sabato, dicembre 15, 2007

LA TÁCTICA DEL MIEDO DEL RÉGIMEN CASTRISTA - Misceláneas de Cuba

LA TÁCTICA DEL MIEDO DEL RÉGIMEN CASTRISTA - Misceláneas de Cuba:

2007-12-12.
Elías Amor Bravo, Economista, ULC
Pienso que cualquier turista puede viajar a Cuba para disfrutar de sus playas y de su brillante sol, para gozar de los placeres del Caribe, del mojito y del son. Este es un tópico que no admite discusiones.

Pienso también, que el turista, cuando viaja a Cuba, también debe tener la oportunidad de mostrar su solidaridad con un pueblo que padece una de las tiranías más longevas del planeta, que no respeta los derechos humanos de los disidentes que padecen cárcel y acoso, y que desprecia la democracia, el pluralismo político y la libertad.

El mismo día que Pérez Roque decía que el régimen cubano estaba a la cabeza en defensa de los derechos humanos, en La Habana, una marcha pacífica de la asociación de mujeres de presos políticos, Damas de Blanco, contaba con el apoyo y solidaridad de un grupo de ciudadanas españolas que comparten los mismos objetivos de libertad, democracia y derechos humanos.

Para ese gobierno totalitario que rige los destinos de Cuba, el incidente, absolutamente pacífico, alcanzaba proporciones de notable gravedad. En un país en el que todo lo que signifique libertad y democracia está prohibido, y en el que existen sistemas de control, vigilancia y represión que no podemos comprender con los esquemas de pensamiento que tenemos en las democracias occidentales, la actuación represora contra las españolas que viajaron a La Habana para mostrar su solidaridad con las Damas de Blanco, nos devuelve a lo más rancio de la tradición represora del castrismo, y trae con inusitada frescura al recuerdo escenas como aquella expulsión inmediata y fulminante que el entonces barbudo joven Castro, a comienzos de su dictadura, materializó contra el embajador de España Logendio, que compareció en la televisión cubana para denunciar las patrañas y mentiras, amén de ataques e insultos contra España.

Este grupo de españolas, militantes de un partido democrático CDC, merece todo el respeto por su talante solidario con aquellos que, desde posiciones de debilidad frente al un sistema político asfixiante, luchan por abrir espacios para la libertad. La policía cubana, en una demostración de talante mafioso y chantajista, no sólo les retiró los pasaportes, la documentación de viaje y los billetes de avión, sino que las recluyó de forma sutil y represiva en los hoteles, prohibiéndoles salir a la calle a simplemente compartir con los cubanos sus miserias, en lo que se puede interpretar como un ataque directo a españoles fuera de su país. La expulsión se materializó de forma inmediata.

De todo este episodio podemos extraer dos conclusiones.

Primero, ¿dónde estaba el embajador español en La Habana, Zaldívar? Nunca aparece cuando más se le necesita. Nadie ha hecho referencia a sus gestiones diplomáticas para atender las necesidades de unos españoles atrapados en suelo extranjero y hostil. Tiempo habrá para extraer las conclusiones oportunas, porque deja mucho que desear este tipo de actuación. Por fortuna, tampoco el ministro Moratinos, de reuniones en Bruselas, se percató del incidente, y de sus gestiones no se derivaron efectos más negativos. También habrá que esperar algún tipo de reacción por parte de la diplomacia española contra este tipo de sucesos que, de repetirse en el tiempo, van a suponer, no me cabe la más mínima duda, que otros muchos españoles se sientan solidarios con la causa de la democracia en Cuba y mantengan la misma actitud digna que las militantes de CDC.

Segundo, ya se sabe. El turista que desee viajar a Cuba tiene que cumplir las reglas del juego que imponen los dirigentes comunistas cubanos. Si se sale del guión, expulsión. Entonces, ¿cuáles son esos límites del guión? Ojalá que este mismo tipo de raseros se hubieran aplicado hace años con la práctica del jineterismo político a gran escala, o con todos esos episodios que se han denunciado en numerosas ocasiones provocados por gente sin escrúpulos que se aprovecha de la situación de miseria en la que vive un pueblo. Ojalá que entonces las autoridades hubieran mostrado la misma eficacia en los sistemas de vigilancia, control y expulsión. Claro, el dólar es el dólar, y para una industria turística en permanente crisis estructural como la cubana, todo vale.

Lo sucedido en La Habana es muy desagradable para todos. El régimen cubano ha sido siempre así. Los que lo hemos padecido, lo conocemos bien. Ahora, sus zarpas llenas de odio y venganza se extienden también hacia los extranjeros que desean lo mismo que todos nosotros: libertad, democracia y derechos humanos. Han trasladado un mensaje a aquellos que deseen practicar un turismo solidario. La táctica del miedo puede servirles quizás durante un cierto tiempo, pero ¿hasta cuando?