Multiplicados por cero
Las últimas reflexiones de Fidel Castro han terminado con mi paciencia. Lo que más me fastidia no es el rescate de una figura como Milosevic, condenada por la historia y por los hombres, sino la total indiferencia que Él muestra hacia nuestros problemas al tratar continuamente en sus comentarios temas internacionales enfocados en su protagonismo.
Por qué no reflexiona sobre el desánimo y la insatisfacción que cada día se hacen más evidentes en la sociedad cubana. Por qué no se involucra en los cuestionamientos que van ganando en profundidad y en extensión, hasta tocarlo a Él mismo. Si acepta de buena gana la gloria que se le atribuye por cada logro alcanzado, ¿por qué no asume la culpa por los errores y fracasos? ¿O acaso no tiene Fidel Castro la mayor parte de la responsabilidad con todo esto que hoy vivimos? Intentar evadirse, alejarse de nuestros problemas y teorizar sobre cosas que ocurrieron a miles de kilómetros o hace muchos años, es multiplicar por cero las demandas de una población que ya está cansada, desengañada y necesitada de medidas que alivien hoy sus precariedades.
¿Qué puede importarnos ahora el cruceteo de cartas entre jefes de estado, ocurrido hace ocho años, cuando los salarios no alcanzan ni siquiera para mal-vivir; la corrupción nos “come por una pata”; el país pierde cada mes miles de personas que emigran; el sistema de salud se desmorona y en las escuelas las pantallas de los televisores son las que enseñan a nuestros hijos?
Pura frivolidad política esa de estar reflexionando sobre jefes de estado, remitiéndose a correspondencia diplomática y bestseller escritos por exmandatarios. Nuestra realidad pide a gritos que se abran espacios para escuchar la opinión popular. ¿Hasta cuándo se gastarán las pocas páginas de la prensa nacional en satisfacer la vanidad personal de un político que no nos representa, que no se hace eco de nuestras exigencias y que ni siquiera nos menciona?
La Habana, 5 de octubre de 2007