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Los Castro sí ceden bajo presión. Juan A. Blanco Gil (experto en temas de negociación, mediación y transformación de conflictos. Dr. Historia de Relaciones Internacionales).Diario de Cuba. (extracto)
Los Castro sí ceden bajo presión. Juan A. Blanco Gil (experto en temas de negociación, mediación y transformación de conflictos. Dr. Historia de Relaciones Internacionales).Diario de Cuba. (extracto)
Las excarcelaciones de presos políticos abren nuevas interrogantes, relacionadas con el papel de los "mediadores" y el contexto nacional e internacional.
¿Qué opina de la 'mediación' que viene conduciendo la Iglesia Católica?
No es todavía mediación ni negociación. Son conversaciones, iniciadas por el gobierno, cuando decidió acudir a la Iglesia para colaborar en implementar iniciativas que oxigenaran la tensa situación llegada con la aplicación de la espiral represiva previa. Es importante definir las cosas con claridad, porque este tema de resolver conflictos cada concepto es muy preciso. Cuando se usan indistintamente términos como negociación y mediación para lo que no pasa de ser una conversación, se crean expectativas falsas que pueden venirse abajo de golpe. Vemos que la Iglesia conversa con el gobierno por iniciativa de éste (que decidió escogerla de interlocutora después que Fariñas rechazara hablar con el Consejo de Iglesias). La Iglesia Católica ha aceptado actuar como intermediaria (que no es lo mismo que "mediadora") para comenzar a comunicar a algunos de los otros actores en este conflicto (a los que el cardenal Ortega nunca ha escuchado ni representa formalmente) lo que dice, quiere o decide la cúpula gubernamental en relación con ellos. El gobierno escucha opiniones de la Iglesia en conversaciones le concede una condición adicional de consultora a esta institución, además de fungir como mensajera oficial. Lo cual no es insignificante, si realmente la escuchan en vez de solo oírla. La Iglesia, no es el cardenal. La ausencia de compromisos definitivos y precisos, ausencia de calendario para continuar esas reuniones bilaterales (ocurren cuando el gobierno decide convocarlas), inexistencia de plazos fijos para cumplir sus promesas, indica la precariedad y limitaciones que tiene esa interlocución.
No es todavía mediación ni negociación. Son conversaciones, iniciadas por el gobierno, cuando decidió acudir a la Iglesia para colaborar en implementar iniciativas que oxigenaran la tensa situación llegada con la aplicación de la espiral represiva previa. Es importante definir las cosas con claridad, porque este tema de resolver conflictos cada concepto es muy preciso. Cuando se usan indistintamente términos como negociación y mediación para lo que no pasa de ser una conversación, se crean expectativas falsas que pueden venirse abajo de golpe. Vemos que la Iglesia conversa con el gobierno por iniciativa de éste (que decidió escogerla de interlocutora después que Fariñas rechazara hablar con el Consejo de Iglesias). La Iglesia Católica ha aceptado actuar como intermediaria (que no es lo mismo que "mediadora") para comenzar a comunicar a algunos de los otros actores en este conflicto (a los que el cardenal Ortega nunca ha escuchado ni representa formalmente) lo que dice, quiere o decide la cúpula gubernamental en relación con ellos. El gobierno escucha opiniones de la Iglesia en conversaciones le concede una condición adicional de consultora a esta institución, además de fungir como mensajera oficial. Lo cual no es insignificante, si realmente la escuchan en vez de solo oírla. La Iglesia, no es el cardenal. La ausencia de compromisos definitivos y precisos, ausencia de calendario para continuar esas reuniones bilaterales (ocurren cuando el gobierno decide convocarlas), inexistencia de plazos fijos para cumplir sus promesas, indica la precariedad y limitaciones que tiene esa interlocución.
¿Puede confiarse en la Iglesia o en el gobierno?
En cualquier situación de conflicto los actores combaten o dialogan, siempre en defensa de sus intereses básicos. En los diálogos en los conflictos lo que se pretende es que las partes busquen el modo de acomodar algunas necesidades vitales y se hagan corresponsables de un plan consensuado para avanzar hacia un nuevo comienzo, hacia el futuro. No hemos llegado ni a un diálogo. Lo que puede fracasar, aunque ya han dado sus primeros frutos, son las precarias conversaciones entre Iglesia y Estado. Creo que la Iglesia está haciendo un esfuerzo —le han dado esa oportunidad— para convencer al Estado de que sus rígidas posturas son contraproducentes y debe cambiarlas por más flexibles que protejan mejor sus intereses vitales en la actual coyuntura. En ese sentido, nadie le ha conferido el poder de ser su representante, la Iglesia está siendo vocera del clamor popular por cambios estructurales de envergadura. He aquí otro asunto que requiere precisión. Hay que saber distinguir entre defensa de posiciones y de intereses esenciales. El interés estratégico del gobierno es permanecer en el poder. Así lo entiende hasta ahora, aunque podría redefinirlo en el futuro. "No suelto a los presos, no cedo ante Fariñas, no permito que las Damas de Blanco tomen la calle, no accedo a la visita del relator especial de la ONU sobre torturas y detenciones arbitrarias". Sin cambiar su actual definición puede que estén reconsiderando si, en las actuales circunstancias, la línea dura e intolerante es la que mejor servicio les presta. Eso no es nuevo. Fidel aplicó la línea dura para enfrentar el impacto de la caída URSS y la mantuvo hasta 1994. Después del Maleconazo —aunque no sólo por ese motivo— decidió no continuar escalando el conflicto con una población angustiada, reclamaba cambios o intentaba escapar a EE UU. Finalmente cedió a una apertura reformista controlada que pudiera revertir más tarde, como sucedió gradualmente a partir de febrero 1996. Por otro lado, la misión de la Iglesia es servir al prójimo, pero considera también que su interés estratégico en el orden institucional es adaptarse y sobrevivir ante circunstancias adversas, por lo que a veces su misión toma un perfil matizado y prudente en aras de salvar la institución para mejores tiempos. Pero al igual que en el gobierno cubano hay quienes opinan (obispos, sacerdotes, creyentes) que esa postura es insostenible en situaciones extremas como las que hoy se viven en Cuba, y quemantener una línea de excesiva prudencia puede comprometer el futuro de la institución si la gente termina alejándose de la Iglesia porque se decepciona con sus posiciones timoratas.
En cualquier situación de conflicto los actores combaten o dialogan, siempre en defensa de sus intereses básicos. En los diálogos en los conflictos lo que se pretende es que las partes busquen el modo de acomodar algunas necesidades vitales y se hagan corresponsables de un plan consensuado para avanzar hacia un nuevo comienzo, hacia el futuro. No hemos llegado ni a un diálogo. Lo que puede fracasar, aunque ya han dado sus primeros frutos, son las precarias conversaciones entre Iglesia y Estado. Creo que la Iglesia está haciendo un esfuerzo —le han dado esa oportunidad— para convencer al Estado de que sus rígidas posturas son contraproducentes y debe cambiarlas por más flexibles que protejan mejor sus intereses vitales en la actual coyuntura. En ese sentido, nadie le ha conferido el poder de ser su representante, la Iglesia está siendo vocera del clamor popular por cambios estructurales de envergadura. He aquí otro asunto que requiere precisión. Hay que saber distinguir entre defensa de posiciones y de intereses esenciales. El interés estratégico del gobierno es permanecer en el poder. Así lo entiende hasta ahora, aunque podría redefinirlo en el futuro. "No suelto a los presos, no cedo ante Fariñas, no permito que las Damas de Blanco tomen la calle, no accedo a la visita del relator especial de la ONU sobre torturas y detenciones arbitrarias". Sin cambiar su actual definición puede que estén reconsiderando si, en las actuales circunstancias, la línea dura e intolerante es la que mejor servicio les presta. Eso no es nuevo. Fidel aplicó la línea dura para enfrentar el impacto de la caída URSS y la mantuvo hasta 1994. Después del Maleconazo —aunque no sólo por ese motivo— decidió no continuar escalando el conflicto con una población angustiada, reclamaba cambios o intentaba escapar a EE UU. Finalmente cedió a una apertura reformista controlada que pudiera revertir más tarde, como sucedió gradualmente a partir de febrero 1996. Por otro lado, la misión de la Iglesia es servir al prójimo, pero considera también que su interés estratégico en el orden institucional es adaptarse y sobrevivir ante circunstancias adversas, por lo que a veces su misión toma un perfil matizado y prudente en aras de salvar la institución para mejores tiempos. Pero al igual que en el gobierno cubano hay quienes opinan (obispos, sacerdotes, creyentes) que esa postura es insostenible en situaciones extremas como las que hoy se viven en Cuba, y quemantener una línea de excesiva prudencia puede comprometer el futuro de la institución si la gente termina alejándose de la Iglesia porque se decepciona con sus posiciones timoratas.
¿De qué depende que se abra una nueva fase?
Una cosa es la mentalidad y otra las posiciones. Si el gobierno no cambia su mentalidad cualquier cambio de posición será un movimiento táctico y transitorio. Podría vivirse una fase efímera de mejoras que luego retrocedería si el gobierno llegara a creer que puede revertirla. Fidel cambió de posición en 1994 respecto a los mercados campesinos, el cuentapropismo y la cesión de espacios para el debate. Pero nunca cambio de mentalidad. Lo veía, no como un mejor camino, sino como un movimiento táctico, una engañifa que luego corregiría cuando el agua —que entonces le llegaba a la nariz— bajara de nivel. Luego, burlándose de quienes lo alentaron a emprender reformas, dijo haberlos escuchado con la paciencia de Job y la sonrisa de la Mona Lisa. Desde el inicio él tenía decidido lanzar una contrarreforma en cuanto se liberara de la presión del momento. La situación financiera, económica y social del país es hoy nuevamente crítica. No tuvo por qué ser así. La historia nunca es lineal. En el presente se anidan diferentes proyectos de futuro. El hecho de que se materialice uno u otro depende las opciones que tomemos. En 1996, Fidel las tomó por todos sin consultar a nadie. Se ha regresado a esta situación, porque Fidel volvió a apostar irresponsablemente por la posibilidad de que un nuevo mecenas (Venezuela) sustituyera a la URSS y pudiera sostenerse un régimen de producción y gobernabilidad totalmente obsoleto e ineficaz con subsidios externos. A la actual situación se le sumó —al igual que en 1994— la presencia de protestas diversas (no sólo las de los grupos disidentes y de oposición), que en ciertas circunstancias podrían haber catalizado, aun sin proponérselo, algunas explosiones sociales. El gobierno quiso aplastarlas, pero erró en sus cálculos. Las Damas de Blanco y de Apoyo no se amedrentaron con el acoso de las turbas, ni Fariñas abandonoó su huelga de hambre tras la declaración pública de Raúl Castro de que lo dejaría morir sin ceder a sus demandas. No sólo fueron llamados discretamente a capítulo por algunos de sus amigos, o acusados públicamente por miembros de la izquierda internacional, sino que sus propias bases internas rehusaban dar el aval o participar en aquellos actos fascistas. La gente se negó a firmar cartas que ampararan aquella barbaridad, o a unirse a los actos de repudio pese a que lo habían hecho en el pasado. Cada vez más militantes se expresaban demandando cambios reales y denunciando el inmovilismo y la corrupción imperantes. Los periodistas independientes no se amilanaron y se multiplicaron, transformando una sociedad cerrada en otra cada vez más abierta al escrutinio. De alguna manera, las autoridades se percataron de que escalar el conflicto los aislaría cada vez más.
Una cosa es la mentalidad y otra las posiciones. Si el gobierno no cambia su mentalidad cualquier cambio de posición será un movimiento táctico y transitorio. Podría vivirse una fase efímera de mejoras que luego retrocedería si el gobierno llegara a creer que puede revertirla. Fidel cambió de posición en 1994 respecto a los mercados campesinos, el cuentapropismo y la cesión de espacios para el debate. Pero nunca cambio de mentalidad. Lo veía, no como un mejor camino, sino como un movimiento táctico, una engañifa que luego corregiría cuando el agua —que entonces le llegaba a la nariz— bajara de nivel. Luego, burlándose de quienes lo alentaron a emprender reformas, dijo haberlos escuchado con la paciencia de Job y la sonrisa de la Mona Lisa. Desde el inicio él tenía decidido lanzar una contrarreforma en cuanto se liberara de la presión del momento. La situación financiera, económica y social del país es hoy nuevamente crítica. No tuvo por qué ser así. La historia nunca es lineal. En el presente se anidan diferentes proyectos de futuro. El hecho de que se materialice uno u otro depende las opciones que tomemos. En 1996, Fidel las tomó por todos sin consultar a nadie. Se ha regresado a esta situación, porque Fidel volvió a apostar irresponsablemente por la posibilidad de que un nuevo mecenas (Venezuela) sustituyera a la URSS y pudiera sostenerse un régimen de producción y gobernabilidad totalmente obsoleto e ineficaz con subsidios externos. A la actual situación se le sumó —al igual que en 1994— la presencia de protestas diversas (no sólo las de los grupos disidentes y de oposición), que en ciertas circunstancias podrían haber catalizado, aun sin proponérselo, algunas explosiones sociales. El gobierno quiso aplastarlas, pero erró en sus cálculos. Las Damas de Blanco y de Apoyo no se amedrentaron con el acoso de las turbas, ni Fariñas abandonoó su huelga de hambre tras la declaración pública de Raúl Castro de que lo dejaría morir sin ceder a sus demandas. No sólo fueron llamados discretamente a capítulo por algunos de sus amigos, o acusados públicamente por miembros de la izquierda internacional, sino que sus propias bases internas rehusaban dar el aval o participar en aquellos actos fascistas. La gente se negó a firmar cartas que ampararan aquella barbaridad, o a unirse a los actos de repudio pese a que lo habían hecho en el pasado. Cada vez más militantes se expresaban demandando cambios reales y denunciando el inmovilismo y la corrupción imperantes. Los periodistas independientes no se amilanaron y se multiplicaron, transformando una sociedad cerrada en otra cada vez más abierta al escrutinio. De alguna manera, las autoridades se percataron de que escalar el conflicto los aislaría cada vez más.
¿Eres de los que opina que el gobierno cubano nunca cede bajo presión?
Con todo respeto para los que creen esa falacia, la actuación del gobierno demuestra —contrario a lo que afirman sus discursos— que siempre cede cuando se conjugan la crisis económica, financiera y social, y peligra el consenso interno sobre cómo proceder en esas circunstancias. Una vez cree haberse librado de las presiones y trascendido la crisis, vuelve a actuar del mismo modo. Hasta ahora ha capeado esas coyunturas con ajustes temporales en sus posiciones, pero no rectificando su mentalidad. Liberar gratuitamente al gobierno de las presiones internas y externas, sin que haya dado muestras de dar los primeros pasos para corregir su mentalidad, sería —a mi juicio— un grave error. Si el gobierno estuviese dispuesto a cambiar de mentalidad, y no sólo de tácticas, podría demostrarlocambiando las leyes migratorias, suprimiendo la criminalización de opinión, cancelar leyes de peligrosidad, permitir la autonomía económica de los ciudadanos, respetando su libre asociación en defensa derechos básicos, y otras maneras. La vida nos dirá si la excarcelación de presos es una táctica o la primera señal de un cambio de mentalidad. El gobierno pudo haber dado un paso paralelo que fuese favorable a las demandas más reiteradas por la población –—derecho de libre empresa, supresión de los permisos de salida y entrada al país, acceso a internet, etc.—, pero prefirió ceder primero a quienes pudieran darle acceso a mejores condiciones de financiamiento y mercados. ¿Han cambiado su mentalidad y comprendido que sólo una reforma estructural radical puede sacar el país adelante? No lo sé.
Con todo respeto para los que creen esa falacia, la actuación del gobierno demuestra —contrario a lo que afirman sus discursos— que siempre cede cuando se conjugan la crisis económica, financiera y social, y peligra el consenso interno sobre cómo proceder en esas circunstancias. Una vez cree haberse librado de las presiones y trascendido la crisis, vuelve a actuar del mismo modo. Hasta ahora ha capeado esas coyunturas con ajustes temporales en sus posiciones, pero no rectificando su mentalidad. Liberar gratuitamente al gobierno de las presiones internas y externas, sin que haya dado muestras de dar los primeros pasos para corregir su mentalidad, sería —a mi juicio— un grave error. Si el gobierno estuviese dispuesto a cambiar de mentalidad, y no sólo de tácticas, podría demostrarlocambiando las leyes migratorias, suprimiendo la criminalización de opinión, cancelar leyes de peligrosidad, permitir la autonomía económica de los ciudadanos, respetando su libre asociación en defensa derechos básicos, y otras maneras. La vida nos dirá si la excarcelación de presos es una táctica o la primera señal de un cambio de mentalidad. El gobierno pudo haber dado un paso paralelo que fuese favorable a las demandas más reiteradas por la población –—derecho de libre empresa, supresión de los permisos de salida y entrada al país, acceso a internet, etc.—, pero prefirió ceder primero a quienes pudieran darle acceso a mejores condiciones de financiamiento y mercados. ¿Han cambiado su mentalidad y comprendido que sólo una reforma estructural radical puede sacar el país adelante? No lo sé.
¿Están jugando a crear nuevas expectativas de cambio con un gesto humanitario hacia un grupo de presos cuyas plazas pueden ser cubiertas mañana por nuevos detenidos mientras no se cambien las leyes vigentes?
Pudiera ser. Tal vez sí, tal vez no. Aclaro, para evitar confusiones: no estoy abogando por minimizar lo que ha venido ocurriendo, ni propongo adoptar una postura de absoluto inmovilismo o desprecio ante cualquier gesto gubernamental. Deben apoyarse las conversaciones y tratar de que ellas se extiendan a otros interlocutores hasta transformarse en diálogo nacional de múltiples carriles. Deben corresponderse los pasos del gobierno con otros —pensados y calibrados— para motivarlo a seguir avanzando en la dirección correcta. Tanto el inmovilismo que emana de un escepticismo como la ingenuidad desmedida que hace caso omiso de anteriores experiencias son peligrosos consejeros en esta hora.
Pudiera ser. Tal vez sí, tal vez no. Aclaro, para evitar confusiones: no estoy abogando por minimizar lo que ha venido ocurriendo, ni propongo adoptar una postura de absoluto inmovilismo o desprecio ante cualquier gesto gubernamental. Deben apoyarse las conversaciones y tratar de que ellas se extiendan a otros interlocutores hasta transformarse en diálogo nacional de múltiples carriles. Deben corresponderse los pasos del gobierno con otros —pensados y calibrados— para motivarlo a seguir avanzando en la dirección correcta. Tanto el inmovilismo que emana de un escepticismo como la ingenuidad desmedida que hace caso omiso de anteriores experiencias son peligrosos consejeros en esta hora.
¿Por qué pasa esto ahora?
No hay que ver sólo a los actores, sino el contexto en que se mueven. Esto ha sucedido porque se conjugaron una serie de situaciones. Primero, la incapacidad del gobierno para comprender y asumir la necesidad de cambios estructurales. Segundo, el impacto destructivo que su inmovilismo ha tenido sobre la realidad material y espiritual de la sociedad cubana. Tercero, la imposibilidad de explicar los problemas acudiendo al expediente de acusar por todo al "bloqueo" de EE UU, que hoy es el quinto socio comercial de Cuba y provee el 80% de todas las importaciones de alimentos. Cuarto, la emersión de un consenso negativo en contra del actual statu quo que atraviesa a toda la sociedad cubana, incluyendo al gobierno y sus funcionarios en todos los niveles. Quinto, la audacia y disposición de sacrificio de diversos actores de la disidencia y oposición, como Orlando Zapata Tamayo, las Damas de Blanco, Guillermo Fariñas, los presos políticos, los reporteros independientes. Sexto, la decisión de muchos militantes y personas "integradas" al sistema de rehusar prestarse para cualquier infamia, y su creciente voluntad de reclamar cambios sin temor. Séptimo, la presencia en la Casa Blanca de una Administración que evita la retórica altisonante y se ha venido caracterizando por hacer concesiones que puedan favorecer al cubano de a pie —como en los temas de los viajes y remesas—, mientras mantiene la presión sobre el Estado cubano. Y, por último, la desgracia de haber sufrido pérdidas por más de diez mil millones de dólares por desastres naturales en 2008. Nunca como hasta ahora el sistema ha quedado tan desnudo en toda su incompetencia e inviabilidad. Nunca como hasta ahora tantas personas habían comenzado a perder el miedo, a reclamar sus derechos y a exigir cambios.
No hay que ver sólo a los actores, sino el contexto en que se mueven. Esto ha sucedido porque se conjugaron una serie de situaciones. Primero, la incapacidad del gobierno para comprender y asumir la necesidad de cambios estructurales. Segundo, el impacto destructivo que su inmovilismo ha tenido sobre la realidad material y espiritual de la sociedad cubana. Tercero, la imposibilidad de explicar los problemas acudiendo al expediente de acusar por todo al "bloqueo" de EE UU, que hoy es el quinto socio comercial de Cuba y provee el 80% de todas las importaciones de alimentos. Cuarto, la emersión de un consenso negativo en contra del actual statu quo que atraviesa a toda la sociedad cubana, incluyendo al gobierno y sus funcionarios en todos los niveles. Quinto, la audacia y disposición de sacrificio de diversos actores de la disidencia y oposición, como Orlando Zapata Tamayo, las Damas de Blanco, Guillermo Fariñas, los presos políticos, los reporteros independientes. Sexto, la decisión de muchos militantes y personas "integradas" al sistema de rehusar prestarse para cualquier infamia, y su creciente voluntad de reclamar cambios sin temor. Séptimo, la presencia en la Casa Blanca de una Administración que evita la retórica altisonante y se ha venido caracterizando por hacer concesiones que puedan favorecer al cubano de a pie —como en los temas de los viajes y remesas—, mientras mantiene la presión sobre el Estado cubano. Y, por último, la desgracia de haber sufrido pérdidas por más de diez mil millones de dólares por desastres naturales en 2008. Nunca como hasta ahora el sistema ha quedado tan desnudo en toda su incompetencia e inviabilidad. Nunca como hasta ahora tantas personas habían comenzado a perder el miedo, a reclamar sus derechos y a exigir cambios.
¿Quién crees que ganó en esta ronda?
Coincido 100% con Fariñas: ganó Cuba. Cada paso sensato es un triunfo para el que lo pide, y para el que lo da. Han ganado víctimas y victimarios en esta ronda. Pero, si bien no hay perdedores, sí hay héroes indiscutibles de estas jornadas. Se llaman Zapata Tamayo, Guillermo Fariñas, Damas de Blanco y presos políticos. Sin su determinación, inteligencia y coraje no habrían ocurrido estas excarcelaciones.
Coincido 100% con Fariñas: ganó Cuba. Cada paso sensato es un triunfo para el que lo pide, y para el que lo da. Han ganado víctimas y victimarios en esta ronda. Pero, si bien no hay perdedores, sí hay héroes indiscutibles de estas jornadas. Se llaman Zapata Tamayo, Guillermo Fariñas, Damas de Blanco y presos políticos. Sin su determinación, inteligencia y coraje no habrían ocurrido estas excarcelaciones.
¿Crees que el papel de Moratinos y de Lula fue decisivo en la excarcelación? ¿Es una broma?
¿Hay condiciones para levantar la Posición Común europea o las restricciones de viaje a los estadounidenses?
Se requiere unanimidad que Moratinos no parece alcanzar. Tampoco el levantamiento de las restricciones de viaje a los estadounidenses, cualquiera sea la valoración se tenga de ese debate. La Habana tendría que dar pasos más allá de este gesto humanitario coyuntural para poder cambiar la actual ecuación de fuerzas en Washington o Bruselas.
Se requiere unanimidad que Moratinos no parece alcanzar. Tampoco el levantamiento de las restricciones de viaje a los estadounidenses, cualquiera sea la valoración se tenga de ese debate. La Habana tendría que dar pasos más allá de este gesto humanitario coyuntural para poder cambiar la actual ecuación de fuerzas en Washington o Bruselas.
¿Fidel Castro ha aparecido casual o premeditamente en estos días?
Con él nada es casual.
Con él nada es casual.
¿Alguna sugerencia?
De las cosas positivas que ha facilitado la Iglesia, ha sido propiciar una discusión, respetuosa pero franca, durante la Semana Social Católica, sobre temas como el papel de la diáspora en la recuperación económica y necesidad de avanzar hacia diálogos reales —no montajes mediáticos— que permitan acercarnos a la reconciliación. Personas que viven en Cuba y otras que la han visitado me han repetido que a todos los niveles, se sienten derrotada y que "no hay salidas". El deber de la diáspora es demostrar propuestas concretas y ponerlas en la mesa. Me abstengo de dar recomendaciones a los actores en la Isla. Recomiendo a la diáspora cubana estar preparada para proponer conversaciones que pudieran darse con los cubanos del destierro.
De las cosas positivas que ha facilitado la Iglesia, ha sido propiciar una discusión, respetuosa pero franca, durante la Semana Social Católica, sobre temas como el papel de la diáspora en la recuperación económica y necesidad de avanzar hacia diálogos reales —no montajes mediáticos— que permitan acercarnos a la reconciliación. Personas que viven en Cuba y otras que la han visitado me han repetido que a todos los niveles, se sienten derrotada y que "no hay salidas". El deber de la diáspora es demostrar propuestas concretas y ponerlas en la mesa. Me abstengo de dar recomendaciones a los actores en la Isla. Recomiendo a la diáspora cubana estar preparada para proponer conversaciones que pudieran darse con los cubanos del destierro.