Frivolidad versus revolución
Un cuento de José Manuel Prieto propone una tesis que el propio narrador desarrolla en una novela posterior: la caída del socialismo fue producto de la elegancia y de la frivolidad. ¿No había algo de esto anunciado en aquel memorable pasaje de El maestro y Margarita en que, bajo la figura de un extraño mago occidental, el Demonio provoca un "salpafuera" en el teatro al hacer aparecer ropas, perfumes y zapatos que desatan la lujuria del selecto público asistente a la función?
Sí, aquel teatro moscovita era una metáfora de la Unión Soviética. Y el desbarajuste provocado por el mentido prestidigitador prefiguraba la caída inevitable del comunismo en ese país y sus satélites.
Lo que revela magistralmente Bulgakov es ni más ni menos que la gran debilidad del poderoso orden estalinista. Como posee, a semejanza de un bloque de hielo, mínima entropía pero máxima energía potencial, sólo se necesita un leve estímulo para que esta se libere y sobrevenga el desorden. Empeñado en reprimir la energía cinética o en canalizarla estéticamente, el totalitarismo es siempre militarista: su apoteosis son los desfiles de Nüremberg, donde la masa, como movida por una sola voluntad, logra superar el caótico movimiento individual.
Pues bien, este empujoncito, en el pasaje de la novela de Bulgakov, es justo la frivolidad. Esa dimensión fundamental de la naturaleza humana que el socialismo había decretado parte de un pasado decadente y odioso regresa con la fuerza de lo reprimido.
Frivolidad e ideología
El Estado se defiende de ella porque la sabe peligrosa para la estabilidad del régimen: no pueden haber stars allí donde hay sólo una para rendirle culto, el Máximo Líder; no puede la diversionista Frivolidad ocupar el espacio reservado a la omnipresente camarada Ideología. El orden totalitario no admite ni siquiera las reglamentadas subversiones del carnaval tradicional.
También la revolución cubana, último pedazo del Muro de Berlín que mal que bien sigue en pie, expulsó la frivolidad en favor de la austeridad y la conciencia socialistas. "Llegó el Comandante y mandó a parar". Acabó con La Habana nocturna, cerró bares y cabarés, eliminó las páginas de farándula de Bohemia para fotografiar milicianos y campos de caña.
La frivolidad emigró a Miami en 1959 ó 1960: la revista Vanidades se convirtió allí en una de las más leídas de su tipo entre el público hispano; Telemundo, cuya frecuencia fue ocupada por Tele Rebelde, es una de las mayores cadenas de habla hispana en Estados Unidos.
Sin navidades ni Vanidades se vivió hasta que a fines de la década de los ochenta la caída del Muro de Berlín abrió una grieta en el dominio absoluto de la ideología del Partido Comunista. Comenzaron a llegar a Cuba, por diversas vías, revistas del corazón que ruedan de mano en mano, shows televisivos que se alquilan clandestinamente.
La relativa apertura del "período especial" no dejó de preocupar a los intelectuales orgánicos de la dictadura. Ambrosio Fornet se preguntaba en 1997 si "a consecuencia de esta crisis, la ética consciente de la austeridad y la solidaridad cederá ante las tentaciones de una sociedad de consumo y el melancólico encanto del escepticismo y la frivolidad".
En un acceso de fundamentalismo, Cintio Vitier llegó a decir hace algunos años en el Centro de Estudios Martianos que de nada serviría la Universidad para Todos si los sábados por la noche seguían poniendo por la televisión mediocres películas norteamericanas que exaltaban los valores de la sociedad de consumo.
Aunque no ha llegado al extremo de eliminar la esperada "película del sábado", la actual ofensiva ideológica que pretende recobrar los valores socialistas de otros tiempos planta nueva batalla a la frivolidad. A través de la agencia de prensa independiente Cubanet nos enteramos de que la revista Hola ha sido prohibida en Cuba.
Juventud Rebelde, apoyando la operación del gobierno contra las antenas ilegales que captan programas de cadenas como Telemundo o de su competidora Univisión, afirma que la "programación enajenante" que se ofrece en esas televisoras constituye "una afrenta al afán de conocimiento y superación general que procuran los cubanos hoy en día mediante programas verdaderamente educativos".
Víctimas de la cruzada
La suspensión de El Expreso, programa musical que ocupaba las noches del domingo en Cubavisión, es también parte de esta cruzada. Resulta que en la edición del pasado 11 de febrero se hicieron pases directos de la fastuosa boda de Jorge Martínez, presentador del show y un popular actor de la televisión nacional, con una de las bailarinas del Ballet de la Televisión Cubana.
Una escueta nota del ICRT, publicada en Granma unos días después, expresaba que los televidentes, indignados por semejante frivolidad, habían pedido el cierre del espacio.
Todo el mundo sabe que la gente que pidió tal cosa fue la misma que, en ciertos momentos de la "batalla de ideas", solicitaba la retrasmisión de la Mesa Redonda con los instructivos análisis del Comandante en Jefe: nadie. Pero el caso es que, por órdenes de arriba que no se discuten ni se debaten en público, el programa está suspendido hasta tanto no se aclaren las responsabilidades individuales.
El cierre de El Expreso debe verse, en este contexto crítico, como una advertencia a una televisión que en el período especial se fue zafando poco a poco de las tenazas de la ideología. En la misma medida en que el mercado musical cobraba auge, fueron apareciendo algunos programas de farándula que, sin ser tan sensacionalistas como los del mundo capitalista, podían darse el lujo de ignorar en gran medida a la revolución.
El caso de 23 y M, que sustituyó al popular Contacto en el espacio de la tarde del sábado, es muy significativo. Este programa, autopromocionado como "el más céntrico de la televisión cubana", fue afectado con el comienzo de las movilizaciones por Elián González. Dejó de salir durante varias semanas, pues en su horario habitual se trasmitían las tribunas abiertas. Varias semanas después regresó al aire, pero por Tele Rebelde, mientras que la Mesa Redonda ocupó Cubavisión. Se dejaba así en claro, una vez más, la prioridad del adoctrinamiento ideológico.
Ministro preocupado
Otros programas musicales como Piso 6, emitido desde el Hotel Habana Libre, eran muy populares entre una juventud que, como reconoció el propio Felipe Pérez Roque, sufre de cierto desapego a la revolución.
Ese reconocimiento del ministro podría ser el primer paso de una "limpieza" que tratará de restaurar los tiempos dorados de El viejo espigón y En silencio ha tenido que ser. Al fin y al cabo, ¿el ejemplo moral que deben dar los dirigentes no debería estar representado en la pequeña pantalla, en lugar de la frivolidad y el consumismo?
Pero no hay vuelta atrás. La apertura de los noventa puso a los cubanos en contacto con la sociedad de consumo como no lo habían estado por décadas. Ese mundo, inseparable de la publicidad y el espectáculo, es cada vez más irresistible para quienes han vivido tantos años entre consignas y escasez sin cuento.
"Son frívolos", dijo el demonio. Por suerte, somos más o menos frívolos. Eso, entre otras muchas cosas, hace que la reforma de la Constitución que decretó en 2002 la irreversibilidad del socialismo en Cuba sea tan patética como el intento de Jerjes de azotar el mar.
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