EL HITLER DEL TRÓPICO
Ninguno de quienes sienten un estremecimiento cercano al orgasmo ante la sola aparición del Hitler del Trópico podrá argumentar ignorancia. Los horrendos crímenes contra la humanidad del déspota cubano han sido reseñados con lujo de detalles. Quien no quiera enterarse de las decenas de miles de asesinatos debidos a su inclemente maldad: el paredón a sus enemigos, los fusilamientos a sus pares, las purgas intestinas, los miles y miles de aherrojados en sus mazmorras por motivos fútiles, los millones de desterrados, las decenas de miles de fugitivos devorados por los tiburones, el hambre y la esclavitud de sus siervos no tiene más que hacer cuenta de una cifra verdaderamente estremecedora: Tiene ochenta años; gobierna desde los 30. Cerca del 80% de la población bajo su omnímodo arbitrio nació bajo su reinado y no ha conocido otro sistema político y otro jefe de Estado que el Caballo. Ha transcurrido cerca de una docena de presidencias democráticamente electas en todos los países del mundo y ha reinado tres Papas, mientras él, EL SUPREMO, ha estado atornillado impertérrito en su trono, dirigiendo su índice feminoide, esquelético y uñoso a quien debía ser espiado, expurgado, encarcelado o asesinado.
No lo diferencia de Hitler o Stalin – las dos figuras señeras de la crueldad política de su siglo - el tamaño de su maldad sino la insignificancia de la ínsula que le tocó en suerte. Hitler vivió 56 años; gobernó 13. Stalin vivió 75 años; gobernó 30. Castro tiene 80, lleva gobernando 47 años. Si se mira a ambos déspotas totalitarios desde la personal perspectiva que babea a los demócratas que idolatran a Castro, Hitler bien pudo haber vivido hasta los 100 años y haber gobernado a una triunfante Alemania nazi rodeado de la admiración y la idolatría hasta hace apenas una década. Tenía tanto derecho a ser idolatrado por los demócratas babosos como Fidel Castro: la diferencia entre ambos es asunto meramente cuantitativo, no cualitativo.
De allí el asco que provocan esos politicastros – entre los cuales presidentes en ejercicio -, esos comunicadores, esos fanáticos del subdesarrollo que lloran y les tiembla la voz ante el anuncio: ¡Hosanna, Hosanna!: ¡Fidel vive! ¡Llegó Fidel! Pobres democracias babosas. Se merecen el subdesarrollo que las aplasta.
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