lunedì, luglio 20, 2009

La Venezuela de Chávez - Armando Durán


Armando Durán
El Nacional / ND

La Venezuela de Chávez

Julio 20, 2009

A finales de octubre del año 2006, Hugo Chávez le encargó a Rafael Ramírez, uno de sus dos principales lugartenientes, anunciar que la revolución venezolana era “roja-rojita.” Fue el primer aviso oficial de que la otrora revolución bolivariana era en verdad socialista a la cubana. Los efectos devastadores de ese pronunciamiento no han dejado de sentirse desde entonces.

opinan los foristas

Ahora Chávez ha comisionado al propio Ramírez para que alargue y profundice el cuento en la misma y truculenta dirección. Con dos agresivas vueltas de tuerca. La primera, que quienes de algún modo están vinculados al Estado ya no podrán pasar el imprescindible examen de limpieza ideológica recurriendo a la fórmula facilona de ponerse una camisa roja y corear alguna que otra consigna de Chávez. A partir de hoy, anunció la voz atiplada del poderoso ministro del Petróleo en Cabimas, la disyuntiva política y existencial de los venezolanos se torna espeluznante.

O asumimos en cuerpo y alma la religión marxista-leninista que nos enseñan los cubanos y, en consecuencia, hacemos vida militante a tiempo completo en alguna organización socialista, o sencillamente asumimos el supremo riesgo de ser señalados por la justicia revolucionaria como terroristas y traidores a la patria.

La segunda vuelta de tuerca lleva los rigores del régimen a extremos de intolerancia aún más inauditos. Según el ministro Ramírez, tiene razón la oligarquía (es decir, la disidencia política en general) de tenerle “pavor” a la revolución, porque, en efecto (que yo recuerde, ningún dirigente político en la muy larga historia de las infamias universales lo había admitido en público), ellos, los revolucionarios chavistas, “odiamos” a la burguesía. Es decir, a nosotros, a quienes de ningún modo comulgamos con esta rueda de molino.

Se trata, sin duda, de la más palpable muestra del delirio chavista. Su más acabada ilustración es el acoso a que han sido sometidos Antonio Ledezma y demás gobernadores de oposición, sólo porque en la cabeza de Chávez no cabe la menor posibilidad de que algún adversario suyo le gane una partida. Por pequeña que sea. Como suele repetirlo, aquel Chávez “pendejo” que aceptaba convivir con el enemigo ha muerto. De ahí este odio declarado tan así como así a los cuatro vientos, sin el menor rubor, como si tuviera que manifestarlo para sentirse más fuerte. Una revelación, sin embargo, que también, digan lo que quieran los apaciguadores de siempre, pone en evidencia la exacta naturaleza de los tiempos que se avecinan.

Un solo líder, un único camino, un mismo pensamiento para todos. O la confrontación.

Pero esta sorprendente declaración oficial de odio también descubre el sofocante estado de ánimo que se ha instalado en la cúpula del oficialismo al comprobar, fenómeno que nadie en su sano juicio puede negar a estas alturas de la historia, que las aguas que corren bajo el puente de la revolución adquieren cada día mayor turbulencia. En primer lugar, porque de manera más que inesperada, una alianza de fuerzas políticas democráticas, instituciones del Estado y mandos militares, desconocida hasta ese momento en América Latina, frenó drásticamente en las calles de Tegucigalpa la expansión de la autocracia militar y populista venezolana. Sucesos que, a pesar de la intervención de José Miguel Insulza, y al margen del desenlace que lleguen a tener, marcan una nueva y muy poco grata situación para Venezuela dentro de la comunidad internacional.

Sin la menor duda, una pésima noticia para el régimen.

Si a este contratiempo determinante le añadimos la estruendosa derrota del clan Kirchner en las elecciones parlamentarias argentinas, el discreto pero muy evidente distanciamiento de Luiz Inácio Lula da Silva, la posposición del ingreso de Venezuela a Mercosur y el duro mensaje que le mandó Barak Obama a Chávez por intermedio de la entrevista que Hillary Clinton, gorra de Globovisión en mano, le concedió en exclusiva a Leopoldo Castillo en Washington, tendríamos que concluir afirmando que a pesar de todos sus esfuerzos por construir una potencia socialista al gusto cubano al sur del río Grande, Chávez debe haber comprendido finalmente que cada día se queda más solo e indefenso frente a una comunidad internacional, que si bien todavía no le es hostil, se muestra progresivamente más preocupada por el rumbo, al parecer ya inmodificable, que ha emprendido la Venezuela de Chávez.

Esto es, en definitiva, lo que tenemos. Y un timonel que parece estar a punto de perder la vista y el olfato en medio de la tormenta.