venerdì, luglio 21, 2006

¿Se olvidará de los derechos humanos? | LANACION.com

¿Se olvidará de los derechos humanos? | LANACION.com:

Joaquín Morales Solá
El análisis de la noticia

¿Se olvidará de los derechos humanos?

Néstor Kirchner no tiene margen político para olvidarse de los derechos humanos. Si en sus conversaciones con el decano de los dictadores del mundo, Fidel Castro, el presidente argentino prefiriera no recordar a Hilda Molina, un gran vacío se colaría en sus convicciones. Y las convicciones vacías tienen mucho más de oportunismo que de convicciones.

Fidel nunca sale de su propio santuario sin la garantía previa de que no será molestado. Por lo tanto, caben sólo dos posibilidades: o el gobierno argentino le aseguró que no hará mención del caso de la científica cubana durante su visita o el dictador trae bajo el brazo algún anuncio sorprendente sobre Hilda Molina. La tenaz intransigencia de Castro a hacer cualquier concesión sobre ese caso induce a pensar que estaríamos más cerca de la primera alternativa que de la segunda.

Hilda Molina es una médica cubana disidente que en algún momento de su vida también se deslumbró con Fidel y es abuela de dos chicos argentinos (hijos de un hijo suyo exiliado aquí) a los que no conoce y a los que quiere ver y tocar. Hilda Molina vive en La Habana con su madre, que bordea los 90 años y está muy enferma.

Castro tiene otros problemas con los derechos humanos. Ha fusilado a disidentes hasta hace poco tiempo y las cárceles están siempre abiertas para ellos, sobre todo si son periodistas o intelectuales. Hay una obsesión en Castro para preservar su presencia casi mítica en la opinión pública mundial y cierto liderazgo en los círculos intelectuales progresistas de América latina.

Hace algunos meses, el prestigioso CPJ (Comité de Protección de Periodistas), una organización norteamericana que defiende la libertad de expresión y que no tiene vinculación con el gobierno de su país, reclamó públicamente por los periodistas cubanos presos. Muy pocos periodistas argentinos firmaron ese documento.

El gobierno argentino ha basculado entre varias posiciones en la última década. Menem condenó a Castro en las Naciones Unidas, pero le encantaba que propalara que entre ellos se intercambiaban vinos riojanos y habanos cubanos. De la Rúa conservó la condena al régimen castrista, pero eso le valió el agravio público y la acción vengativa del caudillo de La Habana.

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Fue Duhalde el presidente que decidió cambiar el voto argentino de condena por la abstención en las Naciones Unidas, política que Kirchner ha seguido hasta ahora.

Kirchner tiene menos posibilidades que Duhalde de volver a la condena porque él aspira a conquistar al electorado de centroizquierda. La izquierda argentina sólo ve en Castro al líder latinoamericano que más se opone a los Estados Unidos y, por lo general, sólo le basta comprobar dónde está Washington para establecer que la vereda de enfrente es mucho mejor.

Pero dentro del gobierno de Kirchner hubo, a su vez, líneas diferentes cuando estalló el caso de Hilda Molina. El ex canciller Rafael Bielsa, que también se encandiló frente a Castro en sus comienzos de ministro, llegó luego a la conclusión de que debían hacerse cosas públicas para presionar al dictador de Cuba.

Bielsa deslizó entonces algunos reclamos públicos para que Castro autorizara a Hilda Molina y a su madre a viajar a la Argentina y recibió varias veces en su despacho de la Cancillería al hijo de la científica cubana, que reside en Buenos Aires y está casado con una argentina. Sus hijos, los nietos de Hilda Molina, son argentinos privados del derecho de conocer a su abuela.

Un intento abortado de Hilda Molina y de su madre de asilarse en la embajada argentina en La Habana provocó un escándalo en el gobierno de Kirchner, porque el Presidente sospechó que se trataba de una maniobra hecha con el visto bueno de su propia Cancillería. "No es nuestra intención llevarnos mal con Castro", explicaron en su momento muy cerca de Kirchner.

El escándalo eyectó de su puesto, en 24 horas, al jefe del gabinete de Bielsa, Eduardo Váldez, un hombre de la íntima confianza del entonces canciller. Kirchner tenía la información de que el visto bueno a Hilda Molina y a su intento de asilo había salido de ese funcionario.

El hecho sacó a flote otras diferencias. El entonces canciller disentía con el entonces vicecanciller, Jorge Taiana, sobre los métodos para conseguir concesiones de Castro. Bielsa prefería una política pública más explícita sobre el caso de Hilda Molina, mientras que Taiana creía -y cree- que sólo una diplomacia silenciosa, persuasiva y constante podría ablandar al duro caudillo del Caribe.

Lo cierto es que se han probado ya las dos estrategias (Taiana aplica su política de secreto y reserva desde hace siete meses) y ninguna de las dos ha conseguido nada. El gobierno dice conocer las razones recónditas de la intransigencia de Castro, que van desde cuestiones íntimas hasta secretos de Estado en manos de Hilda Molina. La médica hace varios lustros que está enfrentada a Castro, lo que torna inservible por vieja cualquier información que haya tenido en sus tiempos de castrista.

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La actitud de Fidel es casi ofensiva con Kirchner. De hecho, no le ha contestado nunca una carta que el presidente argentino le envió para pedirle por la doctora Molina. Hasta hace poco, Kirchner no podía disimular su enfado por el desdén con que lo trataba Fidel.

Incluso, Castro permitió que el jefe del gobierno español, Rodríguez Zapatero, se llevara a España a disidentes mucho más peligrosos para el dictador que Hilda Molina, como el respetado periodista y escritor Raúl Rivero, preso por orden de Fidel y liberado luego por una gestión personal de Rodríguez Zapatero. ¿Acaso Castro lo subestima a Kirchner?

Sea como fuere, será Kirchner el que deberá responder en su momento si llegara a suceder un desenlace fatal en la vida de la muy anciana madre de Hilda Molina, que también quiere viajar a la Argentina y conocer a sus bisnietos.

¿Cómo explicaría el presidente argentino a su país y al mundo, en ese caso, que la violación de los derechos humanos existe según las ideas del que la perpetra?

Por Joaquín Morales Solá
Para LA NACION


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