“El neoautoritarismo teje redes para que sus víctimas sean atrapadas y el jefe aparezca ajeno”
Hay una operación en marcha contra los medios de comunicación independientes. En estos días el propósito es neutralizar a Alberto Federico Ravell y a Miguel Henrique Otero; los demás están en la lista, pero para dentro de un rato. No hay que engañarse; si Chávez puede, va con todo, en serio; no es la agitación de una banderola para desviar la atención sino un propósito real, esencial, para el progresivo control de la sociedad. Ya acabaron con RCTV y neutralizaron a Venevisión y a Televen. O los acaban o los dejan fuera de juego; tal es el propósito. ¿Podrán ahora también? Depende.
¿Depende de qué? De lo que pase ahora con la ola gigante que se levanta frente a la antigua tranquila playa del oficialismo, en donde retozan los burgueses bolivarianos junto a los socialistas militares, y en la cual construyen sus castillitos de arena aquellos muchachos inocentones de la izquierda insurreccional de otros tiempos, hoy a las faldas del reencauchado caudillo militar del siglo XIX que rumia en la avenida Urdaneta.
Objetivo: Los Medios
Resulta asombroso que el gobierno tenga, controle o manosee una inmensa cantidad de medios de comunicación y no se sienta harto. Durante varios años el régimen pensó que era suficiente con apropiarse del “tiempo comunicacional” más importante, con las “cadenas”, sin necesidad de expropiar los medios audiovisuales; al lado de vastas adquisiciones regionales y locales, y las exitosas presiones sobre algunos. Total, el Presidente podría enchufar una alocución cuando quisiera, el tiempo que quisiera, sin detenerse ante las protestas. Le encantaba oír a los adversarios “chillando como cochinos” ante semejante abuso. Era su regodeo máximo, el del poderoso que escarnece y se burla del sufrimiento ajeno. ¿No te gusta el aceite de ricino? Entonces, Diosdado, mételes más por ese buche.
Hay algo extraño. No parece sensato que un canal como Globovisión que, por diseño, tiene una audiencia muy específica, sea puesto a la brasa con tanta saña. La tesis oficial era que ese canal no le llegaba a nadie. ¿Entonces? Tampoco se explica cómo El Nacional y El Universal son objeto de las amenazas; al fin y al cabo, unos pocos cientos de miles de ejemplares diarios en una población que se acerca a los 30 millones no debería espantar a los sucesores de Bolívar y Sucre, de Fidel, Pol-Pot y Kim Il-Sung.
Esto puede deberse a una combinación de explicaciones, pero las que suenan más factibles son las ligadas a la credibilidad y a la recomposición del escenario político. En cuanto a lo primero, es evidente que al Gobierno no se le cree nada o casi nada. Toda esta historia de conspiraciones y magnicidios es asumida como una reverberación de cuentos que se han gastado de tanto usarlos. Unos medios que no esconden su discrepancia más o menos aguda con el Gobierno, pero que buscan la opinión de sus voceros para generar un cierto balance, siempre son preferibles a los unilineales, unilaterales y fastidiosos, que tienen el estilo de Granma, de la vieja Pravda o de VTV. En cuanto a lo segundo, es evidente que esos medios son los instrumentos que buscan los antichavistas y los propios chavistas para informarse. Más aún, en muchos casos los utilizan los chavistas para expresar demandas, protestas y puntos de vista. Alguna vez en este rincón se ha sostenido la idea de que a Globovisión lo quieren cerrar no porque le da voz a los opositores, sino porque se las da a los que creyeron o todavía creen en Chávez.
Lo que encoleriza al oficialismo es que los medios independientes no han permitido que el Presidente fije la agenda con sus chocarrerías. Al comienzo de su régimen lo hacía. Si se voceaba un disparate, se le coreaba; si insultaba a los curas, hacia allá se dirigían las noticias; si, por el contrario, aparecía con su mano aterradora lo del magnicidio, la prensa estaba una semana oteando a los culpables y discutiendo el asunto. Ahora no es así. Los medios definen su propia agenda, desarrollan investigación y no abandonan temas de largo alcance. Antes, los magnicidios duraban 15 días en el debate; ahora duran 15 minutos.
El Castigo
Los directores amenazados -Ravell, Otero y Andrés Mata-, cada cual con su estilo, han mantenido las líneas editoriales que han juzgado pertinentes. Debe recordarse que Chávez comenzó regañándolos, lo cual incluía también a Granier, a Camero y a Cisneros, porque no titulaban con las noticias que él, jefe de la revolución, suponía que debían estar en el primer plano. El caudillo no alcanzaba a explicarse cómo la disidencia chavista, por ejemplo, podía tener más notabilidad que sus cuentos sobre la morrocoya; tampoco lograba asir cómo el incremento del crimen era más importante que la idiotez sobre el eje Orinoco-Apure, o que la universidad que instalaría en Miraflores, o que la resolución del problema de los niños de la calle que iba a lograr rápidamente.
Lo que el régimen quiere castigar es el mantenimiento por parte de los medios independientes de una agenda propia. Eso le resulta intolerable, sobre todo cuando vuelve a implosionar y las instituciones del Estado se desmoronan. El crimen, la inflación, la inseguridad, la desintegración de las bases de apoyo del Gobierno, la conflictividad social y laboral, la crisis de las relaciones internacionales de Venezuela, son las noticias. El bendito maletín es noticia porque allí está retratada la Venezuela bolivariana con algunos de sus más conspicuos representantes. El maletín es la tomografía, en la cual se le ve hasta la pichilinga a una revolución podrida. Tal exhibición es inaguantable. Debilita el control oficial.
Sacarlos Ya
La idea de acabar con lo que representan los medios independientes se ha reforzado por el posible -no inevitable- desenlace negativo que las elecciones pueden tener para el Gobierno. Dada la ausencia de partidos fuertes, los medios cumplen la función de interrelacionar los mensajes y, en cierta forma, ar- ticularlos. Lo que no hacen las direcciones de los partidos lo hacen los medios, y es darle sentido a la crisis y a su desenlace. Es lo que el oficialismo encuentra insufrible. La palangana de miasmas que cocina la parte más podrida del Gobierno se dirige a promover una evidencia pública contra los más importantes representantes de los medios. Primero, la artillería pesada para convencer al chavismo de los delitos cometidos por Ravell y Otero. Después aparecerán unas “pruebas” confeccionadas en la sastrería presidencial. Luego los quieren someter a juicio para mantenerlos ocupados entre estrados y abogados. El neoautoritarismo teje sus redes para que sus víctimas sean atrapadas por una madeja pegajosa, múltiple, en la cual el jefe aparezca ajeno a la represión que ordena ejercer, mientras los bichitos mastican a sus presas. Patético ver a estos revolucionarios clamando por cárcel para sus adversarios.