lunedì, settembre 15, 2008

La grave situación en Bolivia y el cuadro geopolítico regional - Horacio Calderon

La grave situación en Bolivia y el cuadro geopolítico regional
Por Horacio Calderon (*) Para Impulso Baires

La actual situación en Bolivia y las graves consecuencias que su desintegración podría acarrear para toda la región y muy especialmente para la Argentina en los campos de su defensa y seguridad, deberían analizarse tanto desde el punto de vista de sus consecuencias a corto y mediano plazo, como asimismo según la perspectiva geopolítica que compromete nuestros intereses estratégicos.

En el peor de los escenarios inmediatos y de no mediar una acción diplomática activa por parte de los países vecinos como se espera de la cumbre de UNASUR a realizarse hoy en Chile, Bolivia podría derivar aceleradamente hacia una guerra civil y a un estado de facto de segregación de sus ricos Departamentos del Oriente: Santa Cruz, Tarija, El Beni y Pando; sin descartar tampoco a Chuquisaca, que quita continuidad geográfica a las dos primeras regiones.

La importancia estratégica de dicho país como proveedor de gas a la Argentina y a Brasil, pero por sobre todas las cosas a este último -que consume nada menos que 30 millones de m3 por día de los yacimientos de su vecino-, coloca al gobierno de Luis Inázio da Silva ante la disyuntiva de intervenir militarmente para preservar el funcionamiento del poderoso sector industrial que depende del carburante boliviano. No se trata de una opinión o suposición de este columnista, porque varios analistas coinciden en que su concreción tiene una alta probabilidad de ocurrencia. Esto ocurriría en un momento histórico en que la Argentina carece de capacidad disuasiva, por el deficiente estado en que se encuentran las Fuerzas Armadas. Sólo podría quejarse -llegado el caso- ante foros regionales y mundiales como la OEA y la ONU, respectivamente y que en principio no nos serían favorables.

Otra de las probabilidades a más corto plazo -siempre en el marco de un agravamiento de la actual situación- es que nuestro país deba enfrentar a lo largo de la frontera boliviana una severa crisis humanitaria, causada por una masa importante de refugiados dirigiéndose hacia territorio argentino. Debería uno preguntarse -y extender esta inquietud al Gobierno Nacional- si la Argentina se encuentra en condiciones de brindar ayuda humanitaria a miles de personas y, al mismo tiempo, controlar que tal “oleada” no aumente aún más el ingreso por vía terrestre de narcotraficantes a nuestro territorio. Es decir, aquellos que como en el caso de México utilizan al terrorismo y a los asesinatos masivos y selectivos como herramientas de creación y/o preservación de condiciones propicias para su ámbito operacional.

Una guerra civil en Bolivia y su desintegración territorial, con o sin presencia de tropas extranjeras, tendría probablemente efectos devastadores en diversas zonas de los Andes
Centrales y espacios aledaños, en los que pulularían con mayor libertad que en el presente los grandes carteles de la droga y sus sicarios, combinados con los del crimen organizado transnacional y las células de apoyo logístico del terrorismo regional y global, que han sentado sus reales en el Cono Sur y especialmente en el área lindante de la Triple Frontera.

La Argentina se encuentra sufriendo un acelerado proceso de deterioro en materia de seguridad, acompañado por el crecimiento en el consumo doméstico de marihuana, cocaína y substancias estimulantes o anfetamínicas, el volumen de dinero en negro que tal comercio genera, el auge del crimen organizado y la corrupción generalizada. Además, por la existencia de magistrados, fiscales y demás funcionarios en altos sectores del Poder Judicial de la Nación y de los Estados provinciales, formados en doctrinas penales de corte constructivista / abolicionista, que no distinguen entre criminales y víctimas, con las catastróficas consecuencias que son de dominio público.

A todas las amenazas potenciadas que debería enfrentar nuestro país en un futuro ante la potencial desintegración de Bolivia, se agregaría la desaparición de uno de los Estados “tapones” -junto a Paraguay y Uruguay- surgidos durante el período post-colonial. En el caso de Uruguay, se aplicaron como un imperativo aquellas doctrinas foráneas de “equilibrio de poderes”, con el objeto de separar a las “Provincias Unidas del Río de la Plata” y al Imperio del Brasil, luego de la guerra que estos mantuvieron. La anexión del rico territorio oriental boliviano por parte de Brasil, trastocaría tal “equilibrio” histórico, al ocupar espacios de la frontera norte que separan actualmente a la Argentina de Bolivia. Tal desenlace podría asimismo dar comienzo a un nuevo y prolongado ciclo de tensiones con Brasil, caracterizados por una extrema debilidad e incapacidad disuasiva de nuestra parte para enfrentar las estrategias diseñadas por los grandes pensadores de la geopolítica brasileña. Un Brasil que dicho sea de paso es actualmente reconocido como una potencia emergente con futura gravitación global; integrante además del denominado Grupo “BRIC”, junto a China, Rusia y la India.

Como si tal “pesadilla” en el horizonte de la región en general y argentino en particular no fuera suficiente, la Venezuela chavista ha establecido una alianza estratégica con Irán y válidos como el Hizballah. Más recientemente, Hugo Chávez acaba de abrir sus espacios territoriales y marítimos a Rusia, permitiendo que esta potencia convierta a Venezuela en centro de gravedad de la estrategia de “represalia equivalente” que mantiene en su creciente enfrentamiento con los EE.UU.

Las maniobras políticas, diplomáticas y militares de Rusia en la región constituyen un desafío para los EE.UU., pero no solamente por la potencial presencia de flotas, aviones y submarinos rusos en bases venezolanas, cubanas -menos probable- o en otros países como Nicaragua. El razonamiento de los estrategas rusos los habría llevado a la conclusión de que no habría solo una estrategia visible de cerco y estrangulamiento geopolítico estadounidense y de sus aliados en torno a su actual territorio. Asimismo, el Kremlin probablemente tema que puedan reactivarse respaldos a movimientos y organizaciones separatistas y/o terroristas en Chechenia y otras regiones dentro de la actual Rusia, como sucedió algunos años atrás, por parte de ciertos países musulmanes aliados de EE.UU. y de Gran Bretaña. Si este último escenario llegara a concretarse, Rusia respondería muy probablemente con todo tipo de apoyo encubierto a organizaciones terroristas y grupos criminales, que pudieran servir para crearle a EE.UU. mayores desequilibrios y problemas de los que ya enfrenta en nuestro continente.

Teniendo en cuenta que además de países como Venezuela y Bolivia y de organizaciones narcoterroristas como las FARC, se encuentran involucrados otros actores extracontinentales ya mencionados como Irán y el Hizballah, aliados con dichos gobiernos y algunas de las mafias enquistadas en la Triple Frontera entre la Argentina, Brasil y Paraguay, sería hora que comenzaran a pensarse y activarse en nuestro país las estrategias y políticas de Estado necesarias para enfrentar las amenazas que se alzan en las previsibles crisis regionales futuras. La mediocridad de gran parte de la dirigencia política y social argentina -arrastradas por el colapso de la cultura contemporánea-, hace sin embargo difícil alentar demasiadas esperanzas en cuanto a las esperadas soluciones.


http://www.horaciocalderon.com/Audio/HORACIO%20CALDERON%20LUNES%2015-09-08.wma


(*) Analista internacional -www.horaciocalderon.com-