mercoledì, marzo 01, 2006

La era post-Fidel - cubaencuentro

La era post-Fidel

Raúl Castro (dcha.), junto a Juan Almeida y Ramiro Valdés

Raúl Castro (dcha.), junto a Juan Almeida y Ramiro Valdés. (AP)

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Acerca de After Fidel – The inside story of Castro's regime and Cuba's next leader (Palgrave MacMillan, Nueva York, 2005), el ex ministro de Relaciones Exteriores de México, Jorge Castañeda, opina que "Brian Latell (su autor) combina más de treinta años en la CIA con el rigor y una prosa viva".

Por su parte, George J. Tenet, ex director de la CIA, estima que Latell es "uno de los más destacados analistas estadounidenses acerca de los asuntos de Cuba. La obra refleja un perfil psicológico fascinante de Fidel Castro y del hombre que después de más de cuarenta años en la sombra, podría pronto ser el sucesor, su hermano Raúl".

El libro está escrito desde una perspectiva estadounidense de Cuba y Fidel Castro. El autor es quizás la única persona en el mundo que no sólo leyó atentamente, sino que estudió durante décadas los discursos de Castro y trató de ponerse en el difícil papel de adivinar sus próximos pasos.

Por otro lado, la obra recoge las citas esenciales de las varias biografías publicadas acerca de la vida del dictador, lo que ahorraría al lector la farragosa lectura de centenares de páginas.

Latell es, además de un analista de inteligencia, un profesor universitario que dictó conferencias durante muchos años en su cátedra de la Universidad de Georgetown. Es decir, no debe identificársele absolutamente con los pretendidos errores de la CIA hacia la Isla, en su larga confrontación con Fidel Castro, al que evidentemente, según el autor, los norteamericanos no subestimaron como enemigo.

No se encuentra en el libro, porque al parecer no era el objetivo de su trabajo durante 30 años en la CIA, una exposición de los largos años del poder castrista, sino una indagación de la personalidad de Fidel Castro, en función de lo que sucederá después de él. Por eso, la obra recoge también en varios pasajes el complejo perfil de Raúl, el posible sucesor.

Una valoración pragmática

Como quizá era de esperar, el libro ha suscitado fuertes reacciones en algunos sectores del exilio. Los más vociferantes lo consideran como un intento por promover la posible transición encabezada por Raúl, en lugar de lo que realmente es: una valoración pragmática de la más probable de las situaciones, luego de la muerte de Fidel Castro. Esto, dada la ausencia de una oposición interna capaz de desafiar, por el momento, al poder establecido, que tratará por todos los medios de sostenerse en el mando.

Además del hecho indiscutible de que ningún otro líder cubano, después de la muerte de Castro, tiene la posibilidad y los medios necesarios para desafiar la jefatura de Raúl Castro.

Alcibíades Hidalgo fue durante varios años jefe de gabinete de Raúl y miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Su nombre aparece varias veces mencionado en la obra, como una de las fuentes consultadas por Latell para escribir el libro.

Preguntado por Encuentro en la Red, Hidalgo opina: "Latell conoce, como pocos, los intereses estratégicos de Estados Unidos hacia la Isla, dibuja un escenario de posibles ofrecimientos que un régimen post-Fidel pudiera ofrecer a EE UU, como piezas de cambio para una mejoría de relaciones, o al menos un período de descansada hostilidad. El control de la migración desordenada, la cooperación contra el narcotráfico y el terrorismo son las principales bazas en esa canasta, y son ofrecimientos posibles y tentadores".

"Aunque el actual gobierno norteamericano asegura que su compromiso con la democracia en el futuro de Cuba está por encima de estas opciones, es algo que está por demostrarse, sobre todo en la perspectiva de un posible cambio de administración en Washington. Seguramente, este es un elemento también presente en las actuales evaluaciones del gobierno cubano".

Un binomio casi perfecto

La obra contiene detalles interesantes de la primera visita de Fidel Castro a Estados Unidos, en abril de 1959. Según el autor, el gobernante se queja de que su hermano Raúl "provoca tensiones", en el preciso momento en que él trata de persuadir al gobierno norteamericano de la época sobre sus "buenas intenciones", que no es comunista y respetará el juego democrático. Ya en esos momentos, y de forma clandestina, Raúl Castro había iniciado los primeros contactos con la Unión Soviética.

Latell confiesa que, al principio, dio crédito a las intenciones de Castro de mejorar las relaciones con Estados Unidos, pero, dice, "cuando más tarde conocí mejor a Fidel y comprendí los patrones y la doblez de su conducta, llegué a la conclusión de que su primera intención era la de manipular a la opinión pública norteamericana. En realidad, Raúl no tenía razones para preocuparse".

Uno de los episodios poco conocidos de esta visita, es que Raúl se trasladó a Houston y en la suite l8-C del hotel Shamrock, los dos hermanos tuvieron una violenta discusión, con expresiones del calibre de "hijo de puta", que fueron escuchadas por otros miembros de la comitiva, que se encontraban en una habitación vecina.

El autor admite que probablemente nunca se sabrá el contenido de esta agria discusión, pero que pronto "los asuntos que provocaban alguna división fueron resueltos". Raúl pretendía que Fidel regresase a La Habana, pero este siguió viaje hacia Buenos Aires.

Al trazar los rasgos de ambos personajes, Latell señala que Fidel es caótico, impulsivo y centralizador, mientras que Raúl mantiene cierta "amistad con los subordinados, delega responsabilidades, solicita opiniones, trata a sus hombres como intelectualmente iguales". Raúl es organizado y pragmático, un complemento esencial para las labores gubernamentales y, en especial, en lo que se refiere a las Fuerzas Armadas; así forman un binomio casi perfecto.

Teresa Casuso, amiga de Fidel en el período en que vivió en México, recuerda que el actual gobernante siempre repetía: "resulta esencial inculcar en la gente que tenga fe en una persona". El escritor K.S. Karol describe la obsesión de Fidel por el control como "un sentimiento de que él resulta indispensable".

Después del triunfo revolucionario, en los años sesenta, al comprender que Che Guevara podía hacerle sombra, Fidel lo envió en una larga misión al extranjero y cuando regresó, sus tropas estaban dispersas. Así no podría representar ningún peligro para los hermanos Castro.

La desaparición de Camilo Cienfuegos representó la salida de escena de un potencial rival de Fidel y Raúl. Latell relata que cuando se entrevistó en Miami con Huber Matos, este le dijo que "Raúl odiaba a Camilo por su carisma".

El lado siniestro

Juanita, la hermana de ambos, considera que Raúl se convirtió en "un duro e inescrupuloso" bajo la influencia de Fidel. Relató que cuando salieron de la cárcel, después del asalto al cuartel Moncada, Raúl fue a Birán para visitar a sus padres, mientras que Fidel se mantuvo en La Habana en sus actividades políticas y revolucionarias.

Según Juanita, la imagen pública de Raúl como un individuo feroz, terrible, no es la más adecuada, y que el verdadero tirano es Fidel.

Cuando ambos hermanos se encontraban en México para preparar la expedición en el yate Granma, recibieron la noticia de la muerte del padre. Fidel se limitó a murmurar: "Qué pena", mientras que Raúl se encerró en el baño a llorar.

Cuando Lina Ruz, la madre de ambos, estaba moribunda en la casa de Juanita, en Miramar, era Raúl quien pasaba allí la mayor parte del tiempo, e incluso dormía con ella en el mismo cuarto. Fidel sólo apareció el día del fallecimiento de la madre "gritando órdenes", relató Juanita al autor del libro.

Latell refiere también el lado siniestro de la personalidad de Raúl Castro. Cuando en Ciudad México Fidel sospechó que uno de los expedicionarios podría ser un espía de Batista, fue Raúl el encargado de matar al joven colega. Cumplió la misión con mucha sangre fría, para demostrarle al hermano que él era un duro.

También se refiere ampliamente a la formación marxista de Raúl, quien ya en marzo de 1953 estuvo en Viena en una conferencia internacional juvenil, patrocinada por el Kremlin, y después realizó una gira por tres países comunistas del Este europeo. El autor revela notas no publicadas del periodista del diario The New York Times, Herbert Mathews.

Carlos Rafael Rodríguez dijo a Mathews que fue Fidel quien "deliberadamente hizo de Raúl un marxista, entregándole libros para que él los leyera y enviándolo en ese viaje a la conferencia de la juventud".

Fue en el viaje de regreso a Cuba que Raúl hizo amistad con el joven soviético Nikolai Leonov, quien más tarde sería el mayor especialista de la KGB en asuntos de América Latina. En el libro My turbulent years, Leonov reconoce que cuando conoció a Raúl ya él tenía "algunos conocimientos básicos" en los servicios de inteligencia.

El hombre de Moscú en La Habana

A finales de los años cincuenta, según Latell, los soviéticos consideraban a Raúl como "el hombre de ellos en La Habana, o más precisamente, el hombre que formaba parte del círculo íntimo de Fidel en la Sierra y después en el Gobierno". Pero de lo que los soviéticos no se daban cuenta es que probablemente Raúl fuera utilizado por Fidel, primero para los contactos con los comunistas cubanos "y después con sus amos en el Kremlin".

El autor señala que increíblemente, como cuenta en sus memorias, Jruschov estaba convencido de que Raúl "había mantenido sus verdaderas convicciones ocultas" y Fidel no sabía del asunto.

Según Latell, la conversión de Fidel al comunismo fue una decisión clave, que adoptó al comprender que este sistema era "el que mejor servía a sus ambiciones". Uno de los episodios que muestra el carácter aventurero de Fidel aparece en el libro. Fue a finales de 1946, durante el gobierno de Ramón Grau San Martín, cuando aumentó el precio de las tarifas del transporte.

Fidel ya se había destacado como dirigente universitario y fueron organizadas manifestaciones callejeras, que terminaron en violentos choques con la policía. Grau citó a varios de los dirigentes estudiantiles al Palacio Presidencial para discutir el asunto y les dijo que esperaran en el balcón del tercer piso. José Pardo Llada, uno de los participantes en aquella reunión, relató que Fidel propuso: "entre los cuatro tiramos al viejo por el balcón y tomamos el poder", a lo que El Chino Esquivel replicó: "Vaya guajiro, tú estás loco".

Brian Latell cita un episodio pintoresco que muestra las reacciones de Castro. Cuenta que en febrero de 1990, cuando ofreció una conferencia en la Universidad de Miami, citó el ejemplo de uno de los miles de discursos que tuvo que estudiar de Fidel, en este caso pronunciado en el hospital Salvador Allende, en La Habana, y en el cual, súbitamente, Fidel salió del tema para cuestionar por qué existía una mata de mango en el patio de aquella institución y mandó a derribarla.

Comenta que citó ese ejemplo para mostrar el estilo de Castro para dirigir y controlar todo, hasta el mínimo detalle. Concluye que alguien en la audiencia debe haber tomado nota del asunto y enviado su informe a La Habana.

En febrero de 1991, en una asamblea provincial en La Habana, de pronto Fidel se salió del tema para explicar que había mandado a derribar la mata de mango porque no había cerca, los niños tiraban piedras y hasta los pacientes comían frutas, y que por eso ordenó construir allí "un hermoso parque". Según Latell, "sólo unos pocos consejeros de inteligencia" podían entender aquella referencia a la mata de mango.

Fidel: negación patológica de la familia

La falta de interés y afecto por la familia es otro rasgo de Fidel. Latell relata que en 1980, durante los Juegos Olímpicos de Moscú, Vilma Espín contempló sorprendida que entre los asistentes al evento deportivo se encontraban varios guardaespaldas de Fidel para proteger a tres jóvenes. Entonces dedujo que se trataba de hijos del Comandante en Jefe con su actual esposa, Dalia Soto del Valle. "Comprendiendo la necesidad patológica de Fidel por su privacidad, Vilma no hizo ningún esfuerzo por aproximarse a ellos", relata el autor.

Otro de los sorprendentes capítulos de este secretismo familiar lo vivió Alejandro, el único hijo varón de Raúl y Vilma. Estaba trabajando en un gimnasio para la élite de las Tropas Especiales y allí conoció a su primo, Antonio Castro Soto del Valle. Alejandro contó a su padre que deseaba conocer mejor a su primo. Raúl consultó con Fidel y este fue terminante: es mejor que los muchachos estén separados.

Esta negación patológica de la familia y de la vida privada es clave de la "heroica imagen" que Fidel proyecta. También refleja un elemento fundamental de su psicología. Toda su vida ha demandado absoluta autonomía personal, según Latell.

El libro también relata con detalles los esfuerzos realizados por diferentes administraciones norteamericanas para buscar un acercamiento con el régimen cubano y la manera en que Fidel, sistemáticamente, ha buscado pretextos o creado situaciones de tensión para romper las negociaciones: al enviar tropas hacia Angola o apoyando a grupos "terroristas" puertorriqueños que llevaron a cabo acciones en Estados Unidos.

El "caso Ochoa" es ampliamente tratado en el libro, con algunos detalles interesantes acerca de las reacciones de Raúl, quien según Latell ya había participado en otras ejecuciones, pero ahora se trataba de un amigo próximo. Ochoa fue el chivo expiatorio para dar una lección preventiva y evitar que se organizaran protestas populares en las calles, como ya antes había sucedido en China. Fue un ejemplo más de que Fidel no acepta críticas, ni admite dudas acerca de su política.

Según Latell, han circulado muchas anécdotas acerca de la crueldad de Raúl, contadas por personas que lo conocen bien. Pero Raúl sabe perdonar y ser generoso, incluso con personas a las cuales su hermano ha mandado a la cárcel, o al exilio. "Cuando él reemplace a su hermano en el poder, estos lados opuestos de la personalidad de Raúl, sin duda alguna continuarán en conflicto, como siempre ha sido desde que llevó a cabo sus primeros actos brutales", agrega el autor.

Probabilidades

Latell señala que si Raúl se encuentra en buena salud cuando muera su hermano, o si Fidel queda incapacitado para gobernar, entonces podrá reclamar la sucesión. Una vez confirmado como presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, asumiría las funciones de jefe de Estado y de Gobierno, así como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas. Un general de tres estrellas será el ministro de Defensa y Raúl probablemente cedería el liderato del Partido Comunista a otro miembro del Buró Político.

El autor menciona a Felipe Pérez Roque como el joven impulsivo y "adulador favorito" de Fidel, que puede ser "prescindible", pero que podría mantenerse en funciones para cierta apariencia de continuidad fidelista. Latell se pregunta cómo será la gestión de Raúl ante el vacío dejado por Fidel, si predominará el lado terrible o el generoso.

"Los enigmáticos malabarismos de sus máscaras llegarán al final y él estará en capacidad de expresarse sin los temores de desagradar a Fidel", concluye Brian Latell.

En un informe posterior de Latell, al cual Encuentro en la Red tuvo acceso, el autor trata de responder a la pregunta de lo que sucedería en Cuba si Raúl muere primero.

Latell deja constancia de una serie de consideraciones, primero acerca de la salud de Fidel. Asegura que a pesar de los desmentidos, sufre del mal de Parkinson, mientras que "no existen informes" de que Raúl padezca alguna enfermedad que ponga en peligro su vida. Subraya que el "número dos" siempre ha representado el "bastión" del régimen fidelista.

Sin embargo, menciona el alcoholismo de Raúl como un factor que puede precipitar una crisis de salud en cualquier momento. Según Latell, cuando surgen divergencias con Fidel, Raúl se marcha al interior de la Isla, para "escapar" de las demandas de su dominante hermano.

La conclusión es que "si Raúl es el primero de los hermanos en morir, el plan de sucesión deviene un caos. Surgirá la inevitable lucha por el poder entre los líderes cubanos militares y civiles y la habilidad de Fidel para controlar la situación resulta dudosa, si su salud y habilidades cognitivas continúan deteriorándose. Si Fidel sobrevive a su hermano, inmediatamente tendrá que enfrentar el desafío de nombrar a uno o más dirigentes para llenar el vacío de los cuatro puestos que Raúl ahora mantiene".

Brian Latell considera que para Fidel Castro será entonces complicado nombrar a un nuevo ministro de Defensa, ya que este tendría en sus manos el poder para "transformar la revolución en una verdadera dictadura militar".

"Si Fidel muere primero, una sucesión raulista es la más probable por un período de tiempo. Pero, si Raúl muere primero, todos aquellos en la isla y fuera de ella, que observan buscando síntomas de una transición a la democracia, quizá no tendrán que esperar mucho tiempo", concluye el autor.

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