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CON ACENTO
Milagros Socorro
El Nacional
La larga vida de Castro
El rumor que daba por hecho el fallecimiento de Fidel Castro hace unos días tuvo origen, sin duda, en el informe divulgado por el Departamento de Estado norteamericano, donde se establecen las medidas que está dispuesto a tomar el gobierno del presidente Bush para propiciar la transición democrática en Cuba. Pero ésta no ha sido la única revelación que permite intuir la inminente desaparición física del dictador cubano –y con él, de la dictadura que ha mantenido sujeta a la isla por 47 años–.
Un poco antes de la publicación de ese informe, había circulado por Internet un documento atribuido a la disidencia interna cubana que hablaba abiertamente de los términos en que debe conducirse esa transición; un proyecto, por cierto, que desestimaba la posibilidad de que en ese país se produzca un traspaso hereditario del poder (hacia Raúl Castro, 75 años de edad) y dejaba muy clara la determinación de la disidencia de procurar una solución diseñada por los cubanos sin injerencia de ningún otro país.
Y el mes pasado, The Miami Herald dio a conocer el plan elaborado por el condado de Miami–Dade para hacer frente a los desórdenes que podrían producirse allí una vez conocida y confirmada la noticia del deceso de Castro, que, según prevén las autoridades, podría estimular una gran fiesta en los primeros días, y una inmigración masiva no planificada en los siguientes.
El plan de acción, según afirmó el diario, “esboza dos años de reuniones con la Agencia Estadounidense de Desarrollo Internacional, el Departamento de Seguridad Nacional, la Cruz Roja, el Centro de Operaciones de Emergencias de Miami–Dade y diversas escuelas públicas de Miami–Dade”. De manera que viene preparándose desde hace un par de años pero fue revelado hace un mes y contiene detalles de logística tan concretos como la preparación del Centro de Operaciones de Emergencias de Miami–Dade, que coordina servicios gubernamentales durante desastres naturales, para movilizarse inmediatamente; así como la previsión de dedicar la línea 311 para ofrecer información proveniente de Cuba.
Estamos hablando, pues, de un plan, muy afinado y costoso, listo para entrar en acción.
MIENTRAS, LOS INFORMES QUE SALEN DE CUBA ALUDEN A LOS MOVIMIENTOS DE RAúL CASTRO PARA CONTROLAR LAS FUERZAS ARMADAS, los servicios de seguridad y la economía. El avance del mal de Parkinson que padece el autócrata y su retiro de la escena pública por sus incoherencias al hablar son también evidentes. Ya son demasiados indicios que permiten entrever una efervescencia política en Cuba. El hermanísimo del mandamás está montado en la tarea de recibir la fruta cuando caiga madura, cegada por la guadaña de la parca; y ciertas fuerzas de la sociedad cubana se encuentran también activas para que el acontecimiento no haga de su país una versión de Corea del Norte, donde el régimen comunista –y con él la represión, el aislamiento y las privaciones– sobrevivieron a la muerte de Kim Il Sung.
Muchos conocedores del asunto cubano ponen en duda que el liderazgo de Raúl Castro tenga permanencia, porque se avizora que hay fuerzas que han respondido a Fidel Castro pero que no responderían a su hermano; una suposición sustentada en el hecho de que la élite política de Cuba está compuesta por grupos enfrentados entre sí, que se mantienen cohesionados por la sumisión al dictador, quien ha repartido migajas de poder no por la eficiencia o por la entereza ideológica de los miembros de esa élite sino estrictamente por una cuestión de lealtad personal. Y ya se sabe que esas lealtades son intransferibles, no pueden apuntarse en un testamento.
Esto lo sabe el presidente Chávez. Y no sólo porque ha tratado de reproducir en Venezuela un sistema personalista, que da un rodeo a las necesidades de desarrollo de la nación para concentrarse en su propia hegemonía; porque tiene la experiencia de gobernar con unos colaboradores enguerrillados, que hacen cola para ir a contarle chismes de los otros, y que no pierden ocasión para jurarle en público fidelidad eterna. Sino que sabe también que entre los leales a Fidel Castro no faltan aquellos que, además de cuidar sus intereses, ven la necesidad de un cambio en Cuba y saben que éste será inevitable.
De esto también debe estar consciente el presidente Chávez, porque en su discurso del martes, cuando se refirió a Fidel Castro, se limitó a augurarle larga vida y a asegurar que acababa de verlo en La Habana como un roble, pero en ningún momento hizo votos por una larga vida para la revolución cubana ni expresó su convicción de que ésta vaya a sobrevivir a Castro, aún si viviera 100 años, como el presidente Chávez sugirió con tono de amenaza al imperialismo.
No importa Cuba, no cuentan sus aspiraciones, lo que hay que ligar es que el líder siga ahí, aun contra los imperativos de la biología y de la historia.
¿Será esto lo que se pretende para Venezuela?
Gaveta de secreter
EL DOMINGO 2 de julio murió en Alicante, España, la escritora y crítica cinematográfica Roseline Paelinck, quien vivió en Venezuela entre los años 1969 y 1990, periodo en que ejerció la crítica cinematográfica y literaria, con especial énfasis en la producción venezolana.
ROSELINE NACIÓ en Bruselas, Bélgica, en 1943. Después de pasarse una temporada en un kibutz, en Israel, regresó a su país y se matriculó en la Universidad de Lovaina, en la capital belga, donde siguió estudios de Sociología y Teología, graduándose en ambas carreras. Fue entonces cuando conoció al escritor Julio Miranda, quien llevaba varios años en Europa, tras su salida de Cuba. La pareja vendría a Caracas, donde estaban residenciados los padres de Julio, e inmediatamente ambos iniciaron un intenso trabajo intelectual.
AUNQUE NUNCA perdió su acento francés, Roseline hablaba un español perfecto (Julio solía decir que el único error que le había escuchado era el de decir “pesaditas” por “pesadillas” ) y lo escribía con gran solvencia y elegancia. Mientras vivió en Venezuela, fue crítica de cine de El Diario de Caracas, y de las revistas Encuadre, que publicaba el Conac, e Imagen. Fue profesora de Sociología en la Universidad Católica Andrés Bello y de Crítica Cinematográfica en el Instituto de Formación Cinematográfica Cotrain. Y trabajó en la editorial Planeta.
RODOLFO IZAGUIRRE dice que Roseline Paelinck “tenía una visión muy certera del hecho cinematográfico. Y era muy penetrante en sus críticas, lo que revelaba que tenía no sólo un conocimiento técnico del cine sino una gran sensibilidad hacia la imagen, que no es lo mismo; y, más aún, es una facultad rara entre los críticos, aunque resulte paradójico”. En apoyo a esta observación de Izaguirre puedo asegurar que, poco antes de marcharse de Venezuela, fui con Roseline al cine a ver La sociedad de los poetas muertos (Peter Weir, 1990) y estuve mucho rato con un torozón en la garganta porque me daba vergüenza llorar delante de una crítica tan seria, una persona tan cerebral ante el espectáculo cinematográfico... hasta que advertí que Roseline estaba escarbando en su cartera para buscar un pañuelo porque estaba llorando a lágrima viva.
LA SEMANA pasada falleció frente al mar de Alicante. Nos queda evocar su figura con cariño; y agradecer eternamente la gran atención que Roseline Paelinck dedicó a la cultura venezolana, sobre todo al cine nacional, que estudió con minuciosidad y del que escribió sin condescendencia, mirándolo como se mira el cine del mundo.
Su nombre permanecerá inscrito en la historia del cine venezolano.