lunedì, maggio 15, 2006

El comercio de cabotaje en Cuba

El comercio de cabotaje en Cuba

Richard Roselló

LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - Cuba, comparada con otras islas del Caribe, posee la mayor longitud en sus costas, que cuentan con grandes bahías, puertos, ensenadas, ríos y esteros de fácil arribo. Esto permitía en los tiempos de España que la comunicación marítima de cabotaje alrededor del archipiélago fuera una de las vías más aprovechadas de las comunicaciones en la historia de la marina cubana.

Como resultado de la expansión del comercio, el número de buques de cabotaje se fue tomando auge en todo el país a partir del segundo cuarto del siglo XIX, cuando Cuba era el primer exportador mundial de azúcar, tabaco y café.

Cifras estadísticas señalan que para 1839 contábamos con 887 barcos entre goletas, pailebot y balandras, que hacían viajes locales y nacionales. De ellos, 701 pertenecían a la navegación de la costa norte de Cuba comunicándose a través de los puertos de Arroyo de Mantua, Cabañazas, Mariel, La Habana, Puerto Escondido, Matanzas, Santa Cruz, Caibarien, Nuevitas, Bariay y Nipe, mientras otros 186 hacían su ruta por el sur, entre los puertos de la Coloma, Batabanó, Gerona (en isla de Pinos), Casilda, Manzanillo y Santiago de Cuba.

Durante 1840 las cifras indican que el número de buques que surcaban la bahía de La Habana era de 134, añadiéndole siete barcos de vapor, tres de ellos acondicionados al transporte de pasajeros, lujosamente diseñados con camarotes muy elegantes, personales y de parejas, y cuatro embarcaciones más para cargas de todo tipo.

Esta necesidad del transporte de cabotaje estaba satisfecha en lo posible, pues los barcos de vela dedicados a este tráfico aumentaron en la medida que los agricultores decidieron abrir caminos terrestres accesibles a las costas para garantizar una rápida vía para sus productos al mercado, e incluso, barcos muy especializados en mercancías ya existían desde siglos atrás en Cuba para el traslado de cueros de ganado, maderas y mieles.
De manera que el movimiento de nuestra marina fue fortaleciéndose, y tanto que, los buques podían entregar sus mercaderías a los puertos y costas y, a su vez, retornar cargados, con lo cual se economizaba y abarataban los viajes.

De hecho, al fomentarse una nueva finca agrícola, se abrían nuevos potreros, se extendía la producción de azúcar, se incrementaba el consumo de tabaco, café y otras materias primas, se abrían a estas demandas nuevos puertos de cabotaje por lo que dejaba de ser el puerto habanero zona exclusiva de barcos procedentes de Europa, América y África, con las consiguientes ventajas de llevar los frutos a otros puertos de la isla.

Es así que comenzó a habilitarse un puerto tras otro, y a lo largo de nuestras costas fluía un intercambio de productos extranjeros a cambio de las producciones nacionales de la agricultura y la industria que superaron siempre el abastecimiento sobre la demanda.

Un toque de primordial avance fue la llegada del ferrocarril en 1837. Su presencia se extendió años después a todo el país, llevando incluso hasta la cabecera de las costas, todas las mercancías producidas por las poblaciones del interior, lo que aceleraba el ramo de las comunicaciones marítimas y a las facilidades, que a su vez, le brindaban las terrestres y ferroviarias.

Al mediar el siglo XIX existían buques capaces de cargar hasta 800 cajas de azúcar, cuatro veces más de las que anteriormente se transportaba. No obstante, la incertidumbre de los vientos la hacían demorar, y el azúcar, principal riqueza de los cubanos, se estancaba en los puertos durante días, lo que aumentaba los costos de estadía. Como respuesta a esta situación, se destinaron unos buques de poco calado denominados Propeller que fueron barcos de vela de fondo plano y con máquina de vapor pequeña, cuya ventaja, les permitía navegar por estrechos canales que formaban los cayos de la costa norte y, sur oriental, haciéndose la navegación más segura.

Un cálculo de la época estimaba que aquellos Propellers realizaban una tercera parte más que los viajes que comúnmente hacían los buques de vela en esa ruta.


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