque a un modelo tan probadamente fracasado? Porque si cambia el régimen de propiedad y se introduce una suerte de economía de mercado, con empresarios privados, según ellos, se pierden la revolución, el Estado y hasta la nación, "porque Cuba sería absorbida, Cuba sería convertida en un municipio de Miami".
Colofón
En realidad, esto último no es una estupidez, sino algo peor: una coartada para justificar el más grosero inmovilismo. Cuando cambie el régimen, ese absurdo sistema de estabular y empobrecer a la sociedad dará paso a algo que la inmensa mayoría de los cubanos desea: libertades económicas y políticas.
Desaparecerá, es cierto, felizmente, la revolución, pero no el Estado, que se acogerá a un diseño institucional libremente decidido por los cubanos, mucho más hospitalario, eficiente y respetuoso con los ciudadanos. Y la nación sobrevivirá como una entidad independiente, pero en paz y armonía con todos sus vecinos, pues se habrán terminado el aventurerismo y el mesianismo.
¿Qué hace falta para llegar a ese punto? Exactamente lo que más temen Castro, Pérez Roque y el resto de esa minoría dogmática que controla el gobierno: un pacto serio y maduro entre los reformistas del régimen ocultos entre los políticos, militares, administradores, militantes del partido comunista y las organizaciones de masas, y los demócratas de la oposición interna y externa, para llevar a buen puerto la transición, sin vencedores ni vencidos, sin represalias ni pases de cuenta. Algo parecido a lo que sucedió en España, en Hungría o en Checoslovaquia. Sencillamente, ese experimento fracasó y es la hora de darle sepultura ordenadamente con todos los cubanos y para bien de todos los cubanos.
* Dedicado a Ramón Saúl Sánchez, quien en Miami se jugaba la vida en una huelga de hambre por defender el cumplimiento de la ley americana y el derecho de todos los cubanos, mientras yo escribía estos papeles en Madrid.
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