lunedì, marzo 20, 2006

Revista Cambio.com - ¿Embajador o espía?

¿Embajador o espía?
Un documento entregado por Estados Unidos a Colombia advierte sobre la trayectoria del Embajador de Cuba, José Antonio Pérez.



La reunión habitual de los comandantes de fuerza con su jefe, el ministro de Defensa, Camilo Ospina, transcurría según lo previsto ese martes 14 de marzo, hasta cuando fue interrumpida por una visita que no estaba en la agenda de la sesión. El embajador colombiano en La Habana, Julio Londoño Paredes, y dos asesores de la Cancillería ingresaron al salón y tomaron asiento. Tras los saludos y presentaciones de rigor, el Ministro agradeció la presencia de los dos funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores, pero acto seguido les pidió que se retiraran de la sala de juntas. "Vamos a tratar un tema muy delicado y espero que me entiendan", les dijo.

Cuando la puerta se cerró de nuevo, Ospina retomó la palabra para contarles a los generales la razón de la visita de Londoño. Hubo una mal disimulada sorpresa cuando les dijo que el Departamento de Estado de Estados Unidos, basado en informes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), había preparado un minucioso documento que llegaba a la conclusión de que el embajador cubano en Colombia, José Antonio Pérez Novoa, no sólo tenía una larga trayectoria en el mundo clandestino del espionaje, sino que desde de su llegada a Bogotá, en noviembre de 2005, desarrollaba una agenda oculta.

La existencia del dossier había sido revelada una semana atrás por el embajador estadounidense, William Wood, a la canciller Carolina Barco, durante una audiencia en el Palacio de San Carlos, solicitada con cierta premura por el diplomático norteamericano. "El tema preocupa a Washington y, según Wood, debía también preocupar a Colombia", le dijo a CAMBIO un alto funcionario colombiano, conocedor del asunto. La revista quiso obtener de parte de la embajada una reacción oficial frente al caso, pero el viernes en la mañana recibió una respuesta limitada a tres palabras: "No hay comentarios".

Sin embargo, CAMBIO pudo establecer que los datos contenidos en el documento de Washington eran lo suficientemente específicos como para que la Canciller pidiera que expertos en Inteligencia del Gobierno los analizaran. Por esa razón, el sensible asunto llegó el martes 14 de marzo a consideración del Acuerdo de Generales, como se denomina la reunión que semanalmente sostienen los oficiales de mayor graduación de las Fuerzas Militares y de la Policía, con el ministro Ospina y sus dos viceministros, Jorge Mario Eastman y Hernán Sanín.

Su estudio ameritaba el aporte de un experto que, como Londoño, coronel retirado del Ejército y el diplomático con mayor formación en el país, estuviera en capacidad de hacer un juicio ponderado sobre las supuestas intenciones ocultas del régimen de Fidel Castro frente a Colombia, denunciadas en el documento producido en Washington. En pocas palabras, el escrito revelaba, además del extenso historial del supuesto espionaje del diplomático cubano, su misión en Colombia, a donde llegó a finales del año pasado. La articulación de redes de espionaje y la posible creación de comandos afectos al presidente venezolano Hugo Chávez en varias regiones del país, hacen parte de los señalamientos contenidos en el documento entregado por Wood al gobierno colombiano.

El dossier


Camilo Ospina

El asunto resultaba por sí solo enormemente delicado, pues La Habana y Bogotá mantienen cordiales relaciones desde cuando éstas se restablecieron a principios de los 90, tras una década de suspensión y mutuo retiro de embajadores, por cuenta del entrenamiento en territorio cubano de guerrilleros del M-19, que desembarcaron en diferentes puntos de la Costa Pacífica tras pasar por Panamá, durante la administración de Julio César Turbay Ayala.

"Las relaciones van más allá de la formalidad, pues el gobierno de Fidel Castro ha contribuido de modo significativo a generar el ambiente y la confianza necesarios para sacar adelante el proceso encaminado a una negociación con el Eln", le dijo el jueves a CAMBIO una alta fuente de la Casa de Nariño, consultada sobre el tema. "Y ésa no es la única tarea en la cual Cuba ha contribuido y por la cual estamos muy agradecidos", agregó. De ahí que, en el análisis de la información recibida por las autoridades colombianas, no había lugar a ligerezas.

El embajador en Cuba, Julio Londoño, fue invitado al acuerdo de comandantes.

Antes de decantar la información, el Acuerdo de Generales examinó con detenimiento la trayectoria del diplomático cubano y no tuvo dudas de que se trataba de un hombre con amplio recorrido y hecho a la medida de misiones diplomáticas en países de conflicto. Con una carrera 30 de años en el servicio exterior, este experto en Ciencias Políticas y reconocido historiador educado en Francia, cumplió su primera misión en Etiopía de 1976 a 1979.

Allí llegó prácticamente bajo el fuego, en momentos en que Jimmy Carter, recién posesionado como presidente de Estados Unidos, amenazaba con cortar toda ayuda a Etiopía, si la junta militar que había derrocado a la monarquía dos años atrás no ponía fin a una cruenta represión contra los opositores. Sin embargo, pocos días después de la advertencia, una nueva facción rebelde, surgida del seno de la junta militar, asesinó a su presidente, general Teferí Bantí. Su sucesor, el mayor Hailé Mariam Mengistu, hizo caso omiso a las advertencias de Washington y, con el apoyo y la directa injerencia de Cuba, se alineó con la Unión Soviética.

Según los documentos analizados por Washington, en los cuales se basa el memorando entregado al gobierno colombiano, José Pérez Novoa, entonces embajador cubano en Addis Abeba, habría jugado un papel significativo en el golpe que dio Mengistu y que le permitió concentrar en sus manos el control del Consejo Militar Administrativo Provisional, máximo órgano del Ejecutivo revolucionario etíope.

Mengistu se alineó de inmediato con Cuba y la Unión Soviética, y la región se convirtió en uno de los frentes críticos de la guerra fría. La estabilidad duró poco, pues la vecina Somalia, con ayuda de Occidente, quiso anexarse la región de Ogaden y, al mismo tiempo, los secesionistas de la región de Eritrea reactivaron, también con apoyo de Occidente, sus actividades armadas.

Durante la guerra que se desató, Pérez Novoa trabajó de manera incansable para apoyar al régimen de Mengistu. Contó para ello con la colaboración del general Arnaldo Ochoa, prestigioso militar cubano y jefe de la misión militar de Castro en Addis Abeba. Una serie de memorandos secretos redactados entonces por el embajador soviético en Etiopía, Anatoly P. Ratonov, y revelados años después del hundimiento de la Unión Soviética, dan cuenta del activo papel desempeñado por Pérez Novoa y el general Ochoa en el apoyo militar -con armas y entrenamiento- a las fuerzas de Mengistu, y en la asesoría política al régimen para conformar un partido de gobierno que, además de los líderes marxistas y las fuerzas obreras y campesinas, contara con el apoyo de la precaria burguesía local.

De la lectura de los memorandos de Ratonov, analizados por Washington entre otros documentos, se deduce que Pérez Novoa prácticamente cogobernaba a Etiopía. En uno de ellos, Ratonov llega incluso a quejársele al embajador cubano porque, al parecer, éste y el general Ochoa le están dando armas a Mengistu, en momentos en que Moscú patrocina un negociación entre el régimen etíope y sus enemigos somalíes.

Otras tareas


Carolina Barco y William Wood
La segunda prueba de obstáculos la sorteó Pérez Novoa como embajador en India, de 1981 a 1987, al conseguir un doble objetivo: evitar que ese país se sumara al bloqueo impuesto por Estados Unidos a Cuba y lograr que la premier Indira Gandhi asumiera, en 1983, la presidencia del grupo de Países No Alineados, una agrupación de estados que durante la guerra fría no tenían alianza formal con ninguna de las dos potencias tradicionales: Estados Unidos y la Unión Soviética. Un año más tarde, le tocó presenciar el asesinato de la líder a manos de su guardia de seguridad.

Sin eludir confrontaciones con Washington, el embajador Pérez asumió en 1989 la representación de Cuba ante Naciones Unidas en Ginebra. En medio de un enfrentamiento público con los representantes de Estados Unidos y después de que Washington consiguiera una condena contra Cuba y la designación de un relator para ese país por parte de la comisión de derechos humanos de la ONU, presentó una proposición que buscaba abrir paso a un juicio contra el gobierno estadounidense, también por el tema de derechos humanos. Aunque fue derrotado en forma abrumadora, los medios de comunicación hicieron eco a sus enardecidas diatribas contra la Casa Blanca.

Pero su verdadero regreso a la actividad que, según las autoridades estadounidenses, va más allá de lo diplomático, se dio cuando fue nombrado Embajador en Ghana, con funciones concurrentes en Sierra Leona y Liberia, dos países sumidos en terribles guerras civiles. Según Washington, el papel desempeñado en esos años -1998 a 2002- por Pérez Novoa fue clave como "elemento desestabilizador" cuya tarea primordial era la de apoyar a los grupos armados del área enemigos de Washington.

A Bogotá


Julio Londoño

Con el foco puesto en él desde sus años en Etiopía, los servicios de Inteligencia de Estados Unidos reactivaron todo su interés en Pérez Novoa tras su estadía en Ghana y sus misiones en Liberia y Sierra Leona. Debido a esos antecedentes y alguna información reciente sobre su misión en Colombia, la CIA y el departamento de Estado en Washington están convencidos de que este hombre, de 61 años, nombrado el 14 de octubre de 2005 embajador en Colombia por parte del Consejo de Estado de su país, ha venido a Bogotá con intenciones desestabilizadoras.

Pero, ¿qué entiende la administración Bush por "intenciones desestabilizadoras"? Según la información recopilada por CAMBIO, la CIA asegura que posee informes confiables de que Pérez Novoa busca establecer una fuerte red de apoyo en Colombia para el eje conformado por Hugo Chávez en Venezuela y por el recién posesionado presidente boliviano Evo Morales. "Esas redes incluyen, claro está, a las Farc -comentó una fuente militar colombiana-, pues desde el episodio Granda, Venezuela y las Farc no están pudiendo cooperar como lo desearían, así que la tarea de restablecer las conexiones la tendría, según lo que dicen los informes de Estados Unidos, el señor Pérez Novoa".

EE.UU. sabe de Pérez desde cuando fue embajador en Etiopía hace 30 años.

El análisis del documento suscitó dos tendencias en el seno de la cumbre de comandantes que ese martes sesionaba en el Ministerio de Defensa en Bogotá. Una moderada, de la que hacía parte el embajador Londoño, que consideraba sobredimensionadas las apreciaciones estadounidenses sobre el embajador cubano y estimaba que el enviado de La Habana no tendría mucho que espiar en Colombia, pues aquí no se guarda ningún secreto militar. "Lo máximo que se podría espiar es que vamos a comprarle a Brasil unos aviones nuevos Embrear", dijo a CAMBIO uno de los asistentes. La otra, más beligerante, sugería divulgar el documento como una fórmula para desactivar los eventuales planes secretos de Cuba. "Estamos ante un espía profesional, enfundado en un ropaje de diplomático no menos profesional y hábil", comentó otro de los participantes en la reunión.

CAMBIO estableció también que el embajador Londoño Paredes consideró importante el contenido del documento entregado por su similar estadounidense, pero pidió mesura y moderación para preservar el buen ambiente que reina en las relaciones entre Bogotá y La Habana, desde que éstas se restablecieron en tiempos del presidente César Gaviria. Quienes comparten esta línea de pensamiento destacan que las actividades del diplomático en décadas pasadas, se enmarcaban en la guerra fría y el declarado propósito de los embajadores cubanos de promover la revolución en el Tercer Mundo.



La misma línea moderada subrayó lo valiosos que han resultado hasta ahora los aportes del régimen de Fidel Castro para facilitar los recientes acercamientos de paz con el ELN. Recordó que, al margen de la cooperación puramente política, se está dando un productivo intercambio en diversos ámbitos como la salud, la educación y el deporte. De hecho, en los próximos días viajará a la isla una comisión integrada por funcionarios de alto nivel del Ministerio de Protección Social para aprender del modelo cubano en la atención de desastres provocados por los huracanes. También se producirá en breve el traslado a Cuba de 70 médicos colombianos que se especializarán en forma gratuita, al tiempo que 130 profesionales cubanos de la salud vendrán al país para atender a habitantes de escasos recursos.

La verdad es que, durante su corta experiencia de cinco meses en Colombia, las actividades de Pérez Novoa no han despertado sospechas entre las autoridades colombianas. Por el contrario, dicen algunas fuentes, el Embajador se ha ganado la simpatía en círculos del Gobierno, la academia y la cultura. Algunos de sus amigos colombianos recuerdan que ha sido tan respetuoso de los asuntos internos del país, que incluso le ha comunicado previamente al Gobierno algunas de sus reuniones que podrían tener cierto contenido político. Por ejemplo, el pasado 30 de enero le anunció a la Cancillería y a la Casa de Nariño que iría al barrio Policarpa Salavarrieta, en el sur de Bogotá, donde simpatizantes de izquierda descubrirían un busto en homenaje a José Martí, inspirador de la revolución cubana.

El catedrático y analista Alejo Vargas, observador de los diálogos con el Eln en La Habana, comenta que el embajador Pérez Novoa es un hombre generoso y desprendido que no ahorra esfuerzo alguno por ambientar favorablemente un posible proceso de paz. "Como embajador, hace incluso mucho más de lo que toca y hasta se ocupa de hacer personalmente las reservas de hotel para quienes viajamos a Cuba", dice Vargas.

El embajador Pérez trabaja activamente para lograr que Uribe visite Cuba.

Pero otras fuentes del Gobierno están menos tranquilas. Recuerdan que, antes de la suspensión de las relaciones en 1981 por el apoyo cubano al M-19, el embajador cubano de entonces trabó estrechas amistades con personajes de la clase dirigente colombiana. "Lo que hay que entender es que un hombre de ese nivel y con esa trayectoria, mezcla de espía y diplomático, nunca se destaca por su antipatía ni por violar los conductos regulares; todo lo contrario: es un lobo con piel de oveja", le dijo a CAMBIO uno de los funcionarios colombianos preocupados con la situación.

La realidad es que en el gobierno de Álvaro Uribe -quien prepara una visita a La Habana para las próximas semanas- no hay precisamente unanimidad sobre el tema. Por un lado hay un reconocimiento al peso de la información entregada por Estados Unidos y los antecedentes inquietantes de Pérez Novoa. Pero por el otro, hay numerosas dudas sobre la intención de Washington al entregar esta información. No es exagerado decir que una de las pocas cosas que a la administración Bush no le gustan de Uribe, es su amistad con Cuba y el hecho de que, por cuenta del proceso con el Eln, le está debiendo más de un favor a Fidel Castro.

Como puede verse, el gobierno de Uribe está en una situación muy difícil. No puede simple y llanamente desestimar una información que su principal aliado, el gobierno de Estados Unidos, considera seria y muy delicada y que, de confirmarse, implicaría que Colombia enfrente una nueva amenaza desestabilizadora. Pero si la tiene en cuenta y actúa en consecuencia, podría echar por la borda un enorme esfuerzo diplomático que puede llevar a Uribe a anotarse un golazo si saca adelante el proceso de paz con el Eln.

Y de paso, perdería los lazos que está tratando de construir con los gobiernos de izquierda de la región y que le han permitido cercanía con Cuba, distensión con Venezuela y desactivación, hace pocos días, con el viaje de Uribe a La Paz, de un potencial conflicto con Bolivia. Lo único claro es que, desde que el embajador William Wood se reunió con la canciller Carolina Barco para hablar del asunto, el gobierno colombiano tiene en sus manos una papa muy caliente.

Expulsión masiva

En mayo de 2003, Estados Unidos ordenó la expulsión de 14 diplomáticos cubanos, siete de ellos acreditados ante la ONU, y los otros siete, funcionarios de llamada Sección de Intereses de Cuba, acreditados ante el Departamento de Estado, por "realizar actividades perjudiciales para EE.UU. al margen de sus capacidades oficiales como miembros de la misión de Cuba ante la ONU".

Un año antes, habían sido expulsados otros dos miembros de la misma Sección de Intereses cubanos y tres de la misión ante la ONU por las mismas razones. Pero es la primera vez en la historia que la medida cobija a un número tan alto de funcionarios cubanos. Y en 1992, un diplomático cubano acreditado en las Naciones Unidas, fue expulsado después que el ex jefe militar de la organización anticastrista Alpha 66, Francisco Ávila, fue filmado por un canal de televisión conversando con él en un café de Nueva York. Ávila era un doble agente del FBI y de Cuba, y el diplomático cubano su contacto con el régimen castrista.

Embajador en muchos conflictos


Arnaldo Ochoa
Años despuès del hundimiento de la Uniòn Soviética, fueron divulgados una serie de memorandos secretos redactados por el embajador ruso en Addis Abeba, Anatoly P. Ratonov, en tiempos del mayor Mengistu. Varios de ellos dan cuenta de la febril actividad del embajador cubano, José Pérez Novoa, en Etiopía, y del general Arnaldo Ochoa, jefe de la misión militar cubana en ese país africano. Para Washington, estos memorandos confirman que el embajador cubano era mucho más que un diplomático. Una década después, el general Ochoa se llevó sus secretos de entonces a la tumba, cuando fue fusilado por su gobierno tras un juicio por corrupción y narcotráfico.



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