Por GEES
En Libertad Digital nº 1930 | 29 de Julio de 2009
De todas las falsedades y manipulaciones que circulan por el mundo a propósito del acoso chavista a Honduras, una de las más bastas es la del papel de la sociedad hondureña en esta supuesta "crisis" institucional, que no es tal. En el Congreso de Honduras, el 96% de los elegidos por los ciudadanos está a favor de las medidas constitucionales aplicadas a Zelaya; son más que los diputados que en España están a favor de la Constitución de 1978.
Minoría ridícula que nos hace preguntarnos, ¿quién apoya, entonces, a Zelaya? De las fuerzas políticas con representación parlamentaria, sólo le apoya Unificación Democrática (UD), que cuenta con 5 diputados de los 128. Es decir, un 3,9 % de los representantes de la voluntad popular. UD, que nunca ha obtenido más de 30.000 votos, es el único aliado político de Zelaya en el Parlamento. Por eso, Chávez y Zelaya han acudido a la clásica deslegitimación de todo régimen parlamentario: democracia burguesa, oligárquica etc.
Sus discursos son abiertamente bolcheviques: ni aceptan la democracia representativa ni lo disimulan. Quitan la legitimidad al Parlamento y se la dan a grupos extraparlamentarios y marginales, justo los que apoyan a Zelaya en la calle.
Como Chávez en Venezuela, Zelaya utilizó su mandato para desviar dinero a la compra de voluntades populares, de sindicatos, militares, gobernadores. Incluso a diputados de su Partido Liberal para que apoyaran su giro chavista. Honduras aún está investigando la red de corrupción tejida por Zelaya para lograr que su autogolpe triunfara sin oposición, red en la que ahora están implicadas incluso las FARC. Por suerte, el equilibro constitucional funcionó, fue sorprendido conspirando y expulsado. Ha tenido que apoyarse, prematuramente, en al menos tres fuerzas extraparlamentarias y antiparlamentarias.
En primer lugar, Zelaya y Chávez se apoyan en el radicalismo antidemocrático y reaccionario "Bloque Popular", que es exactamente lo que su nombre da a entender. Formado por sólo unas 5.000 personas, tiene vínculos directos con Venezuela, con otros movimientos totaltarios en toda Hispanoamérica y hasta con las FARC. En segundo lugar, cuenta con el apoyo de los sindicatos ligados al sector público, que ya venían siendo utilizados por Zelaya para paralizar instituciones económicas y políticas antes, en la última parte de su plan desde el Gobierno. En tercer lugar, los sindicatos de educación, a los que Zelaya inyectó cantidades millonarias de dinero mientras era presidente para que apoyaran su golpe desde el interior, y que ahora se han convertido en la punta de lanza de los chavistas en Honduras. Los tres están bien organizados, y no sólo paralizan la educación sino que cortan carreteras e infraestructuras, organizan las protestas y empujan a los suyos a la frontera con Nicaragua.
Los partidarios de Zelaya en Honduras no sólo son una minoría: son una minúscula minoría. Y sin embargo, llama la atención el éxito propagandístico que su maniobra tiene en nuestros medios de comunicación. Se habla de grandes manifestaciones de apoyo a Zelaya, que en verdad sólo congregan a unos pocos miles de personas, (compárense con los 700.000 en Irán en junio) o incluso a centenares; se habla de incidentes y represión policial, cuando los enfrentamientos son minoritarios y siempre iniciados cuando los bolivarianos de Zelaya atacan a la policía y al ejército; se habla de la huelga de profesores, pero no de las quejas airadas de los padres; se habla del apoyo de sus seguidores en la frontera, cuando son unas pocas docenas, o de la caravana de regreso a Honduras, 20 vehículos de los cuales uno es el suyo y otros 16 de periodistas. Se habla, en fin, de convulsión social, cuando la vida en Honduras es normal, y sólo se rompe de vez en cuando por las milicias chavitas-zelayistas, las únicas que critican los toques de queda.
¿De dónde salen estas noticias? Por un lado, Chávez ha puesto toda su maquinaria propagandística al servicio del acoso y derribo de Honduras. Ha creado una potente infraestructura que lo mismo se inventa muertos y disturbios, que dibuja la imagen del potentado y repudiado Zelaya como un revolucionario aclamado por el pueblo. Este manejo y manipulación de la información encuentra acogida en toda la izquierda socialdemócrata hispanoamericana y europea. Y no sólo eso: también medios liberal-conservadores se han hecho eco de la propaganda chavista, dando por buenas noticias sin contrastar y manifiestamente falsas. Esta es una de las grandes lecciones de lo ocurrido: resulta peligroso que la información, en Iberoamérica, en Irak o en Gaza, fluya por los canales de grupos y regímenes totalitarios. Éstos han descubierto que es una poderosa arma, que hoy es utilizada por Chávez contra Honduras, que la seguirá usando contra el pequeño país centroamericano, y que la seguirá usando contra otros países en la región.