domenica, settembre 28, 2008

El Caso Antonini y la telenovela del magnicidio

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Noticiero Digital 

El Caso Antonini y la telenovela del magnicidio 

Definitivamente hay una relación de padre a hijo entre las revelaciones que día a día hace, Guido Antonini Wilson, sobre el “Caso del Maletín” en un tribunal de Miami y los interminables capítulos de la telenovela del magnicidio que desde hace aproximadamente un mes trasmiten el canal 8 y los casi 400 medios impresos y radioeléctricos que se sostienen con financiamiento oficial. 

Culebrón que empezó cuando unos supuestos conspiradores se divertían contando por celular cómo derrocarían al “líder máximo de la revolución continental y mundial”, siguió con el involucramiento de 3 de los más importantes directores de medios independientes del país y ya va con otros despabilados que la cogieron por fabricar o comprar cañones portátiles dizque para dispararle al avión, o a la comitiva de Chávez, en cuanto se les ponga a tiro. 

Como si fuera fácil tener en la mira a un presidente que muy rara veces visita a Venezuela y si lo hace, es para amurallarse entre cientos de guardaespaldas que apenas dejan lugar para que sus partidarios lo perciban como una visión imposible y lejana. 

Porque, no se engañen, el Chávez de la televisión y las cadenas es también producto de este acuartelamiento, de este no darse a conocer por otra cosa que no sea la voz mandona, chillona y aplastante. 

Por eso, no hay dudas que las denuncias de Antonini están penetrando la muralla, sacando a Chávez del acuartelamiento, obligándolo a referirse a otro tema que no es el de la agenda que le elabora a amigos y enemigos, y forzándolo a improvisar, a defenderse, tratando de alguna manera de que el país vuelva pegarse de los capítulos de la telenovela, mientras olvida la espantosa realidad por la que Venezuela se ha convertido en uno de los países más corruptos del mundo. 

De modo que, según van llegando de Miami las piezas y las jugadas del ajedrez que se tradujo en un uno de los torneos de corruptelas más tenebrosos de que tenga memoria el país, desde Miraflores y el ministerio del Interior y Justicia se escriben más capítulos sobre el presunto atentado por el que Chávez no continuaría más sus viajes por el mundo. 

Sobre todo en circunstancias de que las denuncias de Antonini caen en el mismo escenario de inicio de la campaña para la elección de alcaldes y gobernadores de noviembre próximo, convirtiéndose, sin proponérselo, en un primer dato para que los electores documenten su decisión de votar, o por quienes contribuyeron por acción u omisión a que Venezuela llegara al “Caso Antonini”, o por aquellos que lo han criticado, denunciado, condenado y, eventualmente, no permitirían que vuelva a repetirse. 

Porque, vamos a estar claros, tanto Guido Antonini Wilson, como Carlos Kauffman, Franklin Durán, y Moisés Maiónica, son hijos de la revolución que Chávez llama unas veces “bolivariana” y otras “socialista”. 

Y hermanos de los militares y civiles que con más suerte que capacidad, emprendieron desde comienzos de los 90 la aventura que culminó con su entronizamiento durante los últimos 10 años a la cabeza del Estado. 

De hombres como Rafael Ramírez, Jorge Rodríguez, Tobías Nóbregas, Jhony Yánez Rangel, Antonio Rodríguez San Juan, Asdrúbal Chávez, y tantos más que contribuyeron a que se convirtieran en los jefes de una mafia que le entró a saco a los dineros públicos. 

Y que han justificado el establecimiento de un poder profundamente personalista, autoritario y contrario al estado derecho, diciendo que llevan a cabo una revolución inútil, inviable y que nadie les ha pedido, pero solo para justificar la incautación de las instituciones democráticas que han pasado a ser apéndices del Poder Ejecutivo y los pilares de una dictadura de hecho que ha desembocado en que sean Chávez y sus hombres quienes disponen de las riquezas del país como si se tratara de una cuenta bancaria producto de sus ahorros. 

Y con los cuales, Chávez, trata de interpretar uno de sus roles preferidos, como es el autoeregirse en el líder máximo de la revolución continental y mundial que, presuntamente, redimirá a los pobres de las injusticias, de las desigualdades y salvaría a la humanidad. 

Lo cierto es que en este delirio, Chávez se ha propuesto incluir y premiar a todo el que se acerque a respaldarlo, dándole, no solamente petróleo gratis si se trata de jefes de Estado, sino también acceso a las riquezas y bienes públicos, si son particulares que por unos cuantos contratos, y otras tantas comisiones, están dispuestos a hacer “los sacrificios” que les pida el gobierno y la revolución. 

Puede decirse que Antonini Wilson y sus compinches son de esta última especie, pues de sobrevivir como pequeños y medianos empresarios durante la década de los 90, comenzaron a fraguar los contactos apropiados cuando Chávez llegó al poder, fueron relacionándose, procurándose padrinos, y así, al poco tiempo ya eran de los más importantes gestores en enriquecerse, mientras enriquecían a los poderosos burócratas que al abrigo de la revolución empollaban la casta que después se llamaría “la Boliburguesía”. 

Un seguimiento a sus declaraciones en el tribunal de la juez, Joan Leonard, de Miami, así como de las grabaciones que progresivamente presenta el fiscal, Mulvilgil, permite conocer que, de empresarios involucrados en contratos de construcción y venta de armas al gobierno central y a las gobernaciones, Antonini y su banda pasaron a especular con papeles del Estado, después con la colación de depósitos oficiales en la banca privada, y por último, en su inmersión en las aguas del negocio de los negocios en la revolución chavista, que no es otro que el que se relacione con la venta de equipos, tecnología y capital para la producción y exportación de crudos. 

Lo cuenta ahora el propio Antonini, calificado por Chávez de “traidor”, siendo que, como muchos otros, simplemente cambió “honradez” (si alguna la tuvo) por “poder económico”, pero en el entendido que, si por otro golpe de ruleta las circunstancias eran otras, eran también otros el partido, la ideología y el patrón. 

Así, resulta evidente que era usado como un correo en la relación peligrosa Chávez- Kirchner, pieza en el entramado por el que el caudillo patagón le suministraba respaldo irrestricto al caribeño, a cambio de que le permitiera tener a mano los recursos que le prohibían unas instituciones democráticas argentinas celosas de que el Poder Ejecutivo volviera por los desafueros de las dictaduras militares. 

Un hombre de confianza, en definitiva, de Rafael Ramírez, de Claudio Uberti, de Asdrúbal Chávez, de los Uzcátegui, de De Vido, Ezequiel Espinoza, y de toda la mafia binacional que bajo las órdenes de Chávez y los esposos Kirchner ha implementado una de las ofensivas más audaces de desestabilización de la democracia que se conocen en el subcontinente desde la “Operación Cóndor”. 

Pero por fortuna enfrentada por los partidos, organizaciones y grupos democráticos del hemisferio que se resisten a que la retroizquierda vuelva a ensayar con los desmanes que ya implementó en Rusia, China, Europa del Este, Cuba y Corea del Norte para llevarlas a la ruina. 

Las revelaciones del “Caso Antonini” y el testimonio del más importante de sus inculpados, es también un aporte en esta dirección que debe tener una incidencia fundamental en los días finales del chavismo, ya que es evidente que, así como Chávez llegó a Miraflores acusando de corruptos a sus adversarios políticos, él también tendrá que hacerlo por la misma causa.