martedì, aprile 04, 2006

Las virtudes del coro - Arturo Lopez Levy - cubaencuentro

Las virtudes del coro

José L. Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español e impulsor del 'diálogo crítico' con La Habana.

José L. Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español e impulsor del 'diálogo crítico' con La Habana. (AP)

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El senador Mel Martínez, mucho más racional que los congresistas cubanoamericanos en la Cámara, viajó hace poco a España, entre otros asuntos, para coordinar las políticas hacia Cuba. En Madrid, dijo que la política europea hacia Cuba es "un fracaso" y llamó a EE UU y Europa a trabajar de conjunto, pues —según su entender— los objetivos de ambos en este sentido "son los mismos".

Más allá de la utilidad de una coordinación política entre EE UU y Europa, es lamentable que el senador se haya equivocado por partida doble: ni las políticas europea y norteamericana son compatibles en su forma actual, ni el compromiso constructivo europeo ha sido "un fracaso" en la promoción de apertura y liberalización en Cuba.

Sólo dentro de un contexto de compromiso constructivo hacia Cuba, las políticas de EE UU y Europa pueden ser coordinadas. Europa debe perfeccionar su política desde sus propias razones, e incluso dedicar recursos para derrotar al embargo, y EE UU debe abandonar esa política para sumarse a una estrategia de compromiso constructivo y diálogo crítico con Cuba.

Muchas personas tienen justificadas pasiones sobre las políticas europea y norteamericana hacia Cuba, pero no es sobre pasiones que se discute la efectividad y compatibilidad de las políticas. Importa que los argumentos tengan sentido, que se apele a evidencias, que los argumentos de cada parte puedan ser verificados o refutados.

Dos elementos sirven para medir la efectividad de las políticas exteriores de cualquier país: cómo sirven a los intereses de los países que las practican y cómo influyen en los procesos internos de los países a los que van dirigidas.

El grado de apertura

La democracia es un proceso que se desarrolla según una lógica nacional, más aún en un país como Cuba, de fuerte cultura nacionalista. Ni EE UU ni Europa pueden exportar la democracia a nuestro país. Son los cubanos interesados en reformas, particularmente aquellos que viven en la Isla, los que pueden desarrollarlas.

¿En qué pueden influir entonces Europa y Estados Unidos? En el grado de apertura de Cuba al mundo. Si la intención es que Cuba sea una democracia pluralista, con economía de mercado, se requiere maximizar el contacto de la población con las democracias de otros países.

La interacción con el exterior ofrece a los cubanos formas de vida que los hacen menos dependientes del control estatal sobre su vida económica y educación. El contacto con países democráticos provee a la población de fuentes alternativas de información e incentiva modos plurales de comportamiento, en necesaria contradicción con el verticalismo comunista.

Si la cuestión a discutir es en qué medida las políticas en curso promueven apertura en Cuba, toda evidencia indica que el embargo norteamericano es un fracaso total. El tremendo potencial norteamericano de influencia democrática sobre Cuba no ha sido realizado, pues la política de Washington hacia Cuba se limita a ser la continuación de la politiquería floridana por otros medios.

Estados Unidos no ha podido usar en el contexto cubano sus experiencias exitosas de promoción de apertura en China, Vietnam o la antigua Europa del Este, por el simple hecho de que un grupo de reclamantes de propiedades han subordinado toda acción norteamericana a sus intereses estrechos.

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